Crítica de Film Socialisme

Jean-Luc Godard. La simple mención de este nombre tiene que servir para que uno decida si seguir leyendo o no. Para que luego la balanza se decante hacia «voy a verla» o «la ignoro por completo». Porque la simple mención del nombre es capaz de generar reacciones muy diversas en el receptor, dependiendo de su bagaje cinematográfico, su inquietud, su atrevimiento experimentador, su paciencia o la resistencia de los músculos de sus párpados: habrá a quien se electricen los nervios cerebrales al instante, habrá quien decida que «esto no es para mí» y habrá quien categorizará con una de aquellas infames frases que empiezan por «el cine tiene que» y terminan por lo que más le convenga a quien la pronuncia.
Vaya por delante que yo soy de los primeros, de los que sienten cuanto menos un runrún estomacal cada vez que se enfrenta a un Godard. De los que suele invertir la santa paciencia que requieren las producciones más arriesgadas del maestro francés y de los que luego se sienten ampliamente recompensados, supongo que precisamente gracias a esa exigencia que el cineasta demanda de su espectador.

Porque «Film socialisme» pertenece a esa clase de películas, las que se muestran implacables hacia el «espectador casual», las que no conocen el término «entretenimiento» (y qué, el espectro artístico es infinito; aquí cabe de todo, señores) porque su campo de interés es otro. Más bien el de devolver al cine su cualidad de transmisor de ideas con carga social, política y humana. Lo que no quita de que pueda llegar a transmitir una emoción pura, pero esta está bastante alejada de la que entendemos en nuestra vida cinéfila diaria.
«Film socialisme» se estructura en tres grandes bloques. Independientes pero interconectados. Distintos entre sí en forma y en mensaje, pero guardando una extraña lógica interna: el crucero por el Mediterráneo a bordo de un enorme barco que sirve de ciudad de vacaciones a gente anónima y sobre el que viajan una serie de figuras relacionadas con la filosofía y las artes. El breve periodo de tiempo en una casa de campo contigua a una gasolinera donde una familia intenta aclarar su funcionamiento interno examinando las ideas (¿perdidas?) de la Revolución Francesa. Y una especie de estudio antropológico de una serie de «ciudades» (Egipto, Palestina, Hellas, Odessa, Barcelona, Nápoles), su historia, sus leyendas y sus contradicciones.

Tres grandes partes que no se deben las unas a las otras pero que construyen el cuerpo discursivo de la película. Una película que no es tal, o por lo menos no «simplemente», puesto que es a la vez un cúmulo de estímulos audiovisuales que nacen en cámaras de video HD, en cámaras de teléfono móvil, que son imágenes de archivo, imágenes «que parecen» de archivo, otras tomadas por gente anónima, rescatadas de películas antiguas. Con gusto por el videoarte, con un profundo sentido vanguardista, sin más ataduras que a la de la creación del autor.
Y totalmente distorsionadas, manipuladas por experimentos con la temperatura de color, con el sonido, las texturas, la luz. Llenas de drops, cortes bruscos, manchas, imágenes de alta y bajísima definición, errores cromáticos. O todo lo contrario, enormemente naturalistas. Dando constantemente pie a esta libertad por ligar lo inligable, por construir a partir de la multiplicidad de formatos y de estímulos (ey, es la historia del momento en que vivimos) para llegar a una especie de punto cinematográfico indefinido, entre el documental, la ficción y el ensayo, político y social. Siempre experimentando con el mismo lenguaje, la narrativa -o lo que sea que hace avanzar la película- y el propio texto escrito, con sus habituales intertítulos y como de costumbre jugando hasta con las tipografías. En un elaborado ejercicio de semiótica en la que cuenta tanto el contenido como el continente. Aunque sea para hablar de poner lo segundo al servicio de lo primero.
Para hacer notar el poder del montaje en la imagen y aquella situación en la que el medio se convierte en el mensaje: la percepción del espectador se va moldeando a través de la propia selección y disposición de las imágenes y demás, teorías ya presentes en las primeras disquisiciones sobre el tema cortesía de los primeros teóricos rusos del montaje (no, claro, la aparición de «El acorazado Potemkin» en «Film socialisme» no es gratuita).

Lo que pretende Godard, una de las cosas, probablemente sea rendir cuentas con el pasado. No para obviarlo sino para aceptarlo e incorporarlo a nuestra forma de enfocar el presente y el futuro. Mal que pese, la presencia del nazismo y la existencia del holocausto judío, la guerra civil española o el surgimiento del comunismo más salvaje han marcado la historia de Europa y han desembocado en un convulso mapa mundial cuyos puntos calientes ahora puedan ser conflictos como el de Palestina e Israel. O el de un continente sumido en una tremenda crisis económica marcada por el derrumbe de los mercados internacionales. Una Europa que va a la deriva (probablemente simbolizada por el propio transatlántico) y que asociamos con la nuestra, con la actual. O no: esa es una de las virtudes de la película, que cada uno puede contextualizarla en función del momento en que la experimente. Tiempo al tiempo.
Y no olvidemos el título. «Film socialisme» está imbuida no sólo de la libertad y la multiplicidad de pensamientos que pretende afianzar el socialismo. También está empapada de un profundo sentido de la dialéctica, de la oposición de contrarios concretada en la lucha de clases marxista, el choque de opuestos como motor de la historia (positivo/negativo, comunismo/capitalismo, obreros/patrones) y de la propia película godardiana (realidad/ficción, ruido/silencio). Pretendiendo funcionar como una especie de «despertador de conciencias», con la convicción de que el progresivo adormecimiento de la sociedad actual sólo puede superarse con revoluciones (que, por cierto, «no serán televisadas»), con pequeños actos de resistencia basados a poder ser en aquél, madre de todas las revueltas, que tuvo lugar allá por 1789.
«Film socialisme» es en fin una obra muy en la línea experimentadora de su autor. Que conecta por distintos frentes con las semillas que ha ido plantando a lo largo de su carrera (desde los primeros arranques de nouvelle vague hasta sus «Histoire(s) du cinéma», pasando por sus combativos artefactos de finales de los 60) y prosigue con su doble condición de francotirador y culo de mal asiento con este texto totalmente fragmentado para una película enigmática, hermética, desafiante, muy, muy oscura.
Un bofetón según el método del dr. Godard a los cineastas que se las dan de modernos y no son capaces de trascender la narrativa tradicional ni de romper con las ataduras del relato convencional, de volver a creer en la fuerza de la sugerencia ni tampoco en la capacidad pensadora del espectador.
Capaz de apabullar y arrullar a la vez. De mostrar una profunda cinefilia (aparece «Potemkin» y también Rossellini o el clásico de Hollywood) y una apropiación de todo tipo de manifestaciones artísticas, desde la literatura hasta la pintura, o campos del estudio humano, desde la historiografía hasta la antropología.

Muchos años, muchas películas de Godard vistas, muchas veces algunas de ellas y sigo teniendo la sensación de que nunca voy a poder captar la filmografía del genio en toda su complejidad. Que su discurso siempre irá un paso (por lo menos) por delante de mi entendimiento y mi experiencia como espectador. Que la complejidad de sus propuestas siempre me harán sentir como un completo idiota desamparado ante un cine que es toda una vida y una vida que es el cine. Que siempre me la meterá doblada donde y cuando sea y me seguirá desencajando la mandíbula su capacidad para escribirse, reescribirse y sobre-escribirse, y para hacernos sentir como espectadores mutantes, siempre cuestionándonos como tal. Y eso sólo puede ser bueno ¿no?

-/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. ¡Espléndida!Yo me siento, a veces, doblemente idiota porque creo que nunca voy a poder comprender, por su complejidad, el pensamiento de godard y su forma de hacer CINE. Pero a lo que alcanzo, me parece MARAVILLOSO.

    Muy buena la crítica.

    Anna K.

  2. Gracias Anna. Escribir algo así es casi tan difícil como ver una peli de ese estilo… pero al final es igual de satisfactorio.

    La verdad es que supongo que esa es parte de la grandeza de Godard, el hacer un cine que necesita de cocción, cocción y más cocción y aun así nos seguirá dando la sensación de que es inasequible.
    Que no siempre tenemos que comprenderlo TODO, que no siempre tenemos que esperar guiones redondos y perfectos, que el arte va mucho más allá de la narrativa clásica. Que también puede ser un vehículo de sensaciones e ideas en libertad y sin ataduras de ningún tipo (más allá de los conceptos de entretenimiento y demás)

    Gracias por tu reflexión, un saludo!

  3. Buff, reconozco que es la primera pelicula de este autor,vaya por delante que no me considero un "cinefilo", tampoco me relaciono con la industria para detectar los detalles técnicos ó la originalidad de su cine.. también diré que la ví en la filmoteca en versión original sub-titulada..

    No me gustó..,no logré entender que es lo que me quería decir.,no entendí las alusiones,la mayoria de los personajes,ni la relación entre ellos, "flashes" de nada.
    Además con unos mensajes morales intermitentes que no necesitaba,

    No me dió que pensar en ningún instante…

    Para mí, lo último que volvería a ver en mi vida.

    Pero bueno..,que no me gustase no quiere decir nada, todos tenemos nuestros defectos..

  4. Bueno, la verdad es que Godard ha derivado hacia unos terrenos en los que se hace imprescindible ser "cinéfilo" para disfrutarlo. La verdad es que no tiene nada que ver esta "Film Socialisme" con sus primeros pasos: el hombre ha ido sofisticando su discurso hasta convertirlo en un vehículo para la experimentación más radical, y eso, por supuesto, es enemigo de los grandes publicos y los "espectadores ocasionales".

    Que no te gustase sólo quiere decir que el cine es infinito, que admite miles de percepciones distintas y de opiniones diversas. Con Godard pasa exactamente eso: que en sí mismo es tan amplio, tan inabarcable, que las interpretaciones se hacen también infinitas

    ¡Saludos!

  5. Genial como siempre Godard,
    sin pretensiones de entendimiento,
    verla 1 2 3 y tantas veces,
    siempre se le va exprimiendo un poquito mas…
    No es una historia, ni un cuento,
    mas cercano al ensayo, a la experiencia misma de ver.

    Saludos Miguel

  6. Gracias por tu comment, Miguel. Jeh, un poco Godardiano incluso

    GOD………..

    ………..ARD

    G…..OR…..D

    ……DARD….

    GO…….A..RD

    etc ;)

  7. Me quedo con una de sus frases en la crítica, "Godard va un paso por delante del espectador". El problema es que yo me he sentido varios pasos por detrás viéndola.

    Mira que intentaba reflexionar y encontrar las metáforas, pero había cosas que se me escapaban.

    No la he disfrutado mucho, pero como experiencia, y para ser la primera vez (con una película de esta escuela), no está mal.

    Un saludo, y mis felicitaciones por esta gran crítica

  8. Pues de entrada muchísimas gracias por el comentario.
    Además celebro que aunque no te haya gustado, te mantengas abierto a nuevas experiencias. Es la base de la cinefilia. No tanto el haber visto muchas películas ni el tener opiniones muy fundamentadas. Creo que el auténtico cinéfilo (es sólo mi opinión) es el que lo siente como una cosa viva, mutante, y se muestra dispuesto a arriesgarse, a probar, a saltar al vacío.
    A veces el salto descalabra, pero de todo se aprende.

    Y de todos modos, no lo hacías con ese propósito, supongo, pero todo lo que has dicho es muy bonito: "yo me he sentido por detrás viéndola", "intentaba reflexionar y encontrar las metáforas, pero había cosas que se me escapaban", "No la he disfrutado mucho, pero como experiencia, y para ser la primera vez no está mal". Joder, todo eso está muy bien. Todo tiene una parte positiva y, si lo piensas, hasta emocionante. Porque quiere decir que te has sentido retado, estimulado, que el tipo te ha hecho pensar.

    Eso es lo primero. Luego, si es que te apetece y te interesa, ya irás cogiéndole el tranquillo a Godard. Si me permites un consejo, te recomiendo que empieces por lo primero, que es lo más accesible (Al final de la escapada, El desprecio, Vivir su vida, Alphaville), luego pases al segundo grado (Weekend, Pierrot el loco) y luego ya te vayas hacia lo hardcore (todo lo que hizo con el Grupo Djiga Vertov o incluso las Histoires du cinema).
    Un tipo único, el Godard.

    Saludos y, eso, gracias por comentar!

  9. Hola a todos. Vengo del futuro, concretamente del año 2129. Tengo una misión muy importante: eliminar a cierta persona para romper su descendencia y que así cierto personaje no llegue nunca a presidir nunca cierto país. Disculpad que sea impreciso, operación obliga. Total, que me he dado un pequeño descanso y os quería decir que no, que en 2129 todavía no entendemos a Godard. No hay manera de cogerlo. Al parecer no era un 'pasito' de nada el que nos llevaba de ventaja. Nos debe llevar varios caminos de Santiago juntos. Un saludo.

  10. PD: en el futuro se emplea la palabra 'nunca' muchas veces. Es la moda.

  11. Ts, vosotros y vuestras modas extrañas. Entre eso y llevar los bolsillos para fuera y las zapatillas que se abrochan solas vais finos.

    En cualquier caso, me alegra saber que en el siglo XXII sigue sin entenderse a Godard… A mí me molan algunas cosas que no se entienden. No todas, pero sí algunas. Vamos, que no necesito entenderlo todo para sentirme estimulado y excitado. Todo a un plano intelectual, me refiero. De momento. (pensándolo bien, al buen Jean Luc no le sientan del todo mal esos pliegues y manchas seniles… grrr)

    Y ahora, va, confiesa. Quién preside? Es el tataranieto de Leticia Sabater ¿verdad? Mierda, es el tataranieto de Leticia Sabater, lo sabía…

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