Crítica de El hoyo
Debut en la dirección que se lleva, allá por octubre de 2019, el premio a la mejor película del año en un festival, el de cine fantástico de Sitges, que nunca antes había otorgado a una española con su máximo galardón. Estreno, meses después, en Netflix, donde alcanza en seguida el primer puesto de visionados no sólo en España, sino en varios otros países. Entre ellos los USA, nada menos. Mucho bombo como para que dejáramos El hoyo libre de reseña casera, ¿no? Máxime cuando nos declaramos fans del género. Francamente, teníamos muchas ganas de saber si tanto ruido estaba merecido. Si Iván Massagué iba a encontrar redención tras haber protagonizado, un año antes también en Sitges, una de las peores películas del certamen como fue El año de la plaga. Y bueno, la respuesta rápida es sí a todo. Pero luego entran en liza los matices.
Digámoslo de entrada para no llevar al engaño: el director Galder Gaztelu-Urrutia y los guionistas David Desola y Pedro Rivero se han sacado de la chistera una película no sólo atrevida y a contracorriente, sino retadora y sorprendente en muchos sentidos. El hoyo quiere ser incómoda desde sus primeros compases y, por ello, sitúa la acción en un lugar indefinido (algo así como un Cube pero sin puzles matemáticos) y la hace arrancar de manera abrupta. Poco o nada sabemos de lo que hay más allá, ni falta que nos hace: de inmediato se empieza a enarbolar una gran parábola sobre las diferencias de clases sociales, eso de que el hombre es lobo para el hombre, lo condenada que está la humanidad y toda la pesca. Sin querer desvelar más de lo necesario, nos encontramos en una enorme construcción con diversos pisos conectados entre sí únicamente por un gran hueco por el que, una vez al día, va bajando una gran bandeja a rebosar de comida. Cantidad que, claro, se va reduciendo conforme va bajando de piso en piso. Poco más que eso y un mesiánico héroe por accidente (Massagué) necesita Gaztelu-Urrutia para dar forma a su pesadilla.
Pero por aquí, por la forma, es por donde se puede empezar a matizar. Obsesionada con su voluntad de impactar a toda costa y en todos los sentidos, El hoyo apuesta por un exceso de fealdad, vaya a ser que alguien se quede sin captar al 100% su disertación sobre el asqueroso ser humano. Todo en ella es desagradable, y al estar tan bien hecha a nivel técnico, da en la diana de todas todas. Es una decisión artística de una película que, luego, se mantiene estrictamente fiel a sí misma. Así que nada que reprochar. Pero quizá cabría preguntarse si reducir el número de complicaciones digestivas a su público no le hubiera hecho ganar fuerza a su discurso crítico, en ocasiones condenado a un segundo plano. Claro que, a lo mejor, es una decisión estratégica para disimular su flojera argumental.
El segundo matiz es, de hecho, algo más delicado: conforme El hoyo progresa, empieza a despertar cierta sensación de agotamiento de fórmula. Va de más a menos, en definitiva, acabando algo más deslucida y con un tercio final en que ya gran parte de la ¿sutileza? inicial se ha perdido definitivamente en pos del salvajismo. Parece que de un punto en adelante, cuando ya no hay nada más que criticar, la película se enfrasca en subrayar su particular descenso a los infiernos sin mucho más que añadir, y reduciendo su trama a las consecuencias de la toma de decisión de un personaje bien interpretado, pero con menos lecturas de las que se cree. Problema menor, ojo; pero problema, a fin de cuentas.
Por lo que al final, lo que es una opera prima que, como tal, no es perfecta. ¡Nada más faltaría! Pero que también, como buen debut, rebosa de vigorosidad. El hoyo es una rareza de esas que cada vez más cuesta encontrar, un fenómeno con personalidad y voz. Que flaquee en su tercio final o tome ciertas decisiones que se le puedan cuestionar, no quita que deba ser vista, comentada, y convertida en el fenómeno que ya está siendo. Pero cuidado con el hype… y con la digestión.
Trailer de El hoyo
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Potente debut cinematográfico a medio camino entre Cube y 1984, cargado de mensaje crítico pero que se va desinflando conforme avanza. Eso sí, no llega a perder por ello una voz muy personal.
Ayer un brasileño que tengo en FB, su mujer y sus colegas se ciscaban en ella.
Me da a mi que era por ideologia. (El y su mujer son ultra pro-bolsonaro).
No la he visto porque no tengo (ni creo que tenga) Netflix.
Bueno, imagino que una persona de ideología contraria a la de la película tampoco encontrará aquí un insulto a su persona ni nada por el estilo, tampoco habría motivo para ponerla a caer de un burro. Pero si encima te gusta poco ver cosas asquerosas en pantalla ya…