Crítica de El ángel
Cada cierto tiempo, Argentina manda a los Oscars un thriller sobre alguna de sus historias reales, consiguiendo que público de cualquier parte del mundo sepa un poco más del país. Para bien o para mal, ya no sé: entre El clan y El ángel, vaya personajes se nos han ido presentando en los últimos años. En este caso, un criminal que cuenta en con el dudoso honor de ser el preso de que más años lleva en una cárcel argentina. Y cito la película de 2015 porque los parecidos no son pocos: como entonces, se vuelve atrás en el tiempo (ahora a la década de los 70). Y como en aquélla, se adopta aquí un estilo molón, que hará las delicias de Tarantino, para presentar a unos personajes ambiguos a los ojos del espectador: claro, son malos, qué duda cabe. En El ángel más todavía, no hay apenas espacio para la redención de su protagonista. Pero cae bien.
Oh, un último nexo de unión entre ambas películas: Luis Ortega, responsable de la que nos ocupa, es también el creador de la serie Historia de un clan, estrenada el mismo año y hablando de lo mismo que su homónima cinematográfica, dirigida por Pablo Trapero. Qué cosas. Ahora sí, al lío.
Un chico joven y de angelical aspecto (Lorenzo Ferro), se dedica a entrar en casas ajenas, robar, y dejar su botín por ahí en cuanto se canse de él. No siente aprecio por nada, ni remordimiento alguno. Para él, el robo es una forma de vida. Hasta que conoce a otro chico (Chino Darín), un atractivo compañero del colegio, que a su vez le presenta a su familia, para llevar el crimen un paso más allá: ahora se pueden organizar, y sacar mayor tajada.
Empieza así una trama sobre… el mal, en definitiva. Y la conciencia de los actos de cada uno. Y sobre la opresión de una época, aunque en verdad bien podría referirse a la que sigue existiendo por más que la sociedad se las dé de avanzada y progresista. Miríada de temáticas presentadas de forma aparentemente liviana: montaje, música… El ángel comparte el buen rollo de Reservoir Dogs, los colores de Guy Ritchie y el morbo soterrado del Almódovar que no se centra abiertamente en él (que si no, nadie puede acercarse al manchego). Pero en realidad, hiela la sangre: destruye por dentro ver la absoluta inconciencia con la que su protagonista realiza crímenes de cuidado. Como se cree sus propias mentiras para vivir una fábula de felicidad en medio de un mundo violento, porque él mismo lo está haciendo así. Como a todo joven, tan sólo le afecta lo que ataca directamente a su corazón, o más bien a sus hormonas. Otro mensaje, por cierto, sobre la moralidad de las nuevas generaciones.
Estimulante fresco, qué duda cabe, que sin embargo se plasma con luces y sombras. A los aciertos que hemos venido comentando (y que se le añaden interpretaciones acertadas y la buena mano de Ortega tras la cámara), se corresponde un metraje dilatado en exceso, que en no pocas ocasiones se torna reiterativo conforme el film parece perder su rumbo y conformarse en una simplona posición de película de granujas. Sensaciones que restan un impacto ya de por sí cuestionable: la balanza cae del buenrollismo en todo momento, hasta el punto de contagiar la despreocupación del protagonismo en lugar de la gravedad de sus actos. Suele ocurrir cuando se apuesta por el videoclip, lo retro, lo pulp. Pero una cosa es que lo haga Tarantino con una ficción sobre conductores asesinos, y otra que se trate de un gravísimo caso real que implicó muertes, no precisamente indoloras, y fechorías de todo tipo. Máxime cuando, además, se pretendía hacer un estudio sobre la psicología del ángel en cuestión, que queda en un plano demasiado superficial. Queda en entretenimiento impecable, daba para algo más grande.
Trailer de El ángel
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Más que correcta película de atracos y criminales con regusto setentero y deudor de Tarantino. Lástima que no deje prácticamente poso alguno.