Crítica de El caso Heineken (Kidnapping Mr. Heineken)

Esta semana se estrena en salas Kidnapping Mr. Heineken, traducida en España como El caso Heineken. Puede que a los espectadores más jóvenes o despistados les suene el título como una vaga referencia a la marca de cerveza. ¿Pura coincidencia? Pues no. Para contextualizar mejor este asunto, debemos remitirnos a los hechos históricos: en noviembre de 1983, Alfred «Freddy» Heineken, dueño de la cuarta empresa de bebidas alcohólicas más importante del mundo, fue secuestrado junto a su chofer por un grupo de individuos armados y aparentemente bien organizados, quienes, tras varias semanas de espera y tensión, obtuvieron una cifra exorbitante en concepto del rescate (se dice que la más elevada de la época). Sin embargo, el dinero no pudo ser bien aprovechado por los cinco secuestradores, pues fueron cayendo uno a uno en manos de la Interpol —el más suertudo, Frans Meijer, logró escapar a Paraguay, donde llevó una vida feliz durante cerca de diez años, con mujer y tres hijos, hasta ser descubierto y detenido bajo identidad falsa—.

Partiendo de esta premisa, con el morbo añadido que suscita en los potenciales espectadores el encabezado Basado en hechos reales, Daniel Alfredson, conocido por la adaptación de la segunda y la tercera parte de la saga Millennium, se encarga de la dirección —a los más perspicaces les sonará el apellido, dado que este es el hermano mayor de Tomas, quien firmó la estupenda y muy recomendable Déjame entrar (2009)— de la segunda incursión en la mencionada «anécdota» del magnate cervecero. Siguiendo la manida mecánica de los remakes/reboots/sequels y quizás demostrando una vez más la angustiosa carencia creativa del cine mayoritario, en 2011 se estrenó 21 days: The Heineken kidnapping, protagonizada por Rutger Hauer (Sí, el replicante Roy Batty de Blade Runner, obra también muy susceptible de ser retomada). En esta nueva versión, se ha optado por actores más reconocibles por el gran público, como Sir Anthony Hopkins (sobra presentación), Jim Sturgess (La mejor oferta) o Sam Worthington (Avatar), para garantizar unas ganancias dignas en taquilla.

La película abre con un primer plano de Hopkins, como excusa para recordarnos que el paso de los años nada tiene que ver —acaso influye positivamente— con las capacidades actorales. A sus casi 80 años, el británico continúa aportando solidez a cualquier proyecto en que trabaje, pues no hay película —buena o malísima— en la que no demuestre su enorme talento (en detrimento de, por ejemplo, el caso de Robert De Niro). Es, sin ninguna duda, lo mejor de los 95 minutos de metraje. En este thriller, se nos cuenta nuevamente la historia del secuestro, desde el punto de vista de los criminales, de quienes el espectador intuye una vida difícil y la voluntad de salir de la marginalidad y abrirse paso a cualquier precio, evocando muy vagamente la picaresca del grupo de Trainspotting (Danny Boyle, 1996). Ni la (poca) profundidad indentitaria de los personajes de Worthington y Sturgess —rostros más conocidos— ni la enunciación de algunos pequeños motivos de empatía al espectador consiguen provocar una honda emoción ante el resultado exitoso de su plan y su escape de las autoridades, más allá de cuestiones morales. Toda la energía de la película se invierte en un par de escenas de acción y, sobre todo, en mostrar cómo la tensión psicológica va derribando la paciencia y la salud mental de los secuestradores, un tema muy interesante que podría haberse explotado más y mejor, pero lamentablemente acaba desaprovechándose, ya que, a pesar de presentarse escenarios de decisiones que comprometen la noción individual y social sobre el Bien y el Mal, nos encontramos ante personajes maniqueos y bidimensionales. En cualquier caso, la película es entretenida, cumple su función de producto correctamente elaborado para ver sin prestar demasiada atención y olvidar pasado algún tiempo. Durante El caso Heineken el espectador medio no se va a aburrir —seamos francos—, pero tampoco va a tener mucho que contar al salir de la sala.

6/10

Por Luis Enrique Forero
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