Crítica de El futuro
Hay algo que me jode más que el cine que, a pesar de ser joven, se ve envejecido. Y eso son las películas que me hacen sentir viejo a pesar de no haber cumplido aún los treinta. Mal asunto para El futuro, habida cuenta de que Miranda July debería ser firme candidata para satisfacer todos mis sueños, lícitos o no, relacionados con la parte viril o asexual (según) de mi vertiente cultureta. Gafapástico que es uno. Miranda July es músico, cineasta y performer, bailarina y actriz muy alter, tiene una mirada clara y deslumbrante como la nieve de Sundance y se le intuye un geniecillo capaz de amilanar a siete hombres. A siete hombres de esos que enarbolan la bandera de lo indie mientras se van adscribiendo a cada movimiento alternativo según surge. Una self made woman que, para colmo, se parece a Annie Clark.
Y sin embargo, ouch, algo hay en El futuro, su second coming tras su maravilla-película Tú, yo y todos los demás, que no termina de cuajar. El centro orbital narrativo es el clásico corazón de alcachofa de toda historia de pareja en la treintena: amor/crisis. Pasión/rutina. Esperanzas/realidad. Una historia más vieja que el mundo. El tono, el de la independencia radical accesible (existe) que -años después de que la etiqueta se haya desvaído- sigue rascando maneras mumblecore. El hecho diferencial, un enfoque en el que lo fantástico se cuela un poco disimuladamente y se integra en el costumbrismo generacional ese por la puerta de atrás. Pero haciendo ruido. De oxidado. Más concretamente, a través de un ser divino personificado en la Luna (sic) y especialmente mediante la figura de un gato (en off todo él excepto dos de sus patas), poca metáfora de un hijo por venir que parlotea con la voz de la propia July, catalizador y símbolo de los meandros de la relación sentimental entre los dos personajes homínidos.
No funciona. Por culpa probablemente de una cierta falta de rodaje, July no se expresa con la contundencia que debería justificar el uso de un recurso tan arriesgado. Probablemente la directora quiera jugar la baza del choque (un gato que piensa en inglés, vale) esgrimiendo una cierta coartada autoral, bizarra en la medida que uno quiera, pero la inseguridad lleva a la superficialidad, de modo que las formas no logran ser refrendadas por un texto con sustancia. En otras palabras, la reflexiones gatunas terminan siendo obvias, poco nutritivas y hasta redundantes. Sus apariciones, en clave de inserto intrusista, terminan por restar coherencia al conjunto.
Y a la opción ética y estética, que se mueve entre la espontaneidad y el engolamiento. Nuevo ejemplo de indies lacónicos de lacónicas vidas, El futuro se permite reflexionar sobre los ítems habituales, presuntamente ligados a la llegada a la edad adulta, y hacerlo desde el punto de vista más o menos esperable. De modo que uno termina compartiendo unos Kellog’s matutinos o una sesión de danza moderna ante el espejo con esa pareja mientras ellos, con complicidad, chillan en voz baja sus miserias cotidianas: frustraciones, anhelos, sueños incumplidos.
Bien, aun pareciendo un tanto pagada de sí misma, la película retrata de nuevo esta nuestra generación nadando con fluidez entre el naturalismo y la alegoría, controlando las herramientas estilísticas (parquedad en los diálogos, economía de planos, interpretaciones ascéticas) y temáticas habituales (existencialismo de bolsillo en forma de comedia sentimental agridulce) para mostrarse icónicamente fatalista y ácida o bien receptiva y cálida, mesuradamente cute, hacia su target potencial. Y a pesar de en ocasiones agotar el recurso, gastar el plano hasta llevarlo hasta una vulgarizante apatía formal, sus mesuradas dosis de freakofilia pueden llegar a encandilar a quien se encapriche de ella y no esté muy al tanto de la carrera de fondo que lleva corriendo esto del cine independiente americano desde que John Cassavetes decidió cambiar su último juguete por su primera cámara.
Vamos, puro material de querencia thirtysomething que sin embargo, como dice Beckett, hace soñar con un cine indie que ni fu ni fa. Porque El futuro es cine fresquito, sacado del congelador del súper, pero envasado en porexpán y albal. O eso o, vamos, que me estaré haciendo viejo de verdad.
6/10
XDDDDD