Crítica de El topo

¿Qué es la felicidad? Ni puñetera idea. Supongo que es algo que te encuentras por casualidad de vez en cuando, y que cuando la tienes eres muy reacio a admitirlo, esperando que las cosas se tuerzan. Para Billy Wilder, la felicidad era trabajar con Jack Lemmon. Para la comunidad cinematográfica en general, puede que sea (o debería ser) trabajar con actores británicos. No me malinterpretéis. No siento ningún tipo de apego a las generalizaciones de orden nacional, y es una obviedad necesaria eso de que se cuecen habas por todas partes, pero la tradición, los centros formativos, la cultura y (en efecto) la industria juegan a su favor: Visten como pocos, se mueven como pocos, se ven como pocos, y actúan como pocos. Los británicos son la bomba.
¿Una muestra? Corred a ver El topo, adaptación de una novela de John Le Carré realizada por el sueco Tomas Alfredson, el mismo que nos brindó la estimulante Déjame entrar hace un par de temporadas, y que ha cosechado elogios unánimes allá donde se ha estrenado.
Alfredson desembarca en el mercado anglosajón con un desafío de peso: adaptar a Le Carré es como mentar a la madre del género de espías más british (el padre sería Ian Fleming, en las antípodas y más allá). Encima, el proyecto implica abordar el universo del escritor británico a través de la figura del mítico George Smiley, a quien muchos tienen entre ceja y ceja con la efigie de Sir Alec Guinness. Pero la suerte puede sonreír a los temerarios, o Alfredson tiene tanta sangre fría como talento, porque el resultado logra un equilibrado salto mortal: mantener las esencias de Le Carré sin renunciar a la dimensión autoral, trazar un relato de varios tentáculos que no distraiga al espectador de la conclusión, y lograr que la estética del oficinista gris de los setenta hasta resulte cool. Y todo ello bien empaquetado en dos horas y cinco minutos de cine con clase, exquisito, de factura perfecta y pulso sosegado pero absorbente.
Vayamos al hueso: A principios de los 70, el jefe de Smiley sospecha que hay un topo en las altas esferas del espionaje inglés. La nómina de sospechosos está integrada por un reducido número de colaboradores con suficiente poder e información para provocar auténticos desastres en caso de pasarse a los soviéticos. El problema es que la operación para desenmascararlo ha salido mal, Smiley y su jefe han sido apartados del departamento, y el topo, caso de haberlo, campa a sus anchas. Así las cosas, un suceso aparentemente colateral saca al viejo héroe de Le Carré de su retiro forzoso, listo para poner toda su inteligencia y su frialdad al servicio de la caza del traidor a su patria, aunque la investigación implique ir contra las altas esferas de la British Intelligence…

 

 

A través de varios países y de un conglomerado de ambiguos personajes, Alfredson teje un brillante y sugestivo retrato de los modos del espionaje británico en tiempos de la Guerra Fría. Abunda la pana, las gafas de pasta marrón y el olor a cerrado de las húmedas casas inglesas. Émulo del mejor estilo Le Carré, la fuerza del relato se apoya en unos personajes tan atractivos como reales, tan cinematográficos como opuestos a la mitología bondiana y a sus sucedáneos. El relato respira intriga, por supuesto, y la tensión se esconde en las escenas más banales, entre las que destaca una secuencia ambientada en una fiesta de navidad que conviene enmarcar como ejemplo de síntesis narrativa, efectista, y efectiva.
Alfredson, si se me permite la licencia, es un director surgido del frío que se ha sabido adaptar a la perfección a un universo que no necesariamente es el suyo. Su maestría le permite enhebrar una narración que esconde algunos elementos en los márgenes del relato, dispuestos a que un espectador avispado los descubra por sí solo y construya aquellos elementos del puzzle que no son imprescindibles para comprender el conjunto, pero lo enriquecen notablemente. Como ya ocurría en Déjame entrar, Alfredson establece una relación con el público inquieto, y lo invita a un segundo visionado para impregnarse de la complejidad de una historia cincelada con un gusto exquisito y un control de los elementos de la narración tan milimétrico como los mecanismos de un reloj, y tan sobresaliente como la mejor orfebrería. Todo ello, marca de la casa del realizador, solo es posible si el resultado supera con creces la media, si la primera visión te ofrece una experiencia cinematográfica capaz de convencerte de haber visto solo la punta del iceberg de un producto tan rico en matices como en interpretaciones. Alfredson consigue trasladar su estilo de los gélidos parajes suecos a los igualmente gélidos despachos ingleses, y en la mezcla que establece entre su propia impronta y la perfecta adaptación al nuevo medio hace suyos los mejores tics del cine insular hasta erigirse como un perfecto cineasta británico, en el sentido más clásico del término.
¿Y los actores? Muy bien, gracias. Colin Firth asume, con el Oscar aún calentito, su condición de integrante de un reparto en el que no va a llevar la voz cantante, y lo hace con una profesionalidad y un empeño que ensalzan su carrera más aún que la estatuilla de El discurso del rey. Poco se puede decir del resto que no sean aprobaciones para un panorama de dos generaciones de intérpretes, presente y futuro en plena forma del cine y las tablas más allá del canal de la Mancha. El cásting, además, revela a un tiempo la saludable ambición del proyecto y esconde una pequeña anécdota suficientemente elocuente: En plena preproducción, con el asunto en marcha, los cineastas estuvieron a punto de abandonarlo todo porque no daban con un buen George Smiley. Siendo como eran perfectamente conscientes de que las medias tintas no valían, buscaban la excelencia absoluta, alguien que pudiera convivir con el recuerdo de Alec Guinness y reinterpretar con convicción a uno de los más emblemáticos personajes de la guerra fría, fijado en la cultura popular del Reino Unido y más allá. La respuesta, por así decirlo, la tenían en el patio trasero, bajo la perturbadora mirada y las suaves maneras de una bestia escénica de la talla de Gary Oldman, un actor durmiente a la espera de un retorno incontestable como el que se produce bajo la figura de Smiley. Paradojas de la vida (y del cine), Oldman protagoniza un retorno a la primera línea de su profesión interpretando a un personaje que, a su vez, hace exactamente lo mismo. Su ausencia en los Globos de Oro, fuertemente comentada, puede constituir una de las mayores carencias de la temporada de premios si se repite en los Oscars.

 

 

El topo presenta la factura perfecta de una puesta en escena reflexionada y coherente, en la que nada se deja al azar, punteada con el genio habitual por la música de un Alberto Iglesias al que parece que no se le acaban las ideas. Alfredson tiene un material de base extraordinario, lo suficiente para destacar si tiene éxito o para quedar a la altura del betún en caso de fracaso. La felicidad, si se me permite volver a la pregunta inicial, es comprobar que todo se ensambla a la perfección, que una realización con las cosas claras lleva el barco a buen puerto y que lo que tiene que ser acaba siendo. Le Carré esplendoroso, El topo debería ser una de las películas del año, un recuerdo clavado en la memoria del espectador en una temporada saturada de títulos. Si estuviéramos ante el principio de una tendencia, servidor de ustedes se plantearía seriamente renegar de sus orígenes latinos, escupir en el Mediterráneo, y pasarse a la Commonwealth con la Union Jack en alto. Qué queréis que os diga, puestos a traicionar a la cosa esa que algunos llaman patria, que sea por algo bueno…
8’5/10

 

Por Manel Carrasco
Manel Carrasco es uno de los cracks del análisis y la recomendación cinematográfica. Por aquí creemos que empezó a ver películas antes de aprender a respirar siquiera, motivo por el que sus conocimientos en materia sobrecogen. A la que puede, nos regala una de sus reseñas para La casa

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Comentarios

  1. ¡Pintaza! Y con Gary Oldman. Was will man mehr?

  2. Pues vaya, al final fui a verla ayer a la sesión de 01:00 y me quedé dormida. Igual no es para esas horas.

  3. Ok Nita. No para golfas. XDD

  4. uf, yo fui a las 22 y también. O sea no, aguanté ahí todo lo que pude, pero recurriendo a todas las tácticas, incluyendo esa de "bueno, cierro los ojos un momento pero la escucha, que yo el inglés lo entiendo".

    La verdad, concuerdo con la crítica del amigo Manel en lo referente a actores, y factura. Es una clase maestra de interpretación y de cine, de cómo hacer cine, o algo.

    Pero dicho eso, buf… se me hizo pesada, pesada, pesada…

  5. Con Carlos.
    Manel, tu crítica es estupenda y acertada. Como siempre (ya te aviso que o haces ya por lo menos una crítica mala o tú y yo las vamos a tener)
    Pero el caso es que a mí también me hizo polvo la sesión de las 10 (Dios mío, Capi, ¿no estaríamos en el mismo cine? Prometo que no dormimos abrazados: había partes femeninas entre ambos).
    Me parece una película estupenda a nivel técnico y narrativo. Pero un poco demasiado fría y desapasionada. ¿Que ya es la idea? Claro, pero yo no pude evitar sentirme algo expulsado de la historia.
    En mi opinión, le falta nervio…

  6. Pues yo me la metí entre pecho y espalda en la de las 8, y además después de ver The artist… y sólo se me hizo pesada el planteamiento inicial, pero en cuanto sale el Tom Hardy la cosa cambia, me parece una película para leer y disfrutar y olvidarte de que una película tiene que tener momentos de más y menos climax. Me pareció muy cercana al teatro, con largos diálogos en la misma habitación, pero todos tan interesantes, todos como una partida de ajedrez. Pero la peli te pide estar atento a cada matiz, eso sí es verdad. Yo es que después de las 10 y media no veo ninguna peli que me quedo sopistan.
    Con Manel a muerte.

  7. juas, o sea, me niego. Me niego a que me digas que esto te parece entretenido, y que en cambio Malick no. (Ay, creo que este comentario no iba aquí, no?)
    En fin, que eso, que yo he apreciado todo lo que mencionas… pero aun así… buf, lo dicho, pesada pesada.
    Sin ir más lejos salí de El árbol de la vida (sí, él otra vez), Melancolía, Drive e incluso Un método peligroso con ganas de reptir pese a que ninguna de ellas es precisamente 100% adrenalina. Y sin embargo, por aquí no pienso pasar de nuevo, al menos en mucho tiempo.
    Y eso, manteniendo que la peli puede ser de 7 e incluso de 8, porque es realmente buena…

  8. Pero hablabas conmigo? si no me lo decías a mí, no sigas leyendo, si me lo decías a mí, yo siempre he defendido que me habéis enganchado con Malick, y que LDLR es el peliculón más grande que he visto en mucho tiempo, y bueno, Bad lands está bien. Solo El arbol de la vida se le va la pinza al final, y aún así me pareció entretenida.
    Y de las que has dicho, la única que me no me ha llegado ha sido el método peligroso, así que sí, tienes razón, este comentario no iba aquí…XDDD
    Y que quieres que te diga, yo vengo del mundo del teatro y esta película me pareció como un teatro muy bien hecho.

  9. no hombre, era en plan puñetero, para seguir cabreando al personal con el tema Malick, pero sin fijar un objetivo en concreto. Como ya no puedo estar las 24h al día delante de La Casa, a veces hago un poco de machambrao :P
    Insisto en que estoy de acuerdo, y es más, te diré que es a la vez "obra de teatro" y película 100% cine. Algunos momentos están dirigidos con tanta maestría que hace del cine algo grande. De verdad. Pero aun así, a mí no me ha conseguido despertar nada más que tedio, y mira que soy de esta clase de pelis, eh?

  10. No olvidemos que el cine tambien es entretenimiento y esta pelicula es aburrida,solo para cuatro personas muy tecnicas o que así lo crean ellos a mi me da igual.Se nota que es una adaptacion porque hay escenas prescindibles para quien no ha leido el libro,que es a quien va dirigida la pelicula,porque si no es asi,leo el libro y ninguna pelicula podrá igualarlo.Cada cosa en su sitio.

  11. no sé, creo que te equivocas en tu comentario, aunque en este caso, coincido contigo, anónimo (ais, déjanos una firmita para que te reconozcamos, no? :)).
    Es decir, hay películas aburridas, que sin embargo son obras maestras indiscutibles y, a su manera, son apasionantes. Y luego hay otras que son aburridas en general.
    En cuanto a la adaptación y lo de las escenas prescindibles, ahí tiro de intuición puesto que no lo he leído: no sé por qué me da que el libro es muy distinto a la película, y que esas escenas que tú tildas de prescindibles, son las añadidas por la versión cinematográfica puesto que lo que buscan es describir a los personajes. Porque esta es una película sobre personajes. Creo, ya digo. Y lo creo porque durante al menos mitad película, ni me di cuenta de que había una investigación en curso, pero eso sí, la gravedad de los personajes… ninguna duda al respecto, oigan…

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