Crítica de El padrastro (2009)
Tras haber aparecido ya en DVD (y en versión uncut) por los Estados Unidos, este viernes llega a nuestras carteleras el remake de «El padrastro«, de cuyo original os hablamos la pasada semana y que para su lavado de imagen sustituye a Terry O’Quinn por otro rostro televisivo de sobras conocido como es Dylan Walsh, el doctor Sean McNamara de la popular serie «Nip/Tuck». Completan el reparto Sela Ward («House»), Penn Badgley («Gossip Girl») y Amber Herad, a quienes dirige con, digámoslo ya, más bien poca suerte el especialista en series Nelson McCormick.
Ciertamente, las cosas no empiezan nada mal y abren de par en par las puertas a la esperanza: en un lavabo particular un hombre barbudo y salpicado de sangre se afeita, asea y pega una ducha. Salvo el pequeño desliz genital de la película original, dicha apertura se antoja incluso más fiel de lo esperado, al tiempo que demuestra que la elección del actor principal no podía ser más acertada (si algo sacamos en claro de la serie antes citada es la facilidad de Walsh por parecer un angelical hombre de familia de mirada tan imperturbable como benévola).
De hecho, si se obvia el factor entrañable se trata de un prólogo que supera sobradamente al de su hermana mayor, pues allí donde en aquella apenas se atisbaba la maldad de los actos iniciales de nuestro padrastro, en ésta la recreación es mucho mayor, deteniéndose en las miradas perdidas de los diversos niños de la familia recién asesinada, así como en la total falta de escrúpulos de un asesino que se detiene a picar algo antes de abandonar el edificio(1).
Al constatar que el guión de J.S. Cardone se sigue manteniendo más o menos fiel, las sensaciones positivas se siguen elevando, y se mantienen en alza hasta aproximadamente el minuto 9, cuando aparece el verdadero protagonista del film y todo se empieza a ir al traste al tiempo que se va constatando paulatinamente algo que antes tan sólo se intuía: que la cinta se toma demasiado en serio a sí misma.
Y es que este padrastro no se salva del afán remakeador actual, consistente en embellecer y estilizar la referencia original enfriando y blanqueciendo el cromatismo de sus imágenes. De este modo, se suele buscar una solemnidad que descarta por completo el espíritu burlesco que (casi siempre) contenía la primera versión, o que tal vez se le atribuye en visionados posteriores.
En este caso, lo que se consigue es que el espectador no sienta absolutamente nada por el personaje, ni un ápice de esa simpatía (empatía incluso) que mantenían el interés de la versión de 1987 en vista de que su culpabilidad no escondía ni esconde secreto alguno.
De hecho, no deja de sorprender la facilidad con que la película evita totalmente el interés evolutivo de la personalidad del personaje. Siempre acorde con los cánones actuales, en este caso de típico thriller con serial-killer de turno, se opta en esta ocasión por añadir más escenas de ataques del padrastro, en detrimento no sólo del desarrollo interno del mismo, sino de cualquier espacio a la comprensión de sus actos, no vaya a ser que se escandalice alguno de los asistentes a la proyección, previsiblemente niños sobreprotegidos en su mayoría.
Si a ello se le suma lo que apuntábamos antes sobre el cambio de protagonista, ya hay elementos más que suficientes para enterrar, definitivamente, toda esperanza. Porque sí, es cierto que «El padrastro» (2009) sigue tratando de un hombre obsesionado con encontrar la familia perfecta (con la correspondiente represalia sangrienta en caso de no lograrlo), pero en esta ocasión, todo sucede desde la perspectiva del hijo mayor de la disfuncional familia-objetivo, figura inexistente en el díptico original y que sin embargo aquí se acaba alzando como personaje principal hasta el punto de centrar todo el interés del film en su investigación para descubrir si su nuevo papaíto está efectivamente loco. Entre que eso ya lo sabemos, que nadie se ha interesado por que el padrastro de marras nos caiga bien, y que el chico nos cae peor aún, nada de lo que se nos cuenta acaba por importarnos, y de que la línea de separación con el sopor absoluto se vaya haciendo cada vez más delgada y la chicha de la película cada vez más intrascendente.
En resumen «El padrastro» se presenta como una versión más limpita, glamurosa y sobre todo inofensiva de su original, con mayor lucimiento de palmito para alegría de granulosos adolescentes (eso sí, tapando siempre lo necesario) y más acción, pero sin rastro de lo que hacía de «El padrastro» original una película destacable: aunque Dylan Walsh se antoje perfecto como sustituto de Terry O’Quinn, la película falla estrepitosamente al no buscar lo que sí buscó (y encontró) su primera versión en John Locke.
De este modo, el trabajo de McCormick sólo brilla cuando se dedica a tareas de fotocopia, renovando y agilizando secuencias como la inevitable persecución final, que francamente ganan bastante a base de artificios y recursos técnicos de todo tipo. Prescindible y olvidable por su alarmante falta de personalidad, cabe decir por contra que los fans de «Nip/Tuck» disfrutarán de lo lindo con el guiño a la serie, presente en el epílogo, y del que no diremos nada por si acaso…
4/10
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(1) Al menos, en la versión sin censuras que ignoro si será distribuida en España.
Infumable pelicula, parece un desfile de bañadores…no es que me moleste, pero darle ropa a mi pobre Amber!!! No me gusto nada, direccion torpe, guión malisimo y sin ritmo…Disturbia pero sin carisma.
Y odio cuando ponen escenas en el trailer que luego no aparecen.
Algunos clásicos deberían dejarlos tranquilos… has visto la(s) original(es)?
No, y la verdad, entre que a Locke lo tengo ya crucificado y que la historia tampoco me parece que de para mucho…¿Recomendables?
crucificado?? porque no te gusta en Lost??? Oh, OH!
Haber, crucificado tampoco, pero no es de mis actores fetiche…le vi en algun capitulo de Hawaii 5.0 y en Alias, pero tampoco le he visto mucho mas.
O sea.
Que no has visto Lost.