Crítica de Deathloop (PC, PlayStation 5)
La originalidad de los conceptos no juega, desde un punto de vista superficial, a favor de la nueva propuesta de Arkane. Por un lado su gran gimmick ludonarrativo es un bucle temporal (otro más) a lo día de la marmota: el jugador debe romper ese loop que lo obliga a despertarse en el mismo momento y lugar, y con el entorno reseteado a cero, al cabo de 24 horas. Por otro lado la implementación mecánica de todo ello apela a las hechuras del immersive sim que tan bien ha sabido manufacturar el estudio galo: a primera vista esto podría ser una continuación de su Prey o, más aún, una tercera entrega de la saga Dishonored con la que no sólo comparte la acción en primera persona, el binomio mecánico sigilo/acción y su arquitectura compartimentada en grandes áreas en las que infiltrarse y de las que escapar sino también las habilidades y poderes, casi todos ellos idénticos a los vistos en la saga de Corvo Attano.
Todo conocido, pues. Sin embargo, Deathloop es, lo digo ya, una auténtica catedral jugable. Primero porque sabe suavizar todas esas asperezas iniciales, haciendo que sus ideas parezcan originales y frescas infundiendo una enorme personalidad a su discurso. Y segundo, y especialmente, porque simplemente todo el resto de cosas que hace las hace bien. Las hace de manera soberbia. Excitante. Sí, hay un bucle temporal, old news, pero su ejecución, desde un punto de vista narrativo, es majestuosa. Porque más que eso, más que pura repetición, hay puzzle. Uno al que debe encargarse de dar sentido el propio jugador, ordenando las piezas, usando a su favor la información que haya ido consiguiendo en los anteriores bucles a modo de juego de detectives que va ordenando el caos mediante la obtención de pistas, a las que se accede gracias a otras pistas o bien a través de una agradecidísima exploración del entorno. El objetivo, el macguffin, es asesinar a ocho (por así decirlo) “guardianes temporales”, los Visionarios que salvaguardan la integridad del bucle, en un mismo, único ciclo. Deben morir los ocho antes de que se reinicie el ciclo y sólo así se romperá el bucle y se terminará el juego. Y la arquitectura narrativa interna que deberá hacer confluir esos ocho NPCs en un lugar del crimen asequible es la de un enorme reloj que va revelando sus ruedas dentadas, algunas enormes, otras minúsculas, todas encajadas majestuosamente.
Más allá de su virguero argumento, de su tono de comedia de acción divertidísima y de su brillantísima dosificación de la información, los más viejos del lugar, aquellos que vengan con la saga Dishonored jugada de casa, habrán estrechado las coordenadas mecánicas de Deathloop con un margen de error decididamente pequeño: además de lo comentado más arriba el juego fomenta la libertad para aproximarse a los conflictos mediante un diseño de niveles magistral -donde cobra especial relevancia la verticalidad-, anima a buscar sinergias entre armas, poderes y escenarios, hace una implementación del sigilo notable y exhibe un gunplay divertido y satisfactorio, sólo lastrado todo ello por una inteligencia artificial algo más tontorrona de la cuenta y algunos bugs poco relevantes.
Además de todo ello, Deathloop es probablemente el triple A más sexy del año. Una sacada de genitales audiovisual con una personalidad arrolladora en su dirección de arte, que homenajea los modos expositivos de los thrillers televisivos de los 70 en un entorno, esa isla rendida al hedonismo etílico, muy años 60 (el diseño de decorados, puro pop, remite al interiorismo y urbanismo lisérgicos de El prisionero, por ejemplo). Además, su espectacular guion dispara abundantes y brillantes diálogos que construyen una relación principal entre sus dos protagonistas del modo single player1: Colt, el avatar del jugador, y su némesis/contrapartida Julianna, probablemente uno de los personajes más descacharrantes y carismáticos vistos en las últimas temporadas en un videojuego de alto presupuesto, ambos maravillosamente interpretados, por cierto, por Ozioma Akagha y Jason E. Kelley, quienes les dan furia, humanidad y toneladas de humor macarra.
En pocas palabras y sin más explicaciones, el must play de 2021 y probablemente el mejor juego -empate técnico con Demon’s Souls– que se puede jugar hoy día en una PlayStation 5.
(1) El juego ofrece, además de su campaña para un jugador, la opción de jugar online encarnando a Julianna, encargada de garantizar la integridad del bucle, oponiéndose y saliendo a la caza de Colt.
Gameplay trailer de Deathloop
Deathloop: vicio en bucle
Por qué jugar a Deathloop
¿Es el juego con la premisa más original del mundo? No. ¿Es absolutamente perfecto en todos sus frentes? Tampoco. Pero Deathloop es lo suficientemente hábil como para jugar sus cartas de manera inmejorable y construir, con ellas, un juego de una sofisticación casi imposible de comprender.