Crítica de El amigo
Si algo demostró el documental con el que Gabriela Cowperthwaite se diera a conocer, Blackfish, fue la habilidad de la cineasta a la hora de sacar a relucir emociones. Por tanto, que esta sea su nueva propuesta no debería sorprender a nadie. Y es que, partiendo de una historia real, El amigo habla de una pareja con dos hijas, cuyo mundo se derrumba cuando a ella le diagnostican un cáncer terminal. Y de un amigo que lo deja todo para acudir en su ayuda, convirtiéndose prácticamente en un integrante más de esa familia, viviendo con ellos y todo. Lo interesante de la propuesta está, pues, en ver qué tal le sienta a un drama de semejante calibre, la aproximación a priori algo más rigurosa de Cowperthwaite. Una directora que ya había dado pistas con su anterior (y primer) salto a la ficción: Megan Leavey había intentado mezclar un arrancapañuelos bastante burdo (mascotas de por medio) con un cine más comprometido (guerra de Iraq). Noble, aunque quizá demasiado ambiciosa. Las dimensiones de El amigo quizá se antojen más amables: más espacio para que las emociones respiren, para que la película se desarrolle con naturalidad gracias a un argumento de menores miras y mayor calado humano. Y bueno, cierto es que siendo una película bastante canónica, y que no tiene demasiado que aportar a la temática (nada que ver con, por ejemplo, la desequilibrante Hope), acaba antojándose algo distinta.
Sin ir más lejos, porque rompe la linealidad del entramado, que se va construyendo a base de saltos antes y después del diagnóstico, con su fundido a negro y la fecha exacta en que tiene lugar la acción. Pero también porque por mucho que no pretenda disimular su voluntad de sacalágrimas, ofrece un toque (algo) distinto… aunque no estoy muy seguro de que sea el que El amigo buscaba. No hay que ser un genio para intuir que gracias al tercer personaje cambien un poco las cosas. Esta inesperada nueva forma de unidad familiar se traduce en un extra de interés que la película explota ya desde su prólogo: a punto de darse una situación muy intensa en el interior de una habitación, el interés se va hacia el porche de la casa, en que el amigo está sentado, alejado de una revelación íntima y exclusiva de los cuatro integrantes de la familia. Una escena que se descubre como una metáfora de las emociones que despierta en el espectador: por mucho que dicho amigo haya convivido con la familia desde los compases iniciales de la enfermedad, el momento que es justamente más familiar le es vetado, porque en el fondo es un extraño. Insisto, no creo que sean esas las intenciones, pero lo cierto es que la figura de este personaje en todo momento queda como un quiste, un añadido (¿o un tumor?), y así lo retrata Cowperthwaite, posando la cámara unas décimas más de lo esperado en él, mientras contempla desde la distancia el grueso de la acción.
De este modo, el amigo no acaba de cuajar como tal, el espectador no consigue relajarse con su presencia y acaba dudando de sus intenciones verdaderas: ¿ayuda de manera desinteresada, o porque ya le va bien dejar su vida de mierda y encontrar cobijo en una casa muy por encima de sus posibilidades? ¿Lo hace porque le une una amistad sincera con la pareja, o porque se siente atraído por ella al principio, e incluso por él al final? No me lo invento, El amigo manda guiños sin disimulo a tales hipótesis. Pero lo hace de manera casi anecdótica, inconsciente del peso que en realidad les puede llegar a otorgar el espectador. Y a lo tonto, convierten a la película en una rara avis que se consume con mucha mayor actividad neuronal de la que, en verdad, se merecería.
Porque más allá de esto, El amigo es bastante vulgar y corriente. A nivel formal es todo lo correcta que puede ser, pero porque adopta el de cualquier otra película de ese mal llamado género indie. La contrapartida es que no cuenta con ningún pasaje para el recuerdo, lo que se hace muy cuesta arriba habida cuenta de un metraje que rebasa las dos horas. Si consigue que perdure en la memoria de su público, es por las interpretaciones de su trío protagonista: Dakota Johnson y Casey Affleck como pareja, Jason Segel como quiste. Los tres confirman una vez más sus dotes interpretativas, con una mención muy especial para «el bueno de los Affleck» (sobre quien carga el mayo peso dramático). Nada más en el horizonte para una película que en España no pasará por salas, y justo me parece: se trata de una película correcta, de cierto interés si se quiere jugar al amigo-invasor, pero que no hubiese justificado el precio de una entrada. Eso sí, en el salón de tu casa puede que no suenen con todo su esplendor las canciones de los Led Zeppelin de su BSO.
Trailer de El amigo
Crítica de El amigo (Our Friend)
Por qué ver (o no) El amigo
Correcto y poco más drama sobre el cáncer sin mucho nada que destacar a excepción de su trío protagonista. Ahora bien, si se le extrae un discurso extraño y que probablemente no entraba en sus planes, gana enteros.