Crítica de Deuda de honor (The Homesman)
Pese a llevar ahí desde que el tiempo es tiempo, el bueno de Tommy Lee Jones tan sólo había estrenado, hasta la fecha, una película en calidad de director: la también estimable, también del Oeste (aunque ambientada en la actualidad), Los tres entierros de Meliquíades Estrada. Con Deuda de honor sigue indagando en las bondades del lenguaje cinematográfico en general y del western en particular, confirmando sensaciones y sacando cual perro viejo (o cual Clint Eastwood…) todo el partido a un género que en verdad lo ha permitido, siempre, todo. En este caso, narrar una historia viciada, enferma, como es la que propone en su novela Glendon Swarthout: una mujer rechazada por fea (Hilary Swank) es la única habitante de un pueblo de Nebraska capaz de cumplir la tarea de llevar a Iowa, pasado el gran río, a tres vecinas que han perdido la cabeza por culpa de tragedias con sus hijos y/o maridos. Recibirá la ayuda de un maleante entrado en años (el propio Lee Jones), con quien irá estableciendo poco a poco sinergias tanto en lo profesional como en lo personal. Una suerte de versión reducida de Río rojo, en definitiva, cambiando vacas por enfermas mentales (muy) mal de lo suyo.
En ese choque de tiempos, planteamiento clásico por un lado y argumento (y pasajes) rompedor por el otro, se encuentra la mejor baza de un film que en verdad juega las mismas cartas de Sin perdón en su esencia. Como en la obra maestra de Eastwood, el de Men in Black compone una pieza eminentemente clásica, a base de elegantes planos y montaje sosegado, dando como resultado de entrada una propuesta excelente a nivel formal. Secundado por la banda sonora minimalista pero de puntilloso acierto de Marco Beltrami, y por la fotografía de Rodrigo Prieto, el vetusto director hace de Deuda de honor un film poderoso para ojos y oídos, con el que sumerge casi de inmediato al espectador en un escenario precioso (deudor del Malick de Días del cielo o Malas tierras) pero hostil, inmenso pero yermo. Igualmente deudora de los clásicos es la estructura con la que se va desarrollando el entramado, el ya habitual viaje larguísimo que acaba siendo más emocional que físico, y es que en ningún momento se pretende que el espectador establezca conexiones de manera consciente con los tiempos que corren. De ahí que no haya un solo tembleque de cámara, un montaje precipitado o una alteración excesiva de colores.
Lo rompedor está en la historia en sí, la actualidad se halla en planos más subconscientes, o viscerales, mejor. Ya en su primer acto, el metraje va soltando alguna perla en forma de escena perturbadora, aprensiva, truculenta incluso. Obvia traducción en forma de inseguridad para el espectador, quien a partir de entonces atiende a su pausado devenir con la misma inquietud que se desprende de los desiertos nevados por los que deambula la carreta que acapara el protagonismo, los extraños personajes secundarios que van cruzándose con dicha diligencia, o esa sensación de profunda melancolía no tanto por el carácter crepuscular (que también) del film, como por la abrumadora tristeza de todas las mujeres, tanto las locas como la cuerda. A simple vista, Deuda de honor es normal y parece no albergar demasiados secretos que compliquen un acercamiento a ella, pero mucho ojo: es bastante más cabrona de lo que aparenta.
Máxime, hacia el salto del segundo al tercer acto. Es entonces cuando la obra se desprende de cualquier disfraz de benevolencia, se arremanga y congela definitivamente al respetable con una entrada a su tramo conclusivo inesperada, y una recta final de lo más áspera. Eso sí, sin variar un ápice de su discurso cinematográfico (o así). Consecuente consigo mismo, con el film, y con un estado de poder que le permite hacer lo que le dé la gana, Tommy Lee Jones lleva a la gran pantalla un western duro, de escasas concesiones, impactante pese a su pausado devenir. Una puesta a punto del género capaz de recoger el legado de Sin perdón sin que le tiemble el pulso, y de calar mucho más hondo de lo que habría cabido esperar. Bien por el man in black.
Trailer de Deuda de honor (The Homesman)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Otra muestra más de la buena mano de Tommy Lee Jones tras las cámaras, con otro sobrio western tan debidamente reverencial como actualizado.