Crítica de En el punto de mira

Ocho desconocidos, con ocho puntos de vista diferentes, intentan descubrir la verdad tras un intento de asesinato al presidente de los Estados Unidos. Thomas Barnes (Dennis Quaid) y Kent Taylor (Matthew Fox) son dos agentes del Servicio Secreto encargados de proteger al presidente Ashton (William Hurt) en una cumbre sin precedentes sobre la guerra internacional contra el terrorismo. Cuando el presidente Ashton recibe un disparo poco después de llegar a España, surge el caos y las vidas de distintas personas coinciden en la caza del asesino. Entre la multitud se encuentra Howard Lewis (Forest Whitaker), un turista americano que cree que ha filmado al francotirador con su cámara de vídeo, mientras grababa la escena para sus hijos. También allí, relatando el acontecimiento histórico para millones de espectadores de todo el planeta, está la productora de noticias para la televisión americana Rex Brooks (Sigourney Weaver). A medida que ellos y otros van dando a conocer sus historias, las piezas del puzzle empiezan a encajar, y se hará evidente que hay motivaciones mucho más oscuras de lo que parece a simple vista.

«En el Punto de Mira» pretendía revolucionar un género tan manido como el de la acción con su planteamiento a priori sumamente original (al menos, en esta clase de películas) a la par que arriesgado. Centrar una película de hora y media en la constante repetición de una situación de veinte minutos se antojaba tan arriesgado como apetecible para un espectador cansado de tantas producciones idénticas entre sí. Pero al final, de tanto jugar con fuego, Pete Travis y Barry Levy (director y guionista, ambos debutantes en la gran pantalla) se han acabado quemando.

Sin ningún preámbulo o fase introductoria (y menos mal), la película se abre segundos antes de la entrada del presidente de los EEUU en la Plaza Mayor de Salamanca. El equipo de noticias capitaneado por Weaver ha acudido al evento y es precisamente a través de sus filmaciones que asistimos al intento de asesinato. Poco o nada podemos entender de lo sucedido, ya la que los periodistas centran por completo su atención en filmar la figura del presidente. De repente, una explosión. Rebobinamos, 23 minutos antes, y la historia vuelve a empezar.
Esta vez, los acontecimientos se muestran a través de los ojos de un Dennis Quaid como siempre atolondrado, gracias al cual conseguimos saber un poquito (pero muy poquito) más de la historia, hasta llegar a la explosión. Rebobinamos, 23 minutos antes, y la historia vuelve a empezar.
Nada menos que media docena de veces nos vemos obligados a ver toda la secuencia y volver atrás en el tiempo, con tal de descubrir nuevas pistas sobre lo ocurrido. Pese a la originalidad de la idea, como puede imaginarse, la cosa acaba convirtiéndose en una montaña rusa rítmica, con momentos relativamente logrados y otros muy aburridos suceciéndose constantemente. Es cierto que algunas de las historias son interesantes y realmente presentan situaciones y/o personajes nuevos, pero otras lo único que hacen es indigestar al espectador, como todo lo vinculado con el horrendo personaje de Forest Whitaker.

Sin embargo, todo hay que decirlo, el trabajo del director es encomiable. Travis hace su debut cinematográfico rodando casi tan bien como Paul Greengrass, lo que se traduce en espectaculares escenas de acción, rodadas con ahínco y esmero, y de una belleza formal sorprendente. Atención a la persecución final por los callejones de «Salamanca» (en realidad «En el Punto de Mira» fue íntegramente rodada en México), para quitarse, literalmente, el sombrero

Sopesando elementos positivos y negativos, la cosa tendría un pase, quedándose en un algo tedioso pero correcto a fin de cuentas film de acción. Lamentablemente, hay algo más que impide que ello suceda, defenestrando la propuesta sin remisión al baúl del olvido. Y esto es la ridiculez general de todo el guión, capaz de ofrecer momentos literalmente sonrojantes. Porque que la ciudad sea vista como un batiburrillo cultural donde lo mismo abrimos una puerta y nos encontramos en un barrio marroquí como damos la vuelta a una esquina y aparece la más colapsada de las metrópolis, a fin de cuentas poco importa. Que los españoles sean vistos como hordas de efusivos patriotas agitando sus banderas ante un discurso presidencial como si estuvieran en la gala de Eurovisión también es algo que solo puede molestar a los que realmente sean de fácil rebote. Pero lo que si es grave, es que se le tome el pelo al espectador que ha pagado por su entrada. Y el guión de «En el Punto de Mira» es lo que hace. Ciertos comportamientos son literalmente ridículos e increíbles se mire por donde se mire; nadie en su sano juicio llevaría a cabo determinadas acciones que algunos de los protagonistas sí hacen; apenas se da explicación alguna sobre los motivos del atentado, dejándolo todo a «los americanos son los buenos, el resto, malos»; y por último, la historia entre Quaid y Hurt es tan absurda que de una oda al buen trabajador y patriota estadounidense acaba convirtiéndose casi en una risible historia de amor.
Incluso sin tomarse en serio la propuesta, el espectador corre el riesgo de sentirse, literalmente, insultado.
Habrá que ver de lo que es capaz de hacer Pete Travis cuando le den un guión en condiciones. Desde luego, aquí su labor se ve injustamente desmerecida por culpa de un guión que como digo, es de vergüenza ajena.
4/10

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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