Crítica de El día de los muertos (Day of the Dead)
Un fugaz viaje en helicóptero permite que alguno de los protagonistas de la película descubra, al mismo tiempo que el espectador, cómo ha quedado la cosa tras las dos acometidas precedentes de los no muertos: en La noche de los muertos vivientes apenas intuíamos algo de gravedad de la situación más allá de las cuatro paredes de la casa en que nos refugiaba Romero; en Zombi ya veíamos lo que sonaba a plaga a gran escala. En El día de los muertos, cierre natural de la trilogía sobre zombis (innecesariamente continuada veinte años después) el mundo está absolutamente desolado. Apenas queda vida en las ciudades, y los pocos humanos que aún no se han convertido viven bajo tierra. Y es justamente por los sótanos del mundo donde se desarrolla la acción de esta a la vez ambiciosa y maldita nueva acometida de George A. Romero al mundo de los zombis, ese género del que no es creador propiamente dicho (Tourneur tendría algo que decir al respecto), si bien sea el mejor padre putativo que pueda uno imaginar. En bases subterráneas, decíamos, es donde un grupo de militares, otro de científicos y otro de meros trabajadores de clase media (pilotos) se juntan y afrontan la crisis evidenciando, cosa habitual, que a la hora de la verdad somos más peligrosos nosotros mismos en lugar de cualquier otra amenaza. Bendito ser humano…
No es ninguna novedad que el cineasta, el género en verdad, se escude tras sus descabelladas premisas de muertos volviendo a caminar entre vivos para comer sus cerebros, para hablar de la situación social del momento o de algún factor del hombre que lo tenga atribulado. Lo hizo en los 60, lo hizo en los 70, y lo volvió a hacer con El día de los muertos en los 80. Es una época de rechazo, de dudas y de replanteamientos y por eso, la película centra buena parte de sus esfuerzos en ofrecer al espectador una imagen casi granguiñolesca de ciencia, fe y ejército, en el último twist argumental que quedaba por explorar. Un zombi listo, amaestrable y hasta entrañable (el bueno de Bud) es la principal fuente de la discordia para quienes lo ven como una posibilidad para dominar también a esta especie, y quienes en cambio lo consideran un impedimento para arrasar con los no muertos empleando toda la fuerza de que dispongan. Se buscan sentimientos de negación al gobierno, a la ciencia, a la fe, a la condición humana y al ser humano en general. Joder, a nuestro lado y de nuestros enfrentamientos (que nadie lo dude: nuestra principal amenaza somos nosotros), Bud es un encanto.
Al fin y al cabo, temáticas universales y recurrentes, aún válidas en las propuestas actuales del género. Pero El día de los muertos significa un importante punto de inflexión en el mismo, al desmarcarse como la primera vez en que, tras una proliferación exagerada de exploits de toda clase, se apuesta por la seriedad. Dejando un poco al margen el carácter festivo de la anterior entrega, y ayudado por los sensacionales efectos especiales y de maquillaje del histórico Tom Savini, Romero le infunde a su (teórica) última película un plus de gravedad hasta entonces inusitado. De ahí que El día de los muertos no acepte medias tintas: hay quienes dicen que es la mejor del director hasta la fecha, y quienes en cambio dicen todo lo contrario. Sea como sea, fuera de toda duda quedan sus intenciones con la cinta, los mensajes a transmitir (y eso que su idea original era bien distinta, viéndose obligado a un cambio de planes debido a un inesperado recorte de presupuesto) y el impacto que efectivamente consiguen, que se ve potenciado por la truculencia de alguno de sus pasajes.
Y es que El día de los muertos es un pedazo de clásico, y por encima de todo, una película absolutamente fundamental para el género por establecer las bases del cambio. Las bases de una evolución de la figura del muerto viviente (como elemento cinematográfico, pero también a nivel puramente físico) que no se aleja demasiado de la actual.
Y en el DVD…
A contracorriente edita, por fin, El día de los muertos como es debido. Tras un primer lanzamiento ya descatalogado (ni recuerdo, ni falta que hace recordar la empresa que se encargó del mismo), la película de Romero se presenta ahora con una imagen que al menos respeta las proporciones originales, y se ve además bastante depurada de los muchos manchurrones con que partía la anterior. Gana en definición de imagen pero también de sonido, si bien mantenga el 2.0 original para su versión original, y el mono del doblaje al castellano.
Por si fuera poco, la edición se ve completada con un buen puñado de extras:
- Cómo se hizo: 13 minutos de un documental que pinta de la misma época en que se estrenó la película. Calidad muy pobre de imagen (es un VHS directo) pero interesante.
- Muchos días de los muertos: La joya de la corona. Hasta 40 minutos dura este nuevo documental sobre la película, suerte de remake del Cómo se hizo visto desde la distancia de, al menos, una década y media. Declaraciones de Romero, Savini, y demás responsables tanto del reparto técnico como artístico, consiguen una aproximación a la película profunda y plenamente satisfactoria.
Un tráiler, las fichas técnica y artística, y el habitual Otros títulos de A contracorriente, completa una edición que, ahora sí, puede incluirse en nuestras estanterías sin pasar la vergüenza de la imperdonable versión anterior. Se ha hecho justicia.