Crítica de Habitación en Roma
No es que no se lo haya buscado, pero la cantidad de palos que se lleva Julio Medem a cada película desde sus últimas tres o cuatro puede llegar a estresar al más estoico. Es una lástima, de verdad lo creo. Siempre he pensado que el director de «Vacas» posee una rara cualidad que lo alza por encima de la media de compañeros de panorama cinematográfico. Al contrario que la gran mayoría de directores de cine comercial de este país, Medem siempre se ha planteado el cine como un producto audiovisual total más que como una mera puesta en imágenes de un guión. Y siempre se ha mostrado inquieto por encontrar una voz propia y una personalidad formal que lo conviertan, si no en un director que interese al espectador casual, por lo menos sí en un narrador completo.
Y eso, se mire por donde se mire, es bueno.
A menos que, como en el caso que nos ocupa, ello encierre esa terrible paradoja quesignifica el poder llegar a morir bajo el peso de sus propias virtudes que, huelga decirlo, también necesitan ser tratadas con más tacto que exceso.
De este modo «Habitación en Roma» se cimenta en una excusa mínima (dos extrañas mantienen una relación erótico-romántica en una habitación de hotel), partiendo del «drama de cámara» intimista (apenas hay más personajes, el transcurso del relato es lo que dura una noche y esas cuatro paredes encierran todo el cogollo argumental) pero llevándolo todo hacia un terreno de aspiraciones poéticas y altas ambiciones estéticas. A su vez no deja de ser en sí mismo una paradoja. Y un reto ambicioso, por supuesto.
Toda la película se autoexige un código estricto basado en la localización, de modo que se ve obligada a construir su trama a partir de los diálogos por un lado y de las relaciones sexuales por el otro, y va desgranando poco a poco el drama personal sobre el que se cimentan ambos personajes: pasados turbios y relaciones familiares complejas van dotando al guión de un progresivo background que, y aquí viene el problema, va abigarrando la historia hasta confundir sus objetivos y contribuir al despiste general.
De modo que lo que empezaba como una historia sencilla, una fábula de mutua maduración sexual, un drama romántico directo o un soft porn con coartada autoral se va hinchando no se sabe muy bien de qué, mostrándose un poco perdido respecto las motivaciones de sus personajes cuando los lleva más allá de la propia historia de amor. Y paralelamente va dejándose ver otro de los males de la cinta: el desparrame visual que propone Médem, de un atractivo innegable, va escorando en demasiados momentos hacia una lírica más bien fofa, rica en metáforas poco pulidas y simbolismos visuales más bien facilotes. Mostrándose amanerada y relamida hasta llegar a un punto en el que uno se da cuenta de que todo ha quedado reducido a una especie de merengue romanticón con sexo quasiexplícito de por medio. Y cuesta hasta evitar sonrojarse por culpa de algunas soluciones argumentales ridículas y algunos recursos formales ingenuos.
El envoltorio es bonito, insisto. La luz está trabajada al detalle, los encuadres perfectamente medidos y el sonido toma una importancia capital al contribuir a ese entorno detallado y matizado. Pero también es cierto que el look estomaga con facilidad dada su tendencia intelectualista (cita con insistencia el arte de la Roma y la Grecia clásicas) aportada por ese -en realidad interesante y curioso- diálogo entre el amor, el sexo y el arte. Como digo, probablemente el problema está en la mirada de Medem.
Queda en la parte positiva un par de interpretaciones sobresalientes, un tratamiento del erotismo elegante y esa acertada decisión de limitar el meollo dramático a ese «Breve encuentro» que une los destinos de sus protagonistas en la calle, los consolida en la habitación y luego los apostilla de manera coherente, no especificaré como. Y ese contraste entre lo limitado de las cuatro paredes y la globalidad de un mundo conectado, especialmente gracias a las nuevas tecnologías que permiten plantarse de un golpe de mouse en la otra punta del mundo para echar un vistazo afuera, a través del agujerito y desde dentro de la caja. Un discurso que no es nuevo, pero que logra abrir la historia hacia fuera.
De todos modos, es poca cosa a destacar frente a esa historia a la deriva, que va perdiendo intensidad y que se empeña en avanzar mediante diálogos más bien postizos, poco creíbles y que demuestran que todo el lote se pone mejor en cuanto quiere pasar por un porno con inquietudes artísticas que cuando se convierte en romanticismo con toques eróticos: como en la «9 songs» de Winterbottom, hay momentos en que «Habitación en Roma» parece una mera colección de precisosos polvos lésbicos que le hacen a uno preguntarse si todo habría quedado más arregladito de haber contenido sus ansias por ir más allá.
5/10
Creo que esta película es un claro ejemplo de uno de los problemas del cine español:el exceso de pretensiones.Con el rollo de querer ir de moderno,se olvida de contar una historia.No se cómo un rollo de una noche puede ser romántico.Al final,sólo es un puñado de desnudos y ni siquiera como eso vale mucho,para eso mejor ver una porno.
No soporto a Julio Medem en general (menos Vacas y algo Los Amantes del Círculo Polar). Creo que ser pedante no es ser poeta, y creo que ser barroco en los diálogos innecesariamente tampoco es ser profundo. Para mi el director vasco es un buen esteta, pero un guionista malo, excesivamente pretencioso y que a veces termina cayendo en el ridículo a base de cursilería. Y ya si se mete a hacer crítica política cae en el peor de los maniqueísimos como demuestra en Caótica Ana o la fallida La Pelota Vasca.
"Habitación en Roma" no puede ser más tópica: el jeque árabe, el mafioso ruso, el secundario cómico que se quiere montar el trío… Tampoco son interesantes las vidas de las protagonistas. Y escenas como la del flechazo dan vergüenza ajena. Vi la peli con una pareja de amigas lesbianas y una se durmió y la otra dijo que era una basura y que Médem no tenía ni zorra de lo que era un encuentro entre mujeres la primera vez.
Cinemagnificus desde un anónimo.
https://cinemagnificus.blogspot.com/
Nunca pensé que el sexo entre dos mujeres pudiese aburrirme tanto.
Por cierto, Elena Anaya necesita urgentemente comenzar una dieta a base de cocidos.
¡De acuerdo con todos! En mi opinión sólo se puede considerar redondas "Vacas" y "Tierra". Del resto de su filmografía se puede salvar algún que otro aspecto de "Los amantes del Círculo Polar", pero poco más. Porque el que apuntáis es su principal mal: al aspecto técnico le da respuesta un apartado literario en el mejor de los casos torpe. Siempre con unas aspiraciones argumentales que no puede cumplir y, y esto es lo que irrita más, una mirada elitista e intelectualoide. Eso, pretenciosa.
Una pena, porque ya digo, creo que es de los pocos hombres de "nuestro cine" (ajem) comercial que logra prestar la atención que se merece a la parte puramente audiovisual de su obra.
Grande la anécdota, Cinemagníficus XD
Saludos a todos!