Crítica de Hardcore: Misión extrema (Hardcore Henry)
Hasta donde yo sé, la revolución que se asocia a Hardcore Henry (ahora Hardcore: Misión extrema) es la que se vivió en el mundo de los videojuegos, cuando empezaron a tener argumentos, estructuras y aspectos de película; cuando lo más importante de Bioshock: Infinite (por mencionar uno cualquiera) es saber cómo prosigue la trama antes de ver a cuántos voy a matar o cuántas veces me van a matar a mí, es cuando se toma constancia plena de haber asistido a una revolución. Que la que nos ocupa sea una película rodada a modo de videojuego, no lo es. Entre otras cosas, porque se llevan haciendo experimentos con el POV o similar desde que el tiempo es tiempo (El hombre y su cámara es infinitamente más rompedora), llegando al extremo de haber visto ya, hace nada, una escena en la película Doom que hacía exactamente lo que nuestro Henry durante todo el metraje. O no, no lo recuerdo: pero juraría que el de la revisión del mítico videojuego la escena se construía por vía de un sólo plano secuencia (aunque tan falseado como el de Birdman, seguramente), mientras que la propuesta que presenta Ilya Naishuller no.
Una cosa no quita la otra y sobre el papel, ver un videojuego en una pantalla de cine nunca es desdeñable, claro. El subidón que genera una película de acción en primera persona, por mucho que a la postre no sea más que una Bruja de Blair con pistolas, puede engrescar lo suficiente… siempre y cuando el argumento acompañe. Y no. El principal mal de Hardcore Henry no es su estilo cautivador para unos, vomitivo (literalmente) para otros; ni la decepción que supone al descubrir que nada tiene de innovador. Su problema reside en un argumento de vergüenza ajena, reducido hasta la mínima expresión para servir como mera excusa para entrelazar set piece tras set piece, pero aun así absolutamente insuficiente para maquillar la pobreza hecha cine: no tiene factura, no tiene ideas, no tiene factor sorpresa, ni tiene nada especialmente apabullante más allá de un par de ideas originales.
El resultado es un film que atrapa, absorbe, fascina, divierte… durante 10 minutos. Después se repite hasta una náusea que, si genera la suficiente animadversión, puede tornarse real. Y que el más sólido de sus actores tenga que ser Sharlto Copley juega muy a la contra de un Harcdore Henry que apuntaba muy alto, pero que en verdad no ofrece justificación alguna para decantarse por su visionado en lugar de ponerse a jugar a un videojuego de verdad.
Trailer de Hardcore Henry
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una película de acción en primera persona. Vamos, un videojuego sin el mando. El problema: sin nada más que esa excusa, la gracia se acaba a los veinte minutos. Quedan 70.