Crítica de Electric Boogaloo. La loca historia de Cannon Films

Electric Boogaloo. La loca historia de Cannon Films

Todos tenemos, entre nuestras películas de cabecera, como mínimo un truño en toda regla como mínimo. Ya sea por contarse entre nuestras favoritas de la infancia, de la película prohibida que veíamos cuando nuestros padres no estaban, como por habernos visto obligados a tragárnosla una y otra vez al ser el único VHS que teníamos a nuestro alcance. Para bien o para mal, la Cannon Films ha marcado nuestras vistas desde sus orígenes a finales de los 60 (pero sobre todo principios de los 70, que fue cuando desembarcó oficialmente en Hollywood) hasta el cierre de la productora en 1994, con aún un par de películas en la recámara, a estrenar de cualquier manera hasta 1996. Películas de serie B, exploit y sexploitations, baratijas que en su momento se veían desde la inconsciencia y ahora se recuerdan con encanto pese a ser… eso, boñigas en toda regla. Gracias al estudio que se montaron los israelitas, y primos, Menahem Golan y Yoram Globus conocemos todos esos conceptos que, no, no fueron inventados por ellos ni mucho menos, pero sí puestos en primerísima plana. Demonios, sin ellos es probable que no existiesen ni Jean-Claude Van Damme ni Chuck Norris. Pero ¿quiénes eran Golan y Globus? Por ahí empieza Electric Boogaloo: La loca historia de Cannon Films para enarbolar un documental sobre el estudio, sí, pero también sobre el ser humano y sus sueños y aspiraciones, éxitos y frustraciones, en general.

La propuesta de Mark Hartley (con confundir con The Go-Go Boys, documental paralelo de igual temática estrenado unos meses antes del que nos ocupa) no es que se pueda tildar de canto de amor, homenaje a la caspa, ni nada por el estilo. Si bien su recorrido abarque la mayoría de estrenos del estudio (de alguno debió quedarse sin derechos), lo más normal es que acuda a ellos mediante declaraciones de incendiarias para arriba, de alguno de sus implicados. Bo Dereck, Sybil Danning, Tobe Hooper o Franco Nero explican lo desubicados que estaban cuando de trabajar con los gerifaltes de la Cannon se trataba; sedientos tiburones que compraban derechos y pre-vendían películas a ritmos de vértigo, produciendo, escribiendo, dirigiendo o montando mil y una veces plagios, autoplagios, secuelas o meros subproductos de presupuestos ínfimos al principio, desorbitados después, asesinos en la recta final. Películas horrendas en la mayoría de casos, con algún éxito de público por aquí, y algún atino (pocos) cinematográfico genuino por allá, pero lo general impresentables por varios motivos, que son los que Hartley intenta rescatar con su film.

Electric Boogaloo. La loca historia de Cannon Films

Su otro objetivo son los seres humanos detrás de la maquinaria: dos excéntricos, si se quiere, locos por alcanzar su sueño a toda costa, que no es sino hacer cine. Conforme se va desglosando la loca historia de Cannon, el espectador se descubre expuesto a un constante dualismo: ¿Genios o locos? ¿Visionarios o negados? ¿Soñadores u obsesionados? Ahí reside el acierto del documental, que en el fondo está colocándonos en la piel de los implicados para preguntarnos qué haríamos nosotros. No necesariamente con un estudio de cine, sino llevando nuestro objetivo en la vida para delante hasta la última consecuencia. ¿Debieron parar Golan y Globus cuando trabajaron con Zeffirelli (Otello) o Cassavettes (Love Streams)? ¿Emprender un cambio cuando contaron con Stallone, Norris, Van Damme o Bronson? ¿Tomaron la decisión correcta al destinar menos esfuerzos económicos (habida cuenta de sus deudas, ya mareantes) a Superman IV que a Los invasores de Marte? Electric Boogaloo es a priori un documental sobre películas frikis que podría asustar a desconocedores del submundo por el que se mueven Bolero, El tierra peligrosa o Cobra, pero en verdad, es una película sobre el ser humano mucho más profunda de lo que cabía imaginar, de empatía inmediata y con un mensaje a su vez positivo y totalmente descorazonador.

Ojo, que hay tela que cortar para rato.

7/10

Electric Boogaloo. La loca historia de Cannon Films

Y en el DVD…
De la mano de 39 Escalones, Cameo edita Como Dios Manda una película de estas características. Esto es: con un aspecto visual goloso (la caja tiene forma de un VHS), un libreto que repasa lo esencial de Cannon Films (la cantidad de producciones del estudio es inabarcable), y un material extra de vicio: de entrada, un tráiler, como en los viejos tiempos. Y menuda película, la que han ido a seleccionar. Después, rótulos retro con las advertencias antipiratería de turno, y menú en forma de televisor de antaño, al que ir a parar al inicio del film, a los idiomas (inglés y castellano, con subtítulos en ídem), y a un material añadido que incluye hasta nueve escenas eliminadas y, ejem, treinta trailers de otros tantos títulos de la compañía. No es coña: enganchan y damos buena fe de ello.

En conjunto, una adquisición imprescindible.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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