Crítica de Excision
Porque no puede decirse que los jóvenes de hoy día no tienen aspiraciones laborales elevadas ni sueños de convertirse en ciudadanos de provechos, Pauline, la protagonista de Excision, sueña con convertirse en brillante cirujano. Nada menos. Y ello a pesar de -o quizá precisamente a causa de- ser una marginada irredenta, una outsider de clase A. Pero el morbo le puede a casi todo el mundo, y si se tiene un fetish médico de primer orden y una atracción por los fluidos, las cicatrices y los miembros cercenados, el sueño y la ilusión se convierten en erotismo. La historia del subgénero, desde los 70 hasta hoy, es larga y los ejemplos abundantes. Y Excision sólo viene a confirmarlo. Pero incluso los productos revulsivos van necesitando periódicamente su propia transgresión, su nueva vuelta de tuerca. O si no quedan en el mejor de los casos en ejercicio de onanismo mental. Y en el peor, en material de derribo sólo adecuado para adictos al género.
En el caso que nos ocupa, hay un poco de cada. Y otro poco, además, de (intento de) radiografía social. El mapeo del desclasado que practica el debutante Richard Bates jr. tiene un deje a lo Todd Solondz vertiente juventud descarriada que sin embargo queda emborronado por su propia mirada estrábica y su falta de puntería y auténtica sensibilidad. Desde luego, el realizador tiene poco de sociólogo. Tampoco es que fuera necesario, pero es que esto es un subproducto que, si bien ofrece una visión amarga sobre la América del siglo XXI que no ha podido superar los traumas del XX (madre controladora y encendidamente conservadora, padre calzonazos, hermana perfecta… condenada a morir), termina por perderse en su propia sed de sangre fácil. Así que, sí, con tanta indefinición, pero especialmente con tan poca mano para el drama como demuestra Bates jr., uno termina perdido en esa maraña de intenciones poco convincentes para objetivos no cumplidos.
Parte del problema estriba en que el tono no queda muy claro desde un principio. Lejos de jugar al despiste o de buscar pesadillas abiertamente desconcertantes, el realizador se sitúa entre ese drama adolescente que busca una cierta identificación y el humor negro en pos del distanciamiento que trae consigo la caricatura y el arquetipo. Y juega en todo momento a la ruptura de los límites psicológicos entre el eros -lo sexual, la vida- y el thanatos -la muerte-, unidos en uno en la sangre menstrual (sic). Y a pesar de que algunos intérpretes cumplen (Tracy Lords), otros pasan por ahí (Roger Bart) y los de más allá se esfuerzan en vano por hacer el papel de su vida (entregada, inútilmente, AnnaLynne McCord), ninguno de ellos sale de esas líneas maestras encorsetadas y repetitivas o definitivamente trasnochadas, y el balance final es inconsistente. Es, de nuevo, algo intermedio, indefinido o mal digerido. Y finalmente lastrado por el resultado estético.
Poblada de escapes oníricos, el planteamiento formal de Excision juega la carta del mal gusto y el choque directo de manera estéril. Los momentos de terror quirúrgico que pueblan la imaginación de Pauline están rodados de manera reiterativa y apelmazada. Demasiado cliché, demasiado recurso burdo (música industrial, fotografía de contraste, bostezo). Y, al final, terminan no recibiendo correspondencia en el esperado clímax, que resulta fofo y lejos de la intensidad de todo lo que se había ido sembrando a lo largo del metraje. Para colmo, el realizador se posiciona del lado de lo pseudopoético, buscando epatar no sólo con sus incontrolables escapes gore, sino también con una cierta estética de lo grotesco, de nuevo apostando por los contrastes, pero otra vez de manera más torpe que estilística e ideológicamente consistente.
En líneas generales, y sin ambages, un llano desastre. Y sirva la secuencia inicial de la película como conclusión a todo esto: un pasaje onírico en que la protagonista, desdoblada, está sentada ante una horrible pared azul eléctrico. Uno de sus yoes sangra abundantemente, mientras que el otro gime de placer ante la visión de su propia agonía. No hay coartadas intelectuales que valgan: si Excision se mueve en la bipolaridad, esa es sólo la de pretender retratar con meticulosidad los sinsabores de una etapa de la vida para quedarse finalmente convertido en insulso exploit del montón.
3/10
Puntualización extra: no se escandalice nadie, la segunda fotografía no representa ningún spoiler mayor