Crítica de El incendio

Aunque al director no le parezca bien la comparación, es inevitable pensar en Relatos salvajes al ver El incendio. Es cierto que, mientras en la primera todo es exagerado e incluso gore, aquí todo es mas contenido, pero ambas películas exudan la violencia intrínseca del mundo occidental contemporáneo.

Juan Schnitman, el director de la que nos ocupa, se centra en una anécdota para explicarnos su visión del amor, la pareja, de la diferencia de clases y en general de (cierta) sociedad argentina actual.

Lucía y Marcelo son una pareja de treintañeros que pasan por una crisis sentimental, provocada por el hastío y la incomunicación. Pese a ello, acaban de comprar un piso y tienen todo listo para mudarse. Un imprevisto hace que tengan que retrasar la mudanza un día más, lo que provocará que la llamita que amenazaba por destruir la relación se convierta en un verdadero incendio.

Rodada con el estilo de Cassavetes y, sobre todo, de la cámara cercana de los hermanos Dardenne, El incendio cuenta entre sus puntos fuertes con grandes interpretaciones y momentos que transmiten verdad, pero es lastrada por una excesiva verborrea y algunas soluciones narrativas que, si bien sobrecogedoras, no parecen encajar.

Pese a todo, la película logra trasladarnos muy bien una sensación de desasosiego, de desesperación vital y violencia, y es capaz, gracias a un guion muy trabajado, de convertir una pequeña historia en una reflexión más que interesante.
7/ 10

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