Crítica de El Cid (primera temporada – Amazon Prime Video)
Qué mala suerte ha tenido El Cid. La serie española más importante, la más ambiciosa y espectacular de los últimos años, la llamada a ser mejor producto televisivo… ha ido a coincidir en el tiempo con Antidisturbios. ¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? Nada, a priori, es cierto. No puede compararse la adaptación de la historia de Rodrigo Díaz de Vivar, con el thriller sobre un grupo de policías envuelto en desahucios sospechosos. Sin embargo, lo que sí pone en evidencia la segunda, es que tanto da que se cuente con los mejores parajes de Soria, Burgos, Teruel, Madrid y Zaragoza, como que se ruede en el interior de un bar de mala muerte: al final, lo que importa es que haya alguien detrás de la cámara con la capacidad de ofrecer un producto con calidad, y también personalidad. De lo primero, El Cid va sobrado. De lo segundo se queda corto. Y a lo mejor, de no existir la serie de Rodrigo Sorogoyen tampoco nos habríamos dado cuenta. Pero, ah, mala suerte: Antidisturbios muestra al espectador español que otro tipo de serie es posible, nos coge de la mano y nos lleva al siguiente nivel. Y la épica de Prime Video se queda rezagada, no pasa de nivel y se queda en la liga del …para ser española… Y le pasa factura.
También es cierto que no es de falta de firma formal de lo único que peca esta épica de cinco episodios (de momento) creada por José Velasco y Luis Arranz. La sombra de Juego de tronos es alargada y, como era de esperar con tan sólo ver el aspecto de Jaime Lorente, los parecidos entre El Cid y la serie de la HBO no es que pasen desapercibidos, precisamente. La historia de este nuestro Jon Nieve castizo, es muy similar a la que ideara George Martin. Y como en aquella, por los pasillos del castillo del rey Fernando I se cuecen intrigas palaciegas, incestos y traiciones de todo tipo. Hay lenguas viperinas, poderosos hombres de fe, y herederos a trono podridos. Cierto es que la serie que nos ocupa exuda denominación de origen, que se muestra mucho más contenida y pretendidamente realista que la de los dragones y zombies. Pero todas y cada una de sus tramas, todas las descripciones de personajes, la mayoría de situaciones que se alejan de la fidelidad de la historia original, guardan más de uno y de dos puntos en común. Y esto también le pasa factura.
Todo ello desemboca en una serie que quiere galopar, pero sólo consigue ir al trote. Que tampoco es moco de pavo, ojo. Sabido es que a grandes inversiones, menores señas autorales: no estará Amazon como para jugársela con un El Cid arty, comprometido política o socialmente, o vaya usted a saber. Tras las cámaras se ha colocado a gente ducha en materia (al principal director, Miguel Alcantud se le encargaron episodios de El internado, Águila roja o El ministerio del tiempo, sin ir más lejos), y su trabajo es impersonal, sí. Impecable, también. La serie se antoja vistosa con sus excelentes vestuarios, parajes y efectos especiales, al tiempo que se aleja de todo atisbo de cuestión moral. El reparto cumple, sin que nadie sobresalga por encima de la media… en fin, se trata de una serie que cumple sobradamente, pero no sacará al espectador de su zona de confort en ningún momento. Ya es. Aunque suponga ir al trote.
Como al trote se va desarrollando una historia que, en sus capítulos centrales, peca de perder un poco el norte. Lejos de las complicadas intrincaciones políticas entre Desembarco de Rey, Altojardín y toda la mandanga, El Cid cuenta con una trama principal mucho más sencilla. No justifica, de hecho, cinco episodios. Y se nota. Allá por los capítulos 3 y 4, las conspiraciones contra el rey se hacen repetitivas y monótonas, pierden toda su chicha. Y sin embargo, se les da la preeminencia suficiente como para relegar al propio Campeador al olvido durante muchos minutos. Y cada vez que El Cid deja de ir del Cid, pierde enteros por mucho que compense un reparto de categoría.
A lo mejor estoy sonando demasiado tremendista, y no es el caso. La serie que nos ocupa tiene errores, pero pese a ellos se sigue en líneas generales con interés. Se disfruta. Quizá no lo suficiente como para enamorar a nadie, pero se le debe reconocer el esfuerzo, y el coraje por llevar a buen puerto semejante pirueta: al final, se ha querido acercar al público mayoritario una historia ancestral con un lavado de cara de aúpa. Rodrigo Díaz de Vivar tiene potencial de sobras para acabar equiparándose a Ragnar de Vikings o a… bueno, o a Jon Nieve. A poco que se confirme la segunda temporada (esta primera temporada no deja de ser una introducción del que puede ser un buque insignia de Prime Video) tiene margen de sobra para reforzar su personalidad, alejarse de Invernalia, y tomar más decisiones desde detrás de la cámara.
Y en el fondo, sólo ha tenido la mala suerte de coincidir con la que, digámoslo ya, sí es la mejor serie española de todos los tiempos. Sorogoyen ha vencido una batalla de la que el Campeador ya se veía vencedor.
Trailer de El Cid (2020 – Amazon Prime Video)
Reseña de El Cid (2020)
La primera temporada de El Cid en pocas palabras
Vistosa y más que correcta serie que, sin embargo, no da la estocada por su falta de personalidad condicionada por lo ambicioso del proyecto. Encorsetada y previsible tanto en lo formal como en lo argumental, pues, pero en cualquier caso disfrutable.