Crítica de Ghostland
Por Mario Parra
Ghostland es el cuarto largometraje del siempre provocador e interesante cineasta francés Pascal Laugier, tras la modesta El internado, la salvaje Martyrs, y la sorprendente El hombre de las sombras. Un señor que ya nos tiene acostumbrados a los cambios de género y a los giros de guión a mitad de metraje, o incluso al comienzo, para que olvidemos rápidamente las sensaciones de su comienzo y nos adentremos en caminos no explorados ni indicados por su planteamiento. Por tanto, se trata de un director y guionista que siempre va a encontrar sentimientos diferenciados en el espectador, pero que no dejará indiferente a nadie.
Su título se proyectó con un vídeo saludo de Laugier en el Nocturna 2018, gesto siempre de agradecer, al saludar al público español en la butaca. El filme se centra en dos niñas que, junto con su madre, se marchan a vivir a una mansión en mitad del campo, tras el fallecimiento de su tía, propietaria del lugar. Una casa llena de recovecos, oscuridad y cientos de muñecas, a cual más tétrica. Ay esa muñeca de ojos luminiscentes que sale del armario, ay. En su primera noche, la familia es asaltada por una extraña mujer y un hombre enorme, con una violencia tremenda. Y hasta aquí puedo leer, antes de incurrir en spoiler. Pero el filme creo que merece la pena y, aunque muchos puedan considerar que su giro es innecesario, está bien insertado y la trama no decae por él, más bien al contrario.
Un título salvaje del que la mayor parte de espectadores salieron encantados. La violencia y crudeza de sus imágenes pueden doler, pero dentro del género es una obra a tener en cuenta, otra en la filmografía del francés que le distingue como uno de los pocos cineastas galos que han sabido escaparse de la etiqueta del gore francés de comienzos de los 2000 para labrarse su propio camino, al igual que Maurien y Bustillo (À l’intérieur), pese al traspiés con su reciente precuela de La matanza de Texas.
Por el Carlos Giacomelli
Que a estas alturas Pascal Laugier sea incapaz de volver a remover los intestinos del espectador, es algo que sólo pone en duda una persona. El propio Pascal. Muy atrás han quedado ya los tiempos de Martyrs, enterrada a conciencia, para mayor inri, por su segundo largometraje, ese subproducto llamado El hombre de las sombras (The Tall Man). De hecho, que después de eso aún haya tenido margen para una nueva película no deja de resultar sorprendente.
Pero aquí está Ghostland, y con ella un nuevo intento, desesperado, por demostrar que el director aún tiene capacidades para impactar al respetable. Por vía de otro subproducto, claro. Huelga decir que ni se acerca a su objetivo, quedando en un tibio mordisquín y poco más. Pero del esfuerzo, algo se rescata.
No mucho: hablamos de un par de escenas de cierto interés, por su voluntad casi más voyeurista que otra cosa. Y de uno o dos giros de guión tan sacados de madre como para caer en gracia. Lo suficiente para que en lugar de borrarse de la memoria de manera inmediata, este enésimo torture-thriller (vamos, expolit de Las colinas tienen ojos si se prefiere) valga al menos para ser comentado después de su visionado. Y ya.
Todo lo demás es un refrito tras otro, una película cuyos derroteros se saben de memoria con excepción de los anecdóticos twists comentados en el párrafo anterior. Ghostland, eso sí, cuenta un Pascal Laugier que se esfuerza porque no le queda otra. Pero lo hace en exceso, lo cual se traduce en un relamido, barroco… e innecesario ejercicio de estilo que juega en su contra: curiosamente, lejos de otorgarle una personalidad propia al film, lo hace parecerse a una copia barata de Poe o Lovecraft (si estos se pusieran a dirigir películas desde la tumba, o algo) o -sic- Del Toro.
Así que, nada, otro tiro por la culata más. Da morbo, sí. Y es moderadamente entretenida, también. Pero si cae en gracia, mucho me da que es más por ver cómo lo intenta a la desesperada Laugier que otra cosa. Como, no sé, lo hacía Croacia intentando jugar de tú a tú a Francia en la final del mundial. A todos nos caía bien el equipo pequeño, pero sabíamos que no iba a tener ninguna posibilidad.
Trailer de Ghostland
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Casi. O por lo menos, más cerca. Más cerca se ha quedado Pascal Laugier de volver a la primera división, de la que se bajó tras Martyrs. O eso piensa el Capi, para Mario Parra, estamos ante una de las sorpresas del año, por su salvajismo y su trama ascendente.