Crítica de Europa (2017)
Si Tarkovsky y Lynch unieran fuerzas para retratar la situación europea (y quizá mundial) actual, muy probablemente el resultado sería el que nos propone Miguel Ángel Pérez Blanco con su debut en el largometraje. Esta inclasificable Europa que tras su paso por el festival D’A de Barcelona, se presenta ahora en el Atlántida de Filmin. Tan absorbente y estimulante para unos como absolutamente insoportable para otros, esta pieza de apenas 63 minutos de duración se descubre como un poliédrico seguimiento de una pareja por un recorrido que no queda claro, en un periodo que tampoco queda claro, y sin ofrecer muestras evidentes de destino alguno. Dos amantes que deambulan, simplemente, buscando algo quizá, por edificios abandonados, autopistas desiertas y bosques a duras penas iluminados por neones artificiales.
No parecen saber a dónde van ni qué es lo que buscan, pero sí se aprecia una insatisfacción continua reflejada en la (in)comunicación con esporádicas presencias secundarias, o en esa sensación de pérdida constante. El único cobijo que encuentran, acaso sea el amor. Un amor inclasificable, indescriptible e incomprensible para la lógica. Simplemente funciona, deambula igual que ellos, como se arrastra el viejo continente sin rumbo ni mayor objetivo que la mera supervivencia. De alguna manera, si se quiere interpretar así, es como el director parece entender el lugar en el que vive: un lugar que se mueve por inercia pero que extrañamente funciona como funcionan los sentimientos más básicos del ser humano. De manera carnal, ilógica. En este lánguido deambular por un bosque de Babel (la película está hablada en diversos idiomas), cuando todo lo demás falla, sobreviven los besos, las miradas, las búsquedas de uno y otro. Aunque sean a contracorriente, aunque el recorrido sea de todo menos agradable.
¿Esperanza? ¿Mera supervivencia? No lo sé. Si cae una estrella, ¿qué deseo pides? Que no me caiga encima. Es una frase de la película, de un guión tan esforzado por buscar la metáfora que se pasa de frenada en no pocas ocasiones, pero que a veces da en la diana. Las interpretaciones ya caen del lado de quien quiera entrar en un juego difícil, hermético, pero a su vez absorbente. No hay ningún concesión y no se ve prácticamente nada a lo largo de sus 63 minutos, pero el esfuerzo puede traducirse en una grata satisfacción.
Miguel Ángel Pérez Blanco presenta Europa
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una película extraña donde las haya, a medio camino entre la pedantería y la lucidez. En realidad, como deberían ser todos los debuts de quien quiere ser considerado como artista.