Crítica Goal of the Dead
Los inventos, ya se sabe, hay que dejarlos para la gaseosa. Atención a la imposible mutación que ha parido el país galo, condenada al hara-kiri de manera automática: Goal of Dead no pasaría del enésimo subproducto a catalogar en el género de la comedia con zombis. Una nueva chorrada deudora de Zombis Party (cuyo título original, recordemos, es Shaun of the Dead, parodiando Dawn of the Dead, que aquí se llamó Zombi; vaya lío, ¿no?) que como tal no trascendería en ningún caso a los anales de la historia pero sí podría hacerle pasar al espectador unos 90 y pico minutos moderadamente entretenidos… En función, claro está, de la aversión que éste pueda sentir en relación a los no-muertos; y por aquí ya nos han cargado mucho las tintas. Sin embargo, prepotente como pocas la industria francesa, esto no podía quedar así. Y como si no hubieran aprendido nada de los follones que acompañaron el estreno del Grindhouse de Tarantino y Rodriguez, hete aquí que dos directores se encargan de la primera y la segunda parte de esta película, cual partido de fútbol, resultando en una double feature ya con dos versiones en el mercado, larguísimas ambas: una supera las dos horas, la otra alcanza los 140 minutos. Benjamin Rocher (La horda) y Thierry Poiraud (Atomik Circus: El regreso de James Bataille) se encargan de una y otra respectivamente, minifilmes con sus correspondientes tres actos e incluso títulos de entrada por partida doble, en un ejercicio que agota antes incluso de que empiece su visionado. Porque en serio: ¿Grindhouse + Zombis Party? A estas alturas ¿se os ocurre invento más desfasado?
Se adjudica así Goal of the Dead, una relevancia innecesaria, y rechaza de paso la posibilidad de que pueda uno acercarse a ella con la mentalidad totalmente despreocupada que requiere este subgénero. De modo que el ceño se frunce demasiado pronto pero, ya al margen del formato del film, también por el propio tempo y las sensaciones que éste desprende. Algo va mal en una propuesta que debería ser una comedia alocada y lo más salvaje posible desde el primer minuto, y que en lugar de ello tarda hasta cuarenta y tantos ídem en arrancar en pos de un argumento mínimo y un trabajo de personajes francamente pobre. Ahora bien, por el camino deambula el humor; un humor que prevalece (mal) sobre el desarrollo de la trama, y que busca criticar el mundo del deporte rey llegando a tocar solamente los clichés más básicos del mismo: el fútbol zombifica… menuda metáfora más rompedora. Muy poquita chicha y mucho menos zombi (que al final es por lo que hemos venido), para una cinta que incluso a nivel visual, y por más que busque evidenciar los dos estilos de sendos directores, se antoja vista demasiadas veces y en un lapso de tienpo demasiado escaso. Nada hay en ella ni en el tono, ni en el fondo, ni en la forma, que justifique su existencia post Edgar Wright & Simon Pegg.
Y aquí es donde sale a relucir la autocondena de su formato. Porque aún con todos sus males, Goal of the Dead podría haber quedado apañada, si se hubiese limitado a ser un vulgar exploit. De muy baja estofa y sin un sólo bocado fresco a reivindicar, claro: pasa por todos los lugares comunes del cine de zombis, e incluso por los de toda esa serie de máquinas desmitificadoras que ahora tanto se estilan (núcleos varios de supervivientes para el primer caso, personaje similar al de Samuel L. Jackson en Deep Blue Sea para el segundo, por ejemplo); pero bien hecha en materia de puesta en escena, efectos especiales o maquillaje, y lo dicho, formando todo parte de una broma que contase con la complicidad del espectador. Nada de doble sesión, tan forzada como innecesaria. Y si se suma a ello un inesperado ataque de mojigatería que reduce las situaciones realmente gore-festivas a un número demasiado limitado, un exceso de recursos con tendencia al videoclip, y la falta de la chispa con la que sí cuenta la trilogía del Cornetto de Wright y Pegg (con escenas tipo comedia de situación que rozan el ridículo allí donde los ingleses las combinaban a la perfección con el cine de género)… todo queda en muy poquita cosa. Sí, se salvan varios pasajes, y esa acumulación de vómitos sin freno hacia la mitad de su metraje puede que sea, por separado, de lo mejorcito que vaya a verse en Sitges 2014. Pero por lo demás, Goal of the Dead no es más que una sonora decepción. Sonora y eterna.
4/10