Crítica de Eternals
Y por fin, tras una infinidad de retrasos y complicaciones, llegó el estreno de Eternals, la película más ambiciosa de Marvel. La que, pese a estar relacionada con el MCU y seguir mentando a Thanos y compañía (¿A lo mejor iría siendo hora de pasar página? pregunto), lo venía a cambiar todo ofreciendo algo que no habíamos antes. Con la flamante ganadora del Oscar Chloé Zhao a la dirección y guion, y un reparto con toda una Angelina Jolie repartiendo leña junto a Salma Hayek, y dos hermanos Stark (Rob y Jon) coincidiendo de nuevo en pantalla tras haberse visto separados por obligaciones más allá del muro. Todo ello, para presentar a un grupo de superhéroes aún más grande que todos los conocidos hasta ahora, y que nos perdone el Superman de la casa rival: los Eternals son protectores inmortales, llevan pululando millones de años, y responden a un ser intergaláctico que hace palidecer a Galactus. Sus poderes son inabarcables, y con ellos combaten en una guerra eterna con bichos de muy malas pulgas. Sobre el papel, Eternals puede dejar a la Infinity War en paños menores… Qué ilusos somos: al final, lo que nunca habíamos visto antes en la renovada casa de las ideas, la del MCU de marras, eran las miradas intensitas, los dramas apesadumbrados, los excesos de solemnidad, que quedaron sepultados tras el último fracaso de los X-Men y sólo perduran, con más pena que gloria, en el universo DC. Ay, que por muy revolucionario que parezca, a lo mejor hemos dado el paso atrás más evidente desde que empezó toda esta parafernalia…
La excusa es que los Eternals son más complicados que otros súpes. Que hay que explicar bien su origen, saber encontrar el punto de sus emociones. Y en este sentido, es cierto que la película hace grandes esfuerzos por mostrarnos a unos enmascarados que parecen a la vez encantados con su inmortalidad, y hastiados por ella, así como con su responsabilidad de guardianes de la Tierra. Ahora bien, la mayor parte del tiempo la traducción de todo esto en pantalla es «apatía» (¿Alguien dijo Superman? ¿Alguien dijo Drácula?). Semblantes pétreos, sentimientos que salvo excepciones notorias, brillan por su ausencia, miradas intensitas sí, pero también apagadas, perdidas. Lo de siempre, cuando se busca la cuestionada solemnidad de los héroes que van en pijama, con demasiado ímpetu. Cómo será que ninguno de sus personajes se hace entrañable en lo más mínimo, y suerte al menos de un Kumail Nanjiani tan acertado como de costumbre como contrapunto cómico. Empatía para otra ocasión, pues; de acuerdo, será porque efectivamente lo que Eternals tiene que contar es complejo. Tanto, como para ir adelante y atrás en el tiempo con infinidad de flashbacks, o para haber tenido que recurrir a un texto introductorio (!), antes incluso del loguito de Marvel, para poner en situación al espectador. Cierto, hay más background, o más chichudo, aquí que en Iron Man. Pero, ¿realmente es todo tan complicado?
Lo que más falla en Eternals es que todas estas complicaciones no cuelan, en una película que es sumamente más sencilla, predecible y, por tanto, decepcionante, de lo que pretende. Porque al final, dejando el lore de lado (y sus mensajtos new age), esto va de un grupo de personajes que se tiene que juntar primero, para combatir una amenaza que podría acabar con la humanidad. ¿Suena? ¿Acaso de la inmensa mayoría de películas que incluyan grupos de superhéroes? A lo largo y ancho de unas soporíferas, inexplicables dos horas y treinta y cinco minutos, el guion busca maquillar de gravedad y relevancia una estructura de piloto automático. De la misma manera que, a nivel formal, se pretende buscar un tono más altivo de lo que en verdad hay. Y que no es más que un grupo de personas disfrazadas, haciendo cosas raras con las manos para sacar poderes mágicos, con los que intentar matar a dinosaurios que podrían ser deshechos de los universos de Avatar. Hay planos de auteur aquí y allá, herencias de la filmografía anterior de Zhao por aquí, un toque de Malick por allá… pero al final todo ello es una excusa para mostrar tortas, que al final, guste o no al gafapastismo que rodea esta película, es a lo que se viene. Y no acaban de encajar.
Así que en definitiva, lo que falla es el tono. No puede decirse que no sea una película distinta a lo acostumbrado, ni que no busque ser, a su vez, un espectáculo a la altura de Marvel. Sobre el papel, aporta la frescura prometida. Sin embargo, pese a que todo ello es apreciable en todo momento, no se disfruta. Nadie parece estar cómodo con ella: no lo está Zhao, y se aprecia en la desconexión entre la introspección y los fuegos artificiales. No lo estan los actores, rígidos y cariacontecidos a excepción de una Angelina Jolie que hace valer cada uno de los planos en que sale. Y no lo está, en última instancia, un espectador a quien no permiten reírse despreocupadamente, emocionarse plenamente, ni disfrutar como un crío salvo cuando por fin aparece la primera de sus escenas post-créditos, esta sí, 100% terreno conocido. A lo mejor a Marvel le convendría replantearse si vale la pena apostar por el cambio, cuando este no hace sino acercarla peligrosamente a los desaguisados de la casa rival…
Trailer de Eternals
Eternals: inesperado paso atrás en Marvel
Por qué ver (o no) Eternals
Chloé Zhao trata de colar su estilo en el cine de superhéroes, apostando además por personajes nuevos y de muy complejo background. El resultado es una película sumamente descompensada y que jamás logra encontrar su tono, resultando más incómoda que disfrutable… cuando no directamente soporífera. Sigue a años luz de DC, pero las distancias se acortan.