Crítica de La noche de Halloween (Halloween – 2018)
Por Carlos Giacomelli
Bueno, pues otra vez aquí. A revivir esta historia de amor/odio hacia el slasher, género al que todo el mundo da por acabado y que cada dos por tres obligan a renacer, por lo general con el aprovechamiento de algún nombre clásico, sea Jason, Freddy, o Michael Myers. Este último, en concreto, lleva ya cuarenta años en liza, con infinidad de secuelas y algún que otro remake. ¿Hace falta estirar de nuevo el chicle con un una enésima La noche de Halloween, habida cuenta de la, como poco, tibia acogida de la última vez que se vio al asesino de Haddonfield? ¿Intentarlo una vez más con un género que pide a gritos ser enterrado? Respuesta obvia: no. Ah, pero ¿y si se hace así? En clave de secuela directa del original de Carpenter, con (parte de) el reparto original capitaneado por Jamie Lee Curtis, y con David Gordon Green tras la cámara. O lo que es lo mismo, un director polifacético pero siempre solvente. Ah, así quizá cuele.
Hay truco: la película que nos ocupa desprende en todo momento, y en clave de claros homenajes, respeto profundo hacia el original. Lo que implica lo mismo hacia el género en sí. Y a su vez, le supone ganarse al menos a un tipo de público muy nicho, pero con el que lo tenía difícil: el fan. Dudo que alguien pueda sentirse ofendido, irritado, entristecido, ante esta declaración de amor al clásico de Carpenter. Ganados ellos, toca ampliar el rango, y para ello, La noche de Halloween tira de picardía: se ríe abiertamente de sí misma aquí y allá, exagera alguno que otro de sus pasajes, y no le teme al gore ni a la violencia física y visual… aunque sepa perfectamente dónde queda el límite de lo comercialmente inoportuno. ¿Ampliamos un poco más el rango? Resulta que, incluso, hay un entramado que no revoluciona, pero sí refresca, jugando al intercambio de roles y convirtiendo a presas en cazadores, y viceversa.
Ojo, no todo va a ser un camino de rosas: también hay argumentos para quienes apuestan por el entierro del género. Que no haya revolución profunda implica que haya mucho recorrido manido ad nauseam. En especial durante el bloque central de la película, donde se asiste a un Unleashed Michael Myers galore que si bien esté realizado con gracia, tiene tan poco que aportar como para perder definitivamente la fe y volver a preguntarnos: ¿vale la pena seguir intentándolo? Cuando todo está hecho, explicado, y contado de mil y un maneras, ¿tiene sentido empecinarse con ello y no pasar página? ¿Será suficiente con haber acertado a la hora de elegir al director? (Y aquí, supongo que los números de la taquilla dirán).
Como mínimo, esta nueva intentona en el universo Halloween se salda con un slasher puro y la mar de digno, que encima va de menos a más, y no tiene necesidad alguna de alterar el recuerdo de la original, ni mucho menos las normas que marcó para el devenir de la saga. No supone innovación alguna ni justifica su existencia, más allá de un entretenimiento con elevadas dosis de añoranza. Ya es, ¿no?
Por Mario Parra
La noche de Halloween parecía llegar como salvación de la franquicia originada por el maestro John Carpenter en 1978, tras multitud de secuelas infames (y otras muy reivindicables, todo sea dicho), remakes e infinidad de copias, pudiendo seguir una gran cantidad de líneas argumentales diferentes, en función de las secuelas a visionar, con lo que esto parecía un personaje surgido de Marvel donde la continuidad no parece tener mucha relevancia en última instancia.
Si nos ceñimos a este último filme, dirigido por David Gordon Green, cineasta experto en lo cómico, pero que ya había hecho sus pinitos en otros géneros como el drama, esta es la primera secuela del filme que dio inicio a todo, ambientándose justo cuarenta años después de los primeros asesinatos de canguros.
Aquí nos encontramos con una Laurie Strode totalmente ida de la olla (estupenda Jamie Lee Curtis), obsesionada con el retorno del psicópata Michael Myers para seguir afilando su cuchillo jamonero. De ahí que sus relaciones familiares sean similares a cualquier cosa, menos a La casa de la pradera. Con la mala suerte de que, durante el traslado de Myers, que ha permanecido todos esos años encerrado en un centro psiquiátrico de alta seguridad bajo la supervisión de un alumno del mítico Doctor Loomis, logra escapar, hacerse con su mítica máscara blanca y campar a sus anchas por Haddonfield, que esperemos sea un municipio de abundante población ante la matanza del asesino especializado en Halloween (no le dejes suelto en San Valentín o no sabrá lo que hacer).
Sin encontrarnos ante una maravilla o la mejor secuela del original, La noche de Halloween funciona como digna segunda parte y el enfrentamiento final entre Laurie y Michael es una gozada y guarda algunos de los mejores momentos de la franquicia. No se mete en camisas de once varas ni intenta abrir caminos inexplorados, sino que se mantiene fiel al espíritu de la obra maestra de finales de los 70. Tampoco escasea en momentos malrolleros ni en muertes creativas, así como en sustos bien orquestados ni personajes con una construcción interesante, así que todos contentos.
¿Habrá secuela? Quizá descubramos esta incógnita en futuros años del estupendo Festival Nocturna.
Trailer de La noche de Halloween (2018)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una nueva película con Michael Myers. Si sigues leyendo es porque sientes curiosidad, y si la sientes estás de enhorabuena: no, no es una total pérdida de tiempo.