Crítica de Diario de mi mente
Un menor de edad comete, un buen día y sin venir a cuento de nada, una atrocidad. Antes, se asegura de que llegue a su profesora de literatura francesa su diario personal. O más bien de su mente, como bien apunta el título. Arranca así una poderosa trama de culpas y remordimientos, con la que Ursula Meier parece disfrutar de lo lindo analizando todas y cada una de las implicaciones que una relación así, alumno-profesora esto es, pueda esconder. No hay matiz que no acabe teniendo su protagonismo, por más o menos veladamente que se trate.
La propia sinopsis ofrecida por Filmin (por donde ha pasado la película vía festival Atlàntida) la tilda de bressoniana. También podrían encontrarse ecos de Emmanuel Carrère, o de Haneke, por mencionar a alguno más. Autores, todos ellos, que a través de sus obras se han metido en algún u otro momento hasta el fondo en las implicaciones psicológicas, poéticas, hasta físicas en algunos casos, de un acto fuera de lo común. El ritmo: tranquilo, reflexivo; dando pie a que el espectador pueda digerir toda la información. El tono: opaco, frío, para que asimile las emociones sin necesidad de melodramas. Así, desde la más absoluta sobriedad, Diario de mi mente va haciendo mella y convirtiéndose en un implacable estudio de personajes con el epicentro situado en una pletórica Fanny Ardant, quien borda un papel tan contenido de cara a la galería como al borde del colapso por dentro.
Un tercer acto algo precipitado en su recorrido hacia un final bastante por debajo de lo visto hasta entonces (precedido, eso sí, por la última gran muestra de interpretación de la actriz) empaña un poco el cómputo global, pero no logra decantar una balanza que se mantiene del lado bueno. El de una película interesante, inteligente, y sobre todo respetuosa con un espectador a quien en ningún momento fuerza a sentir nada que no deba. Él solito se bastará para sentir Diario de mi mente en sus carnes, aunque no se dé cuenta de ello.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Interesante reflexión capitaneada por una fantástica Fanny Ardant, en la piel de una profesora de literatura obligada a replantearse sus métodos de enseñanza, pero también sus valores como ser humano.