Crítica de De mayor quiero ser soldado
Cuando ya nos habíamos olvidado absolutamente todos ella, y ni falta que hacía que nos la recordaran, va y se estrena a nivel nacional De mayor quiero ser soldado, nuevo trabajo de Christian Molina tras las cámaras cuya firma también aparece en el guión. En este caso, el director de Diario de una ninfómana busca concienciar a la sociedad sobre la violencia infantil, a través de la historia de un niño llamado Alex (!) que no es que viva en la mejor (pero tampoco la peor) de las familias, puesto que la llegada de dos hermanitos gemelos a casa provoca que sus padres no le presten toda la atención que necesitaría un chaval de poco menos de diez años. De hecho, cuando insiste en que se le ponga una televisión en su habitación, sus progenitores no ponen demasiadas pegas a ello, pese a que su conducta demuestra evidentes señas de reconducción necesaria. Y ya se sabe, la tele es muy mala, y los videojuegos más todavía. Son tan malos que sobre ellos gira prácticamente toda la tesis de Molina, quien busca los orígenes del problema tratado y parece conformarse con esas dos cabezas de turco, que tan bien le vienen a los noticiarios para hacer panfletos baratos cuando andan cortos de información. Vaya, qué curioso: eso, poco más que un panfleto barato, es lo que es esta cinta, co-producción hispano italiana que incluso ha logrado engañar a Valeria Marini, Danny Glover y Robert Englund para que pululen por ahí pese a que el protagonismo recaiga en el joven Fergus Riordan y en su amigo imaginario Ben Temple (ambos, a la postre, de lo poco salvable de la quema).
Y es que manda narices, lo que se podría haber hecho con ella y lo que ha quedado. Que el tema de la violencia infantil da para mucho, mucho más que un simple y banal ataque a una televisión que, recordemos, será el medio por el que acabará viéndose la cinta en unos meses (si alguien le presta atención, claro está). Duele constatar la oportunidad perdida, en especial cuando la propia cinta se encarga de asentar unas bases muy sólidas, con un padre que malcría al niño, una madre impotente, y una sociedad que, en general, afecta negativamente a su carácter. Empieza francamente chunga la cosa, y parece que Molina vaya a ir muy en serio con su propuesta. Nada, meros espejismos. Al poco rato ya se está tirando de efectismo barato e incongruencias absurdas, que llevan a que un adulto no se fije en los pósters de las SS que un niño tiene colgados en su habitación, o a que haciendo zapping, no haya absolutamente nada más que guerra y más guerra en todos los canales de la televisión. Metáforas hiperbolizadas que acaban dinamitando su sentido, convirtiéndolo todo en una broma grotesca y poco más, absurda y de gusto cuestionable.
Peor aún: a la media hora de película ya está absolutamente claro su mensaje; todo ha sido explicado una y otra vez, se ha servido en bandeja para que hasta el espectador que se haya dormido, haya llegado tarde o no le haya prestado demasiada atención al metraje, se haya enterado. Y sin embargo, cual tortura china, De mayor quiero ser soldado vuelve a ello una y otra vez, repitiéndose hasta la saciedad y enturbiándose con aún más giros facilones a los que no tarda en sumarse una BSO excesivamente conductora. Hasta su eficaz estilo formal parece ir vulgarizándose con la quema de minutos, haciendo de todo el conjunto un producto francamente olvidable.
Hace años, más de uno se sorprendió con la muy sobrevalorada American History X. Uno de esos entusiastas parece haber sido Christian Molina, que con su último trabajo repite ejercicio cambiando jóvenes por niños, e influencia fraternal por influencia televisiva. Poco más hay en este discurso que, como apuntábamos al principio, no pasa de panfleto tan llamativo como sencillo y, por tanto, innecesario (e incluso molesto). Había aquí una gran oportunidad de realizar una muy buena tesis sobre uno de los grandes problemas de la sociedad actual. En vez de ello, como es habitual, se ha tirado por la vía fácil y, claro, ha salido el tiro por la culata. Los minutos finales con un Danny Glover soltando el discurso de turno, resumen bien masticadito de lo visto hasta el momento, borran todo atisbo de duda: De mayor quiero ser soldado es un quiero y no puedo más, digno del insurgente más revoltoso, que suele ser también el que menos argumentos tiene. Una pena.
4/10
Lo de justificar la violencia por la influencia televisiva,además de viejo es patético.
pues sí. Pero no te preocupes, que desde el momento en que se estrena, seguro que me salen mil y un enanos defendiendo la peli y su mensaje…
Hombre, lo de justificar la violencia por la influencia de la televisión será viejo, pero patético… Aunque la cuestión no es tanto que salga por la tele, como que la violencia se presente sin ningún criterio y que la consuma gente con menos capacidad crítica que un babuino. Al fin y al cabo, la tele la vemos todos, pero no a todos nos da por ponernos en plan psycho… ¿Solución? Desarrollo del pensamiento crítico, cuestión muy difícil en sociedades como las nuestras en las que los intereses de los de arriba se basan en tener una población que se asimile a un rebaño de ovejas…
Bueno, Cristy, me parece que en tu propio comentario te respondes a la primera frase, ejejeje.
No crees que es patético que se culpe a la tele de inculcar violencia, cuando es justamente la sociedad la que falla, al no saber (o más bien no querer?) inculcar los valores que comentas? Imagino que por ahí va el primer comentario. Si nos pusiéramos en plan drástico, en la Biblia hablan de gente a la que se crucifica viva, de niños muertos y demás. Es infinitamente más violenta que la tele, y nadie dice nada…
Un saludo, gracias por pasar… y esperamos que no sea la última vez! ;)
Ay Capitán, ¡qué café más interesante nos tomaríamos! :-D
Entonces, ¿la tele crea o reproduce la sociedad? ¿la sociedad es violenta porque hay violencia en la tele, o hay violencia en la tele porque la hay en la sociedad?
Hay un montón de paradojas de ese estilo en las bases de la sociedad en la que vivimos, y que se ven muy claro cuando te das cuenta de que precisamente los que defienden la vida le rezan a un dios nuerto y exponen a sus hijos al menos una vez a la semana a un cadáver colgado de un madero… O les leen a sus hijas cuentos en los que el único papel que puede desempeñar una mujer es el de ser víctima y esperar el rescate de un apuesto príncipe con el que casarse… Porque hay que casarse con él…
¡En fin! Que empiezo a cerri-ubedear. Lo que es innegable es la capacidad normalizadora de la pantalla, y hete ahí el problema.
bueno, huevo, gallina, qué vino antes… jeje, paradojas hay, en efecto.
Pero el problema viene de lo que decías en el anterior comentario. Pensamiento crítico. Está bien, me parece realmente cojonudo que la tele haga basura. Pero el que la vea debe aceptarla como tal, reconocer que está viendo telebasura, y no confundir nunca divertimento vacuo con lecciones vitales. No sé si me explico, que vengo de ver una peli de 2 horas y 25 minutos china después de una clase de kick boxing y estoy que no sé dónde estoy. Pero vamos, que la cosa es: la tele es mierda. Es culpable de la violencia? Sí y no. En principio no; pero sí cuando el subnormal de turno se la toma como La Biblia (puestos a citar, jeh).
Pasa con todo, como bien dices. Y de ahí, una vez más, la gilipollez de propósitos que se gasta la película que nos ocupa.
Lo que no me acaba de quedar claro es lo que entiendes por capacidad normalizadora (ya digo que estoy espeso). me lo explicas? Porque si es lo que creo que es, creo que te equivocas. Creo. Jeh.
Miedo me da releer lo que te he escrito! Si no se entiende algo, me lo dices y mañana, más lucidez al canto, intento parafrasear. Quizás un café ayude a aclarar ideas… jejeje… ;)
Parece que algunos de vosotros encontrais NORMAL que un NIÑO vea tantos actos violentos en los medios que le rodean en esta vida actual. Seguramente, estais influenciados por la "normalidad", y ya ni os podeis hacer a la idea de que sería lo natural (lo humano al menos).
Yo creo que detrás de esa saturación de violencia hay un oscuro interés, similar al interes por alienar a las masas, con el futbol, la competencia entre personas, el consumo, el miedo y otras influencias.
Preguntemonos al menos, con sinceridad y la mente clara, y sin querer demostrar nada a nadie ni convencer de nada a nadie… ¿puede influir esa cantidad de imagenes violentas en una persona que se está formando?
Saludos.
Muy interesante vuestro dilema…(Capi haces kickboxing???? Wow solo eso Wow XDDD).
La tele influye…puede ser, pero dependiendo del sujeto. No todo es televisión, los niños de zonas mas rurales (hablo con conocimiento de causa)que no consumen esos niveles exagerados de violencia televisiva, encuentran en otros medios su dosis. No crezcamos entre algodones…tampoco es eso. Formar la mentalidad de un niño para elegir y diferenciar es en lo que deberíamos hacer mas énfasis.
¿¿¿Se nota mucho que he escrito el comentario solo para hacer referencia a lo del kick-boxing???
Alejandro, eso habría que preguntárselo al director, y decirle "¿y el niño qué, sólo recibe violencia de lo que le rodea? ¿no hay nada más?". De ahí la queja: Vale, recibe violencia y eso puede influir. Pero dejarlo todo sólo en eso es banal, mezquino y nocivo. Como crítica social se desvirtúa y como cuento grotesco irrita…
Iñaki, qué perro eres :P Pues kick-boxing, sí… pero del moñas, con cancioncillas y todos al ritmo de lo que diga el monitor y tal…