Crítica de Earwig
En una hermética casa donde apenas entra la luz del sol, conviven un adulto, una niña y el silencio. La ausencia de palabras solo se rompe por los involuntarios sonidos que provocan su existencia. La madera cruje, las copas tintinean y la saliva gotea desde la dentadura de hielo de la menor. Estas son las herramientas de Lucile Hadzihalilovic (Évolution) para encerrarnos en el lúgubre agujero que es su última película.
El hermetismo narrativo de Earwig funciona como complemento al músculo sensorial que desarrolla la película. El sinuoso baile entre imágenes y sonidos son el gran reclamo de una propuesta que no aspira a conquistar al gran público. Desde los códigos de una fábula, el espectador puede escarbar en troncales temáticas como la pérdida del otro y de uno mismo. La tristeza cubre cada poro de este mundo gris en el que unos personajes habitan con la inercia de la predestinación. Los amos mandan y ellos obedecen. Imposible descifrar el carácter sectario de este status quo.
El trabajo de sonido de la película consigue unos ritmos hipnóticos en lo que es casi un ASMR de pesadilla. Los pocos diálogos son mecánicos o crípticos. Imagino que de no entrar en este trance la película se vuelve simple y llanamente aburrida ante la ausencia de estímulos. Lo mismo ocurre con el apartado visual. Dentro de la casa la oscuridad solo se rompe por el reflejo de una leve luz natural o artificial. Una vida entre tinieblas que cobra mayor gravedad cuando se nos muestra el exterior. Paisajes húmedos y abrazados por una niebla incesante. La jaula está dentro de otra jaula aún mayor.
En su segunda mitad la película se separa en dos tramas que se intercalan desordenando las pocas certezas que habíamos luchado por afianzar. La bruma en nuestra mente cada vez es mayor y el esoterismo empieza a ganar la partida. Si en este punto sigues dentro de la película te queda el último desafío final. Buena suerte si eres de los que al misticismo depresivo ya les había expulsado.
En definitiva Earwig es una apuesta diferente y que arriesga en la formulación de un lenguaje que si bien no es nuevo, sí que se perfecciona el embrujo sensorial. Un trabajo concienzudo y de una autora a tener en cuenta si lo que te va son las miserias estéticas.
Trailer de Earwig
Earwig: hipnosis audiovisual
Por qué ver Earwig
Un cuento lúgubre de casoplones abandonados, personas errantes y ruiditos inquietantes. La prima lejana de Los Otros con un extra de desgana vital.