Crítica de Gordos

Con su debut en el largo «azuloscurocasinegro», el director Daniel Sánchez Arévalo consiguió algo poco frecuente en el cine español: conciliar público y un sector de la crítica más o menos exigente que vio en ese debut una propuesta estimulante y moderadamente arriesgada. Gustó a casi todos y puso al director en el mapa de «jóvenes talentos a quien seguir de cerca».

Por eso todas las miradas estaban puestas en este «Gordos», el second coming que debía afianzar a Sánchez Arévalo, y por eso la sensación final fue bastante agridulce. Las expectativas estaban altas, y no se han podido colmar, no han confirmado al director como el salvador de nuestro cine al margen de esas otras miradas de distintos grados de genialidad/ombliguismo tipo Lacuesta, Serra y similares.
Sin embargo, ya sabéis que en La Casa no somos fáciles de influenciar por las opiniones mayoritarias, somos del «ni tanto ni tan calvo» y nuestra valoración de la película tampoco es tan desastrosa como se ha dicho por ahí.

«Gordos» es la historia de una serie de personajes con dos nexos comunes: uno, la obesidad, el malestar de verse encerrados en un cuerpo que rechazan. Dos, la sesión de terapia psicológica en la que todos se reúnen, no para intentar adelgazar, sino para comprender el por qué de su sobrepeso.
Dicha terapia está llevada por Abel (interpretado por Roberto Enríquez), un psicólogo con métodos bastante curiosos (enitiéndase «curiosos» como «vamos a desnudarnos todos antes de conocernos») y con sus propios problemas conyugales. Y sus pacientes pasan por un homosexual ex-estrella de los televentas de píldoras de adelgazamiento (Enrique, Antonio de la Torre), un padre de familia con miedo a heredar los paros cardíacos que fulminaron a su padre y abuelo (Andrés, Fernando Albizu), una religiosa cuyo novio aún más religioso la tiene a régimen de sexo (Sofía, Leticia Herrero) y una ejecutiva que ha engordado desde que su novio se fue de viaje y que ahora teme su regreso (Leonor, María Morales). Alrededor de ellos orbitan, además, una serie de personajes con problemas parecidos, y que construyen los entornos afectivos de cada uno: la novia embarazada de Abel, la familia disfuncional de Andrés, el novio reprimido e hipócrita de Sofía, la mujer del ex-socio de Enrique a quien acaba de dejar en coma, y así.

 

Con ello, «Gordos» resulta una película puramente coral y, en consecuencia, con múltiples frentes argumentales. No es una película plana, ni tampoco sencilla. Focaliza su atención en los distintos individuos que pululan por ella, y en sus contextos personales de manera casi fragmentada, huyendo incluso de la linealidad en más de un momento (hay flashbacks y sucesos narrados desde diversos puntos de vista), y a partir de todo ello construye su mood general: no es una comedia ni es un drama, o es las dos cosas a la vez, aunque de manera algo deslavazada. Resultado: una película descompensada e irregular, que pivota entre momentos cómicos de diverso pelaje (sutiles, ácidos, barriobajeros, esperpénticos) y otros de dramatismo algo exagerado. En ambos casos flirtea peligrosamente con la producción televisiva más discretita, ya sea con la telecomedia de privada o el culebroncete de sobremesa de Televisión Española.
Por fortuna estos momentos son aislados, y no se convierten en tendencia a lo largo de su elaborada estructura.

 

 

Porque así es, como película que se pretende compleja, opta por tocar muchos temas propios de la sociedad actual: la importancia de la imagen propia, la represión del deseo y la culpa, la frustración, la marginación social, las contradicciones vitales, las mentiras y el autoengaño… Pero ah, queridos amigos, ya se sabe que quien mucho abarca… así que al final termina chocando de frente con su principal problema, no profundizar en nada, ofreciendo sólo apuntes de todo, o sea, apretando poco.
Sí hay que reconocérsele que se moja en algunos momentos para criticar abiertamente algunas de las estupideces que configuran nuestra vida cotidiana pero, vaya, al final no termina más que metiendo la puntita. Por ejemplo, la crítica al mundo casposo y acartonado de las teletiendas del que se podía haber sacado un jugo tremendo al final es bastante fofa (falta vitriolo y sobre todo un trabajo estético más contundente). O ahí está esa carga contra la mojigatería cristiana y las actitudes sexuales más bien monjiles, a la que le falta la misma mala hostia (eso sí, hay que reconocer que el tema del Cristo fosforescente es impagable).
Además, quizá se le podría reprochar a la película el no ser capaz de capear una trampa en la que suelen caer como moscas todos los productos de este tipo. Porque veamos, ¿qué extraña necesidad tiene el cine español de recurrir una y otra vez a un recurso tan gastado como es el intercambio de parejas? ¿Qué oscuras frustraciones nos mueven cuando demostramos ser incapaces de producir historias corales de parejas sin que aparezca de por medio el tema de la infidelidad? Todo esto obviamente juega en contra de la película y en concreto de su capacidad sorpresiva, que la tiene.

 

Cambiando de tercio, se agradece (especialmente por aquello de la «coralidad» que comentaba) un concienzudo tratamiento de las motivaciones de los personajes. Estos, y parecerá perogrullada pero no lo es tanto, evolucionan. A lo largo del metraje van experimentando una curva en la que sus evidentes cambios físicos van acompañados de una trayectoria psicológica. Lo que ya es mucho.
Desgraciadamente esta tendencia no dura toda la película: al final las evoluciones particulares de los personajes se hacen algo erráticas y no terminamos de entender cómo cambian, a qué cambian y por qué incluso algunos vuelven a sus puntos de partida.
Como es de suponer, el apartado interpretativo juega un papel vital en todo esto. En este sentido las interpretaciones son más bien discretas, pero en general algo superiores a la media: todos están moderadamente bien, aunque terminan patinando en los momentos dramáticos más intensos. Aquí la mayoría no pueden contener el histrionismo o directamente no llegan a las cotas mínimas de intensidad. Por lo demás, ya digo, un tono interpretativo general aceptable.

 

 

Con todos estos ingredientes hay que reconocer a Sánchez Arévalo que sabe lo que se hace. Muestra una realización voluntariosa, bien planificada y ejecutada de manera más que aceptable. Y aunque tiende a una estética algo estereotipada, casi de anuncio, se agradece que en todo momento esté cuidada, que la cámara busque vida más allá del plano/contraplano y que la fotografía pretenda evitar las imágenes planas y meramente ilustrativas. Ahí sí que despunta Sánchez Arévalo como la posible salvación de mainstream nacional. Y ahí es donde disfrutamos nosotros su película, trabajada, «pensada» y con unos resultados que si bien al final no son totalmente satisfactorios sí reúnen un buen puñado de cualidades bastante destacables.

 

Si nadie se olvida de este chico por el camino (esperemos que no sea así) y consigue labrarse una carrera bien cimentada con sus futuras películas, apuesto que dentro de unos años, si hacemos un repaso de sus logros, utilizaremos en algún momento u otro las palabras «aquella muy reivindicable Gordos». Ya lo veréis.

6/10

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Creo que nunca había estado tan en desacuerdo contigo como hoy. A mi me pareció horrible, aunque eso si, mejor que Azuloscurocasinegro, posiblemente la película más sobrevalorada de la historia del cine español.

  2. Jajaja… lo de siempre: cuestión de expectativas y de estándares. Hay que bajar el listón para apreciar "Gordos". En un mundo ideal en el que el cine español comercial no estuviera creativamente canceroso ni me plantearía hablar de esta película. Hoy por hoy me parece de lo mejor que tenemos a nivel mainstream.

    Y eso no implica que haya que ser más benévolos, ni que tengamos que suspender nuestro sentido crítico, pero mira, no me ha caído del todo mal la película. Ya digo, porque como había leído por ahí (creo recordar que en tu fotolog, entre otros lados) se suponía que debía ser catastrófica. Y por lo menos a mí no me lo pareció.

    Saludos!

    (P.D: Próximo Top CD's 2000-2009 en freetanga… ;))

  3. Me gustó Azuloscurocasinegro y esta aún no la he visto. Y tengo ganas de verla precisamente porque yo soy un gordo, y precisamente temo que como gordo me decepcione. Lo de los recursos manidos del cine español ya es otra cosa: habitual y tristemente tópico en nuestra producción. Que pena.

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