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Crítica de Deadpool

En un momento en el que empezaban a saltar algunas alarmas, Marvel ejecuta una jugada comercialmente brillante y, zas, se reinventa. Su penúltimo blockbuster (Ant-Man) no dio todos los réditos que se esperaban de una producción, a pesar de todo, «pequeña», y la anterior, Vengadores: La era de Ultrón, ya levantó algunas cejas. En cuanto a Los 4 Fantásticos… en fin, casi mejor olvidar para siempre que Los 4 Fantásticos ocurrió. Por otro lado la colaboración de La Casa de las Ideas con 20th Century Fox parecía estar languideciendo desde que facturaran su última gran película conjunta, esa X-Men: Primera Generación que, a día de hoy, sigue siendo la mejor y más impecable película jamás rodada bajo la licencia mutante. Pero de eso hace ya casi un lustro, y como digo a la cosa le hacía falta una buena sacudida. Una tunda que llega con esta propuesta, dispuesta a cambiar (un poquito) la disposición de las piezas en este tablero de juego que conforman las películas de superhéroes: decididamente alejados (aún, menos mal) de la plúmbea trascendencia de los espectáculos de oscuridad y ceñudez de DC, los responsables de Deadpool han optado por apretar más aún el espectáculo cavernícola y aumentar hasta el infinito las cuotas de comedia. En un movimiento parecido al que intentó en su momento Kick-Ass, esto llega para convertirse en el cóctel definitivo de acción destartalada, hiperviolencia, humor negroide y autoconsciencia irónica. Esto no es sólo cine de superhéroes, es un producto puramente postmoderno nacido en un contexto de cine de superhéroes.

Y en ese intento por estar de vuelta de todo, por desacralizar cualquier cosa, la película da dianas y falla disparos más o menos en proporciones parecidas. Es innegable que Deadpool parece haber llegado con la idea de quedarse. Y con eso entre ceja y ceja trabaja duro para ganarse el espectador (a su espectador) protagonizando una fiesta salvaje de tiros y hostias, chistes ametrallados casi sin respiro, guarradas graciosas por doquier y bromas autorreferenciales a costa de si misma. Si alguien espera encontrar sutileza que se marche a otro lado. Quien venga con hambre de desmoche, se va a quedar y después de esto va a pedir más y más. Y normal, porque más allá de consideraciones academicistas y de reparos técnicos, esto es un espectáculo enérgico, hipercinético y desmadradísimo. Acción hiperbólica que pretende funcionar al mismo tiempo como comedia burra comandada por una suerte de Jim Carrey del siglo XXI (para los nostálgicos de In Living Color, Deadpool es lo más cerca posible de un Fire Marshall Bill en lycra roja y con katanas) e historia de orígenes de un superhéroe. Este que viene a sumarse a la cantera mutante, un Deadpool -creado por el temible Rob! Liefeld como producto puramente noventero que cogía el testigo humorístico de la Liga de la Justicia de Giffen y DeMatteis- que es más antihéroe que salvador de la humanidad. Un mercenario sometido a un tratamiento para evadir un cáncer y que termina convertido clandestinamente en superhombre. Al mismo tiempo es esta una película de género y una película anti-género, un bulldozer que pretende barrer con todo sin dejar de encuadrarse en su propio filón (no es cuestión de dinamitar de verdad el panorama superheroico).

Bien. Esa es la teoría. A la práctica la cosa queda un tanto más comprometida. Porque sí, aquí hay un desfile de gags que apenas ofrece respiro, pero no todos resultan frescos ni mucho menos todo lo ofensivos que la película parece pretender. En su intento por ser en todo momento grosera, Deadpool se olvida de ser de verdad transgresora. Claro, sus altas dosis de hemoglobina precipitada, sexo anal, tetas y palabras con F la alejan de las producciones más homologadas de la casa. Pero eso no la convierte necesariamente en una película más adulta, sino más bien en un producto destinado a un público que quiere sentirse adulto: esa masa adolescente que cree pedirle algo más al cine mainstream, pero que en el fondo se termina conformando con una cierta sensación de seguridad. Que termina confiándose a estructuras conservadoras, siempre que estén presentadas con una pátina de (hipotética) modernidad o (falsa) rebeldía. De este modo, por cada gag que da en el blanco al ir dos pasos por delante del espectador -básicamente los más rabiosamente meta, los que pulverizan el cuarto muro- hay diez que basan su eficacia en la simple acumulación de barrabasadas. Y por cada uno realmente edgy -como el duelo verbal de infancias desgraciadas que intercambian el protagonista y la hot chick– hay varios que se sustentan únicamente en el efecto de choque gamberrete, efectivo pero al final estéril. Soez de una manera casi demasiado calculada.

Y ya, claro, plantearse semejante cosa ante una película como esta sería un gilipollez, pero, ¿qué ocurre si despojamos a Deadpool de su espesa capa de barbaridades controladas? Pues que nos queda un espectáculo más que convencional realizado con impersonal eficacia por el tal Tim Miller y guiado por una trama simple y obvia narrada, eso sí, mediante un pequeño juego temporal. Una historia con poca chicha, muchos tópicos y una estructura demasiado sencilla. Movida hacia adelante por unos personajes con poca sustancia (Vanessa), desaprovechados (Coloso, Negasonic) o casi nada memorables (el villano Ajax y su minion Angel Dust). Liderados todos ellos por un histriónico Ryan Reynolds cuyo entusiasmo es, vale, contagioso. O sea que sí, Deadpool es macarrilla, divertida, enérgica y entretenidísima. Pero menos punki, audaz y rompedora de lo que parece creerse. Más graciosilla que graciosa, y más chascarrera que punzante. De cualquier modo será cosa de la edad -de mi edad-, porque a vista de cifras Marvel parece haber encontrado una (otra) gallina de los huevos de oro a la que probablemente seguirá exprimiendo hasta que no le quede aliento. Me intriga pensar qué es lo que ocurrirá cuando intenten encajar en un posible crossover mutante el discurso filogenital y aerófago de Deadpool con el esterilizado family-friendness de la Patrulla X de Singer. Quizá hasta se dan cuenta de que tampoco hay tantas diferencias entre ambos.

 

Tomas falsas de Deadpool

https://www.youtube.com/watch?v=XJhs7HntPKs

 

 

Valoración de La Casa
  • Xavi Roldan
  • Carlos Giacomelli
2.8

En pocas palabras

Una película más graciosilla que graciosa, y con gags de brocha gruesa que, sin embargo, carecen de un espíritu macarra real. Nada tiene de transgresor ni, mucho menos, de innovador.

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Está muy entretenida y hacía falta un súper héroe rebelde con el pico de iron man y la mala leche de lobezno :)
    Esperemos que la siguiente entrega no pase como con kickass2

  2. Jajajaja, Kick Ass 2, esa película que no pienso ver porque ya Kick Ass 1 ya me pareció bastante por debajo de lo que esperaba…

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