Crítica de Fast & Furious 7

A estas alturas de la película es casi una absurdidad intentarle pedir novedades o sorpresas a la séptima entrega de una franquicia de acción de altos vuelos y ambiciones comerciales over the top; el sentido común nos dice que o se lleva ya muchos episodios siendo un ejemplo de inveterada mojonez o se entra en una especie de estado de estable fiabilidad: todos saben de qué va la cosa, confían en una cierta capacidad para rizar el rizo de una entrega a la siguiente y nadie espera que las cotas de subnormalidad inherentes al guión se rebajen o se sobrepasen. Es lo que ocurre con la saga A todo gas desde que, allá por la quinta entrega, se lograra sorprender a propios y extraños con un espectáculo delirante, hipervitaminado y con muchísima mayor solidez cinematográfica de la que se había ofrecido hasta aquel momento. Ese quinto episodio suponía un chute de potencia bestial y fijaba la saga en el punto de madurez (artística, no intelectual, se entiende) en el que se encuentra hoy, dos secuelas después: con esta séptima el encefalograma sigue siendo plano, los ganchos siguen siendo insultantemente obvios -cochacos, carreracas, explosionacas, musculacos, musculocas y tías buenas en bikini-, la mamarrachez sigue cotizando altísimo… y el disfrute se mantiene. O se incrementa, porque se reparten mejor las hostias a lo largo del metraje (la sexta estaba bien, pero guardaba toda su metralla para el muy burro tercer acto y dejaba sus primeros tres cuartos de metraje más huérfanos de acción). Y porque además supone el morbo del paso de testigo de la realización del eficiente Justin Lin a James Wan, niña mimada de los fans del terror gafapastoso de medio mundo.

Así que en esas estamos. Cada uno se sentará ante Fast & Furious 7 con sus propias expectativas y dudas existenciales, pero imagino que habrá dos corrientes generalizadas al respecto. Unos, los que busquen chicha de verdad y quieran ver en la película alguna seña distintiva de su director. Difícilmente la encontrarán, primero porque no es exactamente su género, segundo porque nunca ha sido un gran renovador de los códigos (sus relatos terroríficos siempre han investigado y readaptado las convenciones más clásicas) y tercero porque, se quiera o no, a la altura de una séptima entrega lo que se le pide al responsable es que la cosa no chirríe excesivamente puesta al lado de los precedentes. Y no lo hace. La continuidad estilística es evidente y los incentivos cinéticos son exactamente los mismos: Wan dirige como puesto de anfetas, manda a la porra cualquier convención clásica, retuerce el eje de cualquier ángulo y ofrece unos cuantos momentos de -oh, sorpresa- auténtica audacia escénica. Y el resto de elementos no se le quedan cortos: música bakala de bajísima estofa puesta a todo trapo, efectos digitales cada vez más abundantes, sinfonías de destrucción encadenadas. Y cuidado, es complicado orquestar todo eso y seguirle dando a todo un empaque de producto compacto y bien controlado. Pero Wan lo logra, maneja bien los cambios de marcha y sostiene una estructura basada en las setpieces bestiales engarzadas por momentos chistosos/románticos/brománticos (ojo, el homenaje final al fallecido Paul Walker es hasta emotivo) y culminada en un multiclímax de padre y muy señor mío.

El otro grupo de espectadores simplemente querrán justo eso y no se andarán con paridas autorales, ni buscarán subtexto en los diálogos, ni profundidad en el diseño de los personajes, ni un buen gusto general que logre capear la horterada cósmica. Y bien por ellos, porque eso es lo que van a encontrar: una película viagra que parece un coulant de testosterona, un cóctel mongo y muy simple, siempre enérgico y vigoroso, de todas esas cosas descritas arriba más otras cosas de innegable machorrez: helicópteros to guapos, misiles fálicos, metralletas fálicas, un malo -Jason Statham- interpretado por un hooligan que suele vestir una boina en su vida diaria, fiestas en Abu Dabi con putas de lujo haciendo como que son diplomáticas y Kurt Russell. Y les va a dar igual lo esquemático de los personajes (que llevan varias entregas sin ganar ni un pixel de definición), o lo vergonzante de los diálogos, todo oneliners chunguísimos, o que aquí no se entienda la feminidad como otra cosa que no sea sinónimo de jamonismo, o que sólo haya tres negros y dos sean personaje bufón y el tercero villano. Porque lo que importa es lo que importa. Y lo que importa es que la peli mola. Porque nos recuerda a otras pelis que molan -reúne topics/homenajes a la tercera Jungla de cristal, a En busca del arca perdida, a El autobús atómico o a, bueno, Fast & Furious 5– y porque mola de por si. Y cuando se ríe de si misma, toma consciencia de ser material de derribo y aun así no suelta el acelerador ni olvida la acción en virtud del chascarrillo (como sí ocurría con las flojuchas primera y tercera parte de Los Mercenarios), cuando hace eso entonces mola aún más. Todos contentos.

7/10

Y en el Blu-Ray…


Si el formato Blu-Ray está pasando por su mejor momento, desde luego la Universal es quien mejor sabe aprovecharse de ello. Las últimas entregas de A todo gas siempre han sido un portento en cuanto a calidad audiovisual, y desde luego la séptima parte se lleva la palma. Superando a las anteriores con un nivel de imagen apabullante, sin un sólo rastro de ruido, con una nitidez y definición inusitadas y una espectacular gama de colores que además fardan de un intenso contraste. Por su parte, la versión original se presenta en un glorioso master 7.1 DTS-HD al que sin embargo, poco tiene que envidiar el 5.1 del doblaje en castellano.

Además, el disco viene cargado de extras, a destacar por encima de todos una versión extendida que, eso sí, sólo tiene unos 5 minutos más en relación al estreno en cines. Otros 100 minutos de material añadido se distribuyen de la siguiente manera:

  • Cuatro escenas inéditas
  • Hablando a todo gas – Más de media hora de entrevista con James Wan.
  • De vuelta a la línea de salida – Featurette de 12 minutos.
  • Coches que vuelan – Cómo se hizo la escena más espectacular de la película.
  • El rescate – Cómo se hizo la segunda mejor escena de la película.
  • Saltos desde la torre – Featurette de 7 minutos.
  • Dentro de la pelea – Clips dedicados al making off de las escenas de pelea. Se distribuye en los siguientes capítulos Hobbs contra Shaw, Pelea de chicas, Dom contra Shaw y Tej pasa a la acción.

Edición recomendabilísima, vaya.

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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