Crítica de El impostor (The Imposter)

el impostor

Aunque cuando El impostor ha jugado sus cartas uno ya no sabe a quién o qué creer, en sus primeros compases se nos informa de, y se nos pide confiemos en la veracidad de, un extraño caso sucedido a mediados noventa. Muy extraño caso. De película de Hollywood, casi; es más, de película de Hollywood protagonizada por Angelina Jolie: varios años tras la desaparición de Nicholas Barclay, un adolescente de Texas, la policía informaba de haberlo encontrado solo y desorientado en algún punto de España. Se le reinsertó en la sociedad y se le reintegró en su familia, al lado de sus parientes más cercanos, ya víctimas de la desesperación a largo plazo, ahora contentos de haber recuperado al hijo perdido. El problema es que Nicholas no era Nicholas; era Frederic Bourdin, un impostor que, por no se sabe muy bien qué, había decidido suplantar al chaval. ¿Raro? Súmamente. Pero así se nos asegura que ocurrió, y la cuestión es que en virtud de la credibilidad que se le concede por defecto y acríticamente al género documental, no tenemos más remedio que zampárnoslo.

Así que sí, el debut largo del británico Bart Layton se inscribe en este tipo de historias stranger than fiction que, además, en un contexto audiovisual postmoderno han superado las hasta ahora lógicas reestricciones de la «pretendida» objetividad para convertirse en un producto más total.

El impostor sorprende de entrada por su soltura formal. Desde luego no es un documental al uso, aunque toma muchos de los recursos genéricos para explicar su conflicto principal: imágenes de archivo en VHS, fotografías y declaraciones de sus implicados. Pero se presenta sin ambages como si fuera un thriller puramente ficticio, una suerte de investigación policial, de drama psicologista y de radiografía sobre los sentimientos de pérdida y recuperación muy escorada hacia el suspense. Y cuestionable o no (el de las dramatizaciones es un recurso feo a muchísimos niveles), lo cierto es que la película atrapa con su mezcla de realidad cortante y reconstrucción bien parida: hay inteligencia y buen gusto detrás del uso de los ralentizados, de la fotografía etalonada y de los generales con grúa.

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Al fin y al cabo, Layton no se esconde de que lo suyo, además de contar unos ciertos hechos presuntamente reales también se quiere un constante juego formal y conceptual pensado para poner al público en una situación similar a la de los protagonistas de la historia; es decir, plantar la duda en el espectador respecto a lo que está viendo. Dicho de otra manera, El impostor es demagógica, manipuladora y engañosa, pero no lo esconde, porque precisamente por eso se caracteriza su juego. Por enseñar unas cartas para mientras tanto esconder otras y, con eso, macerar la sorpresa hasta el punto justo del giro argumental.

Parte de ello lo legitima, recordemos, la historia real que se esconde tras el documental, apasionante, tensa, alucinante, casi bizarra. Pero también el mensaje que se extrae de la película, plenamente reconocible y, por supuesto, universal. El impostor parte del recurso tradicional cinematográfico del robo de identidad para disertar sobre la necesidad de verse aceptado, pero también para reflexionar entorno al juego de poder sobre las expectativas del otro, concretado en ese placer por suplantar a alguien y doblegar a terceros. Y con todo ello, también se pone sobre la mesa esa necesidad humana de creer en algo cuando ya no hay nada en lo que creer, de agarrarse a la realidad aunque no sea satisfactoria y obviar las señales contradictorias en virtud de la necesidad afectiva.

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En realidad, al final la gran paradoja de la película es que su vertiente simbólica da vueltas entorno a la búsqueda de la identidad propia, centrándose en un tipo que intenta encontrar su auténtico ser aun recurriendo a técnicas que aparentemente podrían poner en crisis las nociones del yo. Lo cuál genera dos vías de reacción, una en virtud de la cual uno se plantea hasta qué punto fue todo una pantomima, un acuerdo tácito entre las partes para creerse la mentira por no enfrentar la realidad. La otra, de carácter moral, suscita una cierta compasión hacia el suplantador: sus actos no quedan justificados, pero tampoco se demoniza su figura y su persona en pos de un simplista linchamiento público.

En resumidas cuentas, en el fondo se le puede otorgar a El impostor la carga alegórica que uno quiera y al nivel que se prefiera: desde una esfera íntima, relativa a la persona, hasta una escala más global en la que la película ejercería de presunta gran metáfora sobre las necesidades sociales y la pervivencia de la hipocresía hasta en los estratos más íntimos. Pero con todo, lo que queda, y bien que así sea, es lo epidérmico, lo más inmediato: es este un documental que prioriza la audacia, la acción directa y el poder de lo extraño sobre todo lo demás. Y es este un documental, en fin, cuestionable en términos ortodoxos, pero también apasionante, entretenido y desafiante.

7’5/10

Por Xavi Roldan

Y en el DVD… 
Buena edición (en DVD únicamente, por eso) la que nos trae Cameo de esta no menos buena película. Un único disco, y una sola pista de audio con subtítulos tanto en castellano como en euskera, que permiten disfrutar a la perfección de la película si bien algunas escenas rodadas con cámaras digitales pierdan algo de calidad por el camino (debido a las limitaciones del formato).
Y un buen puñado de extras, en forma de:

  • Cápsulas que en su día sirvieron a modo de propaganda para la película (en todas ellas se acaba con un rótulo que informa de su próximo estreno en cines), a saber:
    – Rodando el impostor (4 minutos)
    – Conoce a Frédéric (5 minutos largos con declaraciones del director y del actor. Incluye sus audiciones previas)
    – Contando la historia (4 minutos centrados en la voluntad de la película por ser más thriller que documental)
    – Rodando el drama (5 minutos largos)
    – La música (3 minutos centrados en la BSO)
  • Making of: 30 minutos que vendrían a recopilar todo lo visto en las cápsulas previas, con alguna información adicional
  • Trailer
  • Ficha técnica y artística

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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