Crítica de El método Williams
¿Recordáis cuando se hizo viral un clip de Bohemian Rhapsody en el que salían a relucir todas sus vergüenzas? Se trataba de una charla entre varios personajes sentados a una mesa, y lo más flagrante del corte era un montaje atroz, que buscaba con obcecación las caras de todo quisqui a la que emitiesen un mínimo sonido (sin embargo, le pareció bien a la Academia, que le otorgó el Oscar por dicha categoría). Bien, a la que Will Smith, haciendo de padre de Venus y Serena Williams, acude a reuniones en clubs de tennis en busca de entrenadores para sus hijas, el pánico de que ocurra lo mismo se desata. Otra biopic con la mira puesta en los premios, historia bigger than life, escalada a la fama, grandes estadios a rebosar de gente… y reuniones alrededor de mesas. Son muchos los puntos en común entre la película que catapultó definitivamente a Rami Malek y El método Williams, pero podemos respirar con tranquilidad: la que nos ocupa le pega sopas con ondas en lo formal. Los planos se estiran un poquito más, el planteamiento es mucho más elegante y coherente en lo audiovisual… ¡Pfiu! Ahora bien, mucho me temo que ahí es donde acaba lo bueno.
Miento: cierto es que su reparto cumple. El Príncipe de Bal Air es prácticamente una caricatura, pero consigue contener sus histrionismos cuando toca elevar el tono, y regala algunos minutos que son de lo mejor de su carrera desde Ali. Aunjanue Ellis (su mujer en ficción) y el tándem Demi Singleton-Saniyya Sidney (las hermanas Williams) son personajes cálidos y convincentes, casi más que él incluso; y los entrenadores blancos (Tony Goldwyn y, principalmente, Josh Bernthal) generan empatía inmediata pese a lo estereotipado de sus alter egos. Salvan, sin duda, esta biopic que va como pollo sin cabeza, desviando su interés (y por tanto el del público) una y otra vez como constatando, demasiado tarde claro, que no tiene mucho nada que contar.
Y es que esta es la historia de las tenistas más famosas de la historia, las que lo revolucionaron todo en el mundo del tenis y del deporte en general. Pero también la de una dupla de referentes mundiales que salieron de Compton a base de remar contra la adversidad. Que se abrieron camino en un mundo predominantemente blanco. Y también del padre que ideó todo un plan maestro para que sus hijas triunfaran (y él y su familia se enriquecieran de paso, claro). Muchos frentes abiertos que generan dos males de manera natural: El método Williams es, por un lado, infinitamente larga; y por otro, incapaz de profundizar en ninguna de sus alternativas argumentales. Acaso por contar con producción de la propia familia Williams, por no atreverse, o porque realmente no hay mucho más donde rascar, el personaje que da título a la película no cruza ninguno de los umbrales a los que se asoma: padre de familia numerosa con escasez de recursos, idea un plan para salir de una situación casi precaria por vía de explotar a dos de sus hijas (llega a confesar que le dijo a su mujer que necesitaban dos hijas más para ser ricos). Suena a ambiguo, ¿no? Aka interesante para hacer una película a su alrededor. Pues olvidaos. De hecho, conforme progresa su metraje, El método Williams se va olvidando del propio Richard Williams. Por su parte, hermanas con infancia marcada por el entrenamiento extremo, rivalidad en ciernes cuando una centra más focos que la otra… nada. Simplemente, El método Williams opta por eliminar a una de las dos de la ecuación. A la postre, sólo cuando decide centrarse en la carrera de las Williams a la que no abandona, ya como tenista (a las puertas de ser) profesional, es cuando por fin genera cierto interés.
Y es que, por mucho que se haya querido vender como cinta en torno a la figura del padre; por mucho que intente hondear la bandera del pueblo negro abriéndose paso en un mundo blanco… al final, estamos ante una biopic sumamente vulgar, sin conflicto suficiente como para llevarse a las casi dos horas y media, y que no consigue deshacerse de ninguno de los lugares comunes endémicos del género. Esto, ya digo, acaba yendo sobre una persona con un don, que acabó triunfando gracias a ello. Como siempre. Como Bohemian Rhapsody. Formalmente mejor, pero igualmente predecible como película, y por tanto apática e impersonal… y olvidable.
Trailer de El método Williams
El método Williams: set en blanco. En su contra.
Por qué (no) ver El método Williams
Enésima biopic para el olvido inmediato que si por algo sorprende, es por su capacidad para desperdiciar todas y cada una de las maneras que apuntaba. El reparto hace lo que puede y compensa sólo parcialmente el desaguisado de estas dos horas y media sin pies ni cabeza, ni mucho menos interés.