Crítica de Focus
Mira que la cosa estaba yendo bien. Pero de repente, en virtud de esa tendencia hollywodiense generalizada de fagocitarlo todo para digerirlo y aplicarle una mano de jugo gástrico basado en la convencionalidad y la mera fórmula, algo se acabó torciendo. John Requa y Glenn Ficarra gozaban de un inicio de carrera prometedor: un debut fresco y original, la muy maja Phillip Morris ¡Te quiero!, y un segundo asalto que ponía las cosas aún mejores en el el terreno de la comedia por venir, esa notable Crazy, Stupid Love. En ambas ocasiones la pareja de realizadores en cuestión no derrochaban una gran personalidad ni asumían demasiados riesgos pero en cualquier caso sabían manejarse en su género y vehicular con solvencia un par de guiones de altura. Pero llegó Will Smith y su incipiente mala sombra y la cosa se fue al garete: el de Filadelfia pasó de la noche a la mañana -y por culpa de un descalabro horripilante llamado After Earth– de todopoderoso actor influyente a simplemente todopoderoso, y necesitaba recolocarse en el mapa a toda costa, a ser posible mediante un producto donde primara más el potencial comercial que la búsqueda de la calidad intrínseca. Y eso es más o menos Focus, un aparato de lucimiento puesto en marcha por una pareja de autores (también firman el guión) que parecen menos entregados a su propia causa que puestos al servicio de su pareja protagonista, el mentado y una Margot Robbie que dio el salto con El lobo de Wall Street y ahora parece querer quedarse por aquí una temporada. Poco más.
La excusa es la revisitación (que no reformulación, ni de lejos) de las clásicas películas de ladrones pícaros con romance de por medio. Citar a Cary Grant y Grace Kelly estaría fuera de lugar. Y el resultado es… exactamente el esperable. Nadie se parece atrever a alejarse ni un milímetro de la potencial fórmula del éxito y obviamente el balance final se resiente de ello. Salvando un par de giros de guión -bastante inverosímiles, por cierto- la película guarda pocas sorpresas reales y resulta predecible y equemática; eficaz en su propósito, sí, pero decididamente poco ambiciosa más allá de la pura superficialidad. Focus es un muestrario bonito y bien montado -pero mero muestrario al fin y al cabo- de gente guapa, cosas caras y objetos brillantes. Un nuevo pasatiempo sobre estafadores muy alejado en todos los aspectos de lo que lograba Steven Soderbergh con su saga de Ocean y una comedia de lujo con el interior hueco como un huevo de Fabergé. Sí, se pasa volando y no, no resulta ofensiva, pero lo cierto es que como comedia no es muy divertida y como película de pillos no es muy emocionante. Y como historia romántica que empieza a lo Pigmalión y termina como un Sr. y Sra. Smith tampoco regala grandes momentos ni una especial química entre sus dos medianamente correctos protagonistas.
Insisto, la película se ve con comodidad y se olvida sobre la marcha, con un margen de unos cinco segundos entre una cosa y la otra. Uno puede deleitar la vista con su apariencia de juguete caro (he dicho apariencia) y el oído con una banda sonora donde brillan un puñado de temas de corte soul, rhythm and blues y rock más o menos clásico. Y de vez en cuando la cosa se reserva alguna que otra gominola en forma de decisión de buen gusto escénico. Pero la verdad, siendo muchísimo más vulgar que sus referentes (el género siempre necesita de una chispa extra especial, aquí ausente), y funcionando con simple corrección en su vocación de entretenimiento, a uno le da por pensar. ¿Puede ser Focus una película tan coherente consigo misma que, hablando de ladrones y fuleros, represente de por si un pequeño timo de la estampita? Si esa era la intención, chapeau.
5/10