Crítica de En realidad, nunca estuviste aquí (You were never really here)
Lo que consigue Lynne Ramsay con su última propuesta, En realidad, nunca estuviste aquí es increíble: pocas veces una película es tan capaz de pasar en un suspiro como lo hace ésta, y menos si, encima, los diálogos no son precisamente el engranaje principal de su desarrollo, y lo que prima es la oscuridad emocional. Y no, no es que su duración total sea mínima (80 minutos dando gracias), sino que tanto Ramsay como sobre todo su protagonista, un imponente Joaquin Phoenix que carga sin miedo con todo el peso de la función, logran una conexión brutal e inmediata con el espectador, por vía de este violento y asfixiante Taxi Driver (o sin el Taxi delante, que de Winding Refn también se respira mucho aquí) que no esconde sus intenciones. Estamos ante un ejercicio de estilo en absoluto preocupado por esconder referentes, voluntariamente excesivo tanto en la (de)construcción de sus personajes como en la elaboración de su viciada atmósfera; y con la sola intención de hacernos pasar el peor rato imaginable. Atención, sin ir más lejos, a su demoledor epílogo: ni ahí (y no se desvela nada en absoluto) nos va a dejar respirar tranquilos.
El truco pasa por encajar a la perfección las piezas de que dispone, a saber: un actorazo, buenas ideas visuales, y mejores acompañamientos musicales. Encontrando la fórmula para ello, no hace ni falta disimular tampoco lo escueto de su argumento, post-western vengativo como henos visto en mil ocasiones. No exento de crítica, claro. Y es que En realidad, nunca estuviste aquí es un disparo a bocajarro a una sociedad asquerosa de la que casualmente, sólo parece salvarse el que más jodido parece estar: el propio Phoenix. Su personaje se añade directamente a un grupo ya conocido de tipos deprimidos, rotos por dentro; bombas de relojería que están a un clic de estallar. Quizá empiece a ser demasiado evidente su gusto por esta clase de papeles, se los sabe ya a la perfección; pero al César lo que es del César: estamos ante una de las interpretaciones del año.
Lo mismo, de hecho, podría reprochársele a Ramsay: en su última propuesta no hay nada de verdaderamente rompedor si se piensa en su anterior (y también avasalladora) Tenemos que hablar de Kevin. Se aprecia una estructura parecida entre ambas, entrelazando ¿plácidas? balsas de aceite a marejadas de aúpa. De hecho, aun adaptando novelas de distintos autores y tomando en consideración marcos diferentes (familiar-educativo el primero, político el que ahora nos ocupa), en ambos casos se aprecia un discurso parecido. Normal, por otra parte: al final, lo que la cineasta está haciendo es alertar a propios y extraños de lo mal que está todo, a todos los niveles imaginables.
Así que dejando de lado reproches a uno y otra por cierto acomodamiento en terrenos que conocen y dominan a la perfección, es imposible negar que En realidad, nunca estuviste aquí da exactamente en la diana: desde el primer instante pisa a fondo el acelerador para arrollar al espectador sin miramiento alguno, sumiéndole en una pesadilla que se diría menos alejada de la realidad de lo que parece. Una pesadilla de la que se sale por vía de la violencia extrema (a martillazo limpio, de hecho), y manteniendo entre ceja y ceja un propósito noble. El único, quizá, por el que valga la pena seguir adelante en un mundo en el que todo lo demás merece ser quemado y borrado por completo. Excelentemente interpretada, dirigida y presentada, se convierte en uno de los estrenos del año, si bien no suponga revolución alguna. Tampoco lo pretende. Obligada cita con el cine… aunque mejor con el estómago vacío.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Apabullante historia de venganza con un Joaquin Phoenix en estado de gracia. Tan relamida, manierista y forzada como impactante.