Crítica de Fuerza mayor (Turist)
Ya desde su plano inicial, en el que un fotógrafo da indicaciones a una familia para que se coloquen en la perfecta posición para la fotografía-souvenir de su viaje a los Alpes, Fuerza mayor (Turist, 2014) deja claro que no es una película convencional. Grabado en un acurado plano fijo (que, como luego veremos, predominará durante todo el metraje) la escena muestra una situación en la que no sucede nada destacable, pero que lanza las primeras pistas del que será el tono de la película (el de un acróbata caminando en la cuerda floja que separa drama de comedia) y el discurso de fondo de la obra. El fotógrafo les indica cómo deben mostrarse ante el mundo: una hermosa familia perfecta, unida y inquebrantable (juntad las cabezas), en la que el padre protege (rodéalos con el brazo) y de la que la madre se ocupa felizmente (sonríe). Pero al juntar las cabezas, los cascos chocan y provocan hilaridad. ¿Es realmente la institución familiar tan indestructible como la pintan? ¿Debe el hombre responder al patrón de fortaleza con el que se le identifica? ¿Hasta qué punto cumplimos con los roles que nuestra sociedad nos dicta?
La premisa del argumento podría llevarnos a pensar que estamos ante un trabajo de estructura clásica tipo un suceso trágico desencadena una crisis de pareja ya que la sinopsis es algo así: “Un matrimonio con sus dos hijos pequeños se van de vacaciones a una lujosa estación de esquí para pasar unos agradables días en familia. El idilio se ve truncado cuando sufren una avalancha. Todos salen ilesos del accidente, pero el marido, en el momento de máxima tensión, ha escapado para intentar salvar su vida dejando a su familia atrás. A partir de ese momento ya nada volverá a ser lo mismo”. Pero la película va más allá, desarrollando un poderoso cuestionamiento de los roles sociales discurriendo por un terreno muy arriesgado de drama/comedia, en el que resulta completamente imprevisible y, al mismo tiempo, reveladora.
El drama de los personajes principales trascurre mientras interactúan con otros personajes que estratégicamente interpretan, cada uno de ellos, una función: la mujer que vive la familia y la maternidad de una forma distinta, con libertad e independencia (Oposición). La pareja joven que al conocer la historia primero ríen, y luego reproducen el mismo conflicto (Identificación). Incluso el vigilante del hotel que los observa desde lejos sarcásticamente (Juicio externo). Así, los secundarios juegan el papel de contrastar con los protagonistas adoptando posturas que podrían ser las del espectador frente a la propuesta de la película.
El director Ruben Östlund fue en sus inicios director de películas de esquí (y también ha dirigido los largometrajes Play y Involuntario que no se han estrenado en España). Esta experiencia se ve reflejada en Fuerza mayor en el modo en que filma las escenas de la familia esquiando. Su composición de los planos y la elegancia de la técnica hace que el ejercicio de los personajes se convierta en una delicia estética. Pero no sólo se luce en las secuencias de descenso por la nieve, al contrario, todos los planos de la película demuestran un gran conocimiento de la composición y un interés por buscar perspectivas inéditas. También su tratamiento del sonido y de la música destaca por su originalidad, con un leit-motiv musical que inyecta una intriga no exenta de cierto humor. Resaltar el sonido de los detalles de pequeños movimientos, botones, máquina y objetos, añade cierta dimensión de cercanía a una película que en general se muestra fría y distante.
En su composición estética el director no se olvida del contenido y, así como muestra la belleza del desliz de los esquís por la nieve, también recalca la pesadez del viaje a la nieve y de las responsabilidades familiares: el pesadísimo traslado de un lugar a otro cargando con esquís, palos, guantes, botas; el histerismo del niño pequeño cuando tiene hambre; los mocos que provoca el frío… No se trata, en definitiva, de una visión idealizada del esquí, como tampoco de la estación de lujo en la que se encuentran, que provoca más bien claustrofobia.
Fuerza mayor resulta interesante porque arriesga. Y lo hace en su forma pero también en su fondo. Por una parte no tiene miedo de introducir hasta una secuencia onírica, en la que vemos a unos chicos gritando en una discoteca demostrando su “masculinidad”, escena que no tiene una relación directa con la trama pero sí con lo que la película busca comunicarnos. Por otro lado, las reacciones de los personajes y el desarrollo del guion, prefieren el riesgo a la previsibilidad, así la escena del desmoronamiento del padre de familia con su rídiculo llanto roza lo inverosímil, pero, a la vez, se equilibra con la reacción indiferente de la madre, logrando finalmente el efecto catártico buscado.
Pero lo más apreciable de Fuerza mayor es su sentido del humor, su poco interés en tomarse a sí misma demasiado en serio. Hay en todo el film, en cada uno de sus diálogos, personajes y planos, una sombra de sorna, una risa para sus adentros que nos permite reírnos de nosotros mismos, de nuestra condición cobarde y histérica, sin perder una pizca de seriedad en la reflexión por ello.
8/10