Crítica de El estudiante

Es cuando uno se sienta en su silla de escritorio ante el ordenador, dispuesto a escribir una crítica sobre algo como «El estudiante», que se da cuenta que a veces la autopista que se extiende desde el cerebro hasta las puntas de los dedos no sólo es muy corta sino que además está surcada por seis enormes carriles por los que corren con facilidad insultante todo tipo de improperios y descalificaciones hacia el producto en cuestión: no quiero extenderme demasiado en esta (mal llamada) película y aun así creo que no voy a poder evitarlo. Me sabe mal pegar a un niñato lisiado como es «El estudiante», pero es lo que hay. Oh, Dios, los descalificativos se agolpan por salir. Chicos, chicas, esto es muy fácil: «El estudiante» es Mierda.
Por poner un poco en antecedentes, contar que se trata de una película mejicana, nueva muestra del divorcio sangrante entre industria (que la ha sepultado en premios), y crítica (que la ha puesto a caer de un burro), y público (que la ha colmado a entradas en taquilla). Que narra la historia de un septuagenario que lucha contra los elementos adversos de la sociedad para volver a pisar los suelos de la Universidad, esta vez de cara a estudiar literatura (y tomarse sus cervecitas en el bareto, tener sus conversaciones de chicas con los coleguillas, hacer sus intercambios de cedés) y de paso ahondar en la lectura de «El Quijote». Sí, así de simple es la capacidad simbólica de «El estudiante», adornada por un sinfín de rimbombantes metáforas de un nivel tan rematadamente ultratúmbico que harían sonrojar a cualquier poeta quinceañero de fotolog.


Mirad, ¿sabéis qué? Lo he intentado, he tratado de construir una crítica más o menos lógica y legible, pero creo que desisto. En este punto casi que va a ser mejor dejar que las descripciones puras y duras de lo que ocurre en pantalla durante esos 100 minutos se expliquen por sí solas y opto por la mera enumeración: «El estudiante» es blanda, irritantemente bienintencionada, de un buenismo obtuso y que termina logrando el efecto contrario. Cabrear.
Sentimentaloide, escuela culebrón de novelucha para maruja cincuentona solitaria, rama «ternura en la tercera edad», que es la más irritante de todas las ternuras, la principal causa del enriquecimiento de los fabricantes de insulina. Cursi, apastelada, babosa y relamida en su presentación de los sentimientos; simplona en sus mecanismos emotivos; desesperadamente básica en la articulación de los géneros populares comedia/melodrama/costumbrismo y, para más cojones, absolutamente ajena a sus propias limitaciones. Es como si «Médico de familia» se creyera «Mad Men», o como si «Gigli» se creyera «El padrino».

Condescendiente, complaciente y autocomplaciente; conciliadora como un cura de pueblo. Con un guión infraescrito, ultraprevisible en el desarrollo del argumento; para una caterva de personajes que no son tal, sino meros estereotipos con patas, privados de cualquier atributo humano y desarrollo lógico; y adornado, temeraria voluntad lírica, con monólogos pseudoprofundos y abundantes discursos motivacionales (sí, motivan muchas cosas, pero pocas de ellas no constituyen delito). Trufado de ítems calamitosos del estilo «superación personal», «sobreponerse a las adversidades», «todos tenemos algo bueno en el interior», «los jóvenes y los ancianos pueden llegar a entenderse, porque la belleza está en la persona, no en su edad». Todo una simple colección de expresiones tipo «mariposas en el estómago» (literal) o frases del calibre de «muchachos, vamos a tocar como nunca porque quizá esta sea la última vez» o «dar vida es la entrega que más vale la pena vivir y sufrir» (quién dijo antiabortismo). Sí, «El estudiante» no sólo es una subpelícula (más bien un anuncio de caramelos toffe, o de turrón, o así) apolillada, pasada de moda, llegada de un tiempo que afortunadamente se había extinguido ya -o eso parecía-. No, «El estudiante» es, para colmo, un producto que atufa a reaccionario, a derechoso, a tradicional en la más tenebrosa de sus acepciones. Mi teoría es que busca la idiotización del espectador, a la que sucederá la destrucción de su sentido crítico, para desde ahí construir desde cero, modelarle a partir de la fe en esos valores tradicionales de los que hablaba. Por lo menos Leni Rieffenstahl no engañaba a nadie.
Es sólo una teoría. Prosigo.
La realización de Roberto Girault es de saldo, de mercadillo. Inexistente en criterios de planificación (larga vida a la acumulación de secuencias una tras otra sin ninguna voluntad más que intentar evocar lo que son «las películas de verdad») y totalmente ausente cuando hay que dirigir actores. Con una elección de los recursos expresivos ingenua, mema y hortera (esas voces en off, esos travellings circulares, ese primer plano del protagonista a moco tendido), una música insufrible y afectada, unas interpretaciones de grupo de teatro amateur y un único objetivo entre ceja y ceja: refreír todo lo que se pueda esas películas tan bonitas que enseñan lecciones de vida. Sí, «El club de los poetas muertos» hizo mucho daño.
Y esto ya es una cuestión personal. Una tocada de glándulas en toda regla: para terminarlo de rematar todo, y por si fuera poco, «El estudiante» aboga por la defensa de los mimos callejeros (los califica de «obra de arte») y hasta los hace aparecer en pantalla en más de uno, y de dos momentos. Me da relativamente igual toda la boñiga de la que os he hablado hasta ahora, pero eso, señores, no tiene perdón de Dios.

Sin embargo haré un ejercicio de sinceridad para conmigo mismo. Lo cierto es que, mimos a parte, y a pesar de que la película divierte cuando se pone melodramática, irrita cuando se pone divertida y desquicia cuando se pone tierna, casi que al final la cosa hasta engancha. Y es que uno avanza por los minutos de «El estudiante», aun a riesgo de sufrir un colapso diabético, por la curiosidad malsana y morbosa de saber hasta dónde puede llegar todo esto; hasta dónde el Mal puede habitar en el seno del Bien sin que este último se percate de ello. Y además, como propina, se da solución a la hipotética pregunta ¿se le puede cariar a uno el corazón? Méjico tiene la respuesta.
Y no se me malinterprete. Apreciamos muchísimo a nuestros lectores mejicanos. Allí, como en todas partes, habrá gente majísima, bellísimas personas y personas indeseables; pero esto le provoca a uno ganas de invadir el país por las armas y sin prisioneros. Y es que por su culpa a mí se me ha formado una especie de densa pasta en la epiglotis que no logro sacarme ni con aguarrás y de cuyo amargo sabor no consigo deshacerme desde que vi la película.
El Cine va a «El estudiante» a morir.

0’5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. No, si algo así me esperaba yo. Aunque igual ese medio punto de más me ha sorprendido gratamente.
    Hay películas que deberían penar con cárcel.

  2. Mimos, dude. Mimos

    Y Zack, es que aun no siendo mi estilo, hay un momento que uno de los personajes lleva unos pantalones bonitos. Con un corte francamente elegante, y un remate de las perneras muy conseguido. Ese '5 extra va para vestuario, por haber tenido tanto gusto a la hora de elegir esos pantalones.

  3. Yo tenía un profesor que por norma, si ponías bien el nombre y la fecha en un examen, te ponía un 1, porque no le gustaba eso de los ceros. Pero tengo un amigo que una vez sacó un 0,5, y claro, es que puso su nombre bien, pero se equivocó en la fecha. Era el 04/05 y el puso el 05/04.
    Así es la vida, si tiene un 0,5, lo tiene y punto.

  4. Pantalones… Equivocación en las fechas y los nombres?

    John Galiano?

  5. ¿Una peli con éxito de público, adorada por la industria y aborrecida por la crítica? ¿Cúando se ha visto eso, por el amor de Dios?
    En España sí que sabemos hacer bien las cosas, amigos mejicanos. Tomad nota cuando se extrene "Torrente 4".

  6. Pero mimos… mimos? (XD, perdona, es para hacerte rabiar, que sé que cuando te dicen la palabra mimo te dan ganas de matar a un gatito)

  7. Lo de "Torrente 4" sí que va a ser para coger un pincho oxidado y clavárselo. Pero no en el glúteo, no: en el ojo y hasta la nuca.

    Ay, qué bien lo vamos a pasar

  8. Ah, tranquilo, Capi, lo tengo controlado. Siempre tengo a mano una caja de gatetes y los voy despescuezando cada vez que oigo la maldita palabra.
    En el transcurso de la peli maté siete y mientras he ido escribiendo estos comentarios, tres mas.
    Mira, ahí va otro

  9. Pues a mí me da lo mimo…

  10. meowwGGGGGGGHHHHJJJJJ!!!

  11. Ya viendo el trailer me pareció estúpida, cursi e insípida, una novelita estudiantil mexicana de TV de las 2:00 de la tarde. Me imagino que cuando la estaban haciendo pensaban que estaban haciendo algo aleccionador y reflexivo para las nuevas generaciones. La hubieran hecho en 3D, tal vez así hubiese servido de algo. :-S, aunque si la hubiesen hecho en 5D igual sería una tremenda y soberana caga…

  12. XDD
    Muy divertida la crítica. Yo durante un instante, provocado por el pastel azucarado del que veníamos, estaba confundiendo "mimos" con el sustantivo del verbo mimar: "…..mimos callejeros????!!!!", estaba flipando… Ha durado un instante pero me he reido un montón imaginando escenas… ;))

  13. meowwGGGGGGGHHHHJJJJJ!!! (bis)

    ¿Oye, qué tenéis contra los gatetes, que me seguís obligando a matar uno cada vez?

    Y no, Syd, (tono de solemnidad tremendérrima) yo no me río. No es un tema de risas. (Tono de cyborg asesino) se acabaron las risas

    Muerte

    a

    los

    m… mmmm… m…

  14. Juas, a mí me pasó lo mismo que a Syd! Ay, mierda, que las risas estaban prohibidas. Tsk, ni que hubiera pasado un mim……

  15. True story:
    "Capitán Spaulding dijo: No… mimos??
    John "Bluto" Blutarsky dijo: Mimos, dude. Mimos"

    Al llegar aquí, yo todavía me pensaba que Bluto hablaba de "mimos callejeros", tipo "estoy en la cola del super descargando el carro y la dependienta me acaricia tiernamente la cara al darme el cambio" o "cruzo la calle y el urbano del paso del cebra me da un achuchoncito reconfortante" o el bebito de la sra de al lado en el metro me besa inesperedeamente aprovechando la inercia de un frenazo"…brrrroooooaaaugggghhhhhh… (potonomatopeya de pacharán, por si no es clara, dulzona, dulzona).
    Creía que le ofrecías mimitos a Bluto por el glucopestiño que se acababa de zampar y que él, convalesciente, decía, "si, dude, mimos", cachorritos taaaan tiernos como pa colgaros en el youtube. Y yo, jijijaja, "qué divers que están hoy".

    "Capitán Spaulding dijo: Pero mimos… mimos? (XD, perdona, es para hacerte rabiar, que sé que cuando te dicen la palabra mimo te dan ganas de matar a un gatito)"

    Este comentario lo entró el subconsiciente de Spaulding para sacarnos de un patadón a tod@s los que estábamos en Planeta Mimitos tan content@s y lanzarnos al averno de Bluto-KittyKill's Land. Hard live.

    Bluto, 10 mimos y con este 11. "The Search: Blutarsky needs kitties".

    Las mimas tampoco te molan? Y tú? Mimas? Eres mimoso mimante o sólo mimador? Pues a mi cuando te me plantas delante de un salto cual chuchito entusiasta y babeante arf, arf, arf me sale hacerte mimitos…

  16. Vale, esto se está complicando. Amén de decir que me he hecho un ingenio tipo Wallace&Gromit para matar gatetes a nivel industrial y empquetar el resultado directamente para la fábrica de Oscar Mayer, vamos a sentar unas "reglas de suelo".

    A partir de ahora, esos irritantes tipos que hacen el idiota por las calles y se quieren llamar actores cuando lo único que son es burdos explotadores de clichés de primero de escuela del teatro, esos tipos serán llamados MEMOS (Mediocres Embaucadores Muy Ostiables).

    Mientras que esos sentimientos de expresión afectiva física que tanto Capi como yo rezumamos (en ocasiones hasta el uno con el otro) por todos los poros de nuestras correosas epidermis, a esos les llamaremos SEXA (Sentimiento EXtremo de Afecto). Bueno, vale, a esos MIMOS, que con la medida anterior, la palabra ha quedado libre de toda carga negativa…

    Hace?

    Pues ale, MIMOS para todos (la comunidad gatuna acaba de agradecérmelo)

  17. Muy bien, John, buena idea: memos y mimos. Aunque lo de sexa tb molaba pero se hacía más compli según el contexto ("quieres sexitas" ????, "hazme sexitas" ?????… feminizarlo no funciona).

    Si es que se te lanza un mimo al aire y cagas una idea!

    jeu, Blutito, jeu… arf arf

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