Crítica de Harvey, de Emma Cline (Anagrama)
Dejando al lado la cuestionable estrategia de Anagrama, editando en forma de novela y vendiendo a precio completo un artículo publicado en el New York Times (al que se puede acceder gratuitamente y de manera legal por las redes), lo cierto es que la propuesta de Emma Cline es de lo más interesante. Como su propio nombre indica en su traducción al castellano (en inglés es White Noise), la escritora de Las chicas se mete en la mente del malo malísimo, la noche antes de que empezara el juicio que cambiaría su vida. Casi en primera persona nos cuenta cómo Harvey Weinstein se plantea sus siguientes proyectos cinematográficos mientras se toma un baño; cómo habla con su hija y su nieta, que acuden a su «última cena», ajeno, en apariencia, a todo. Porque, ¿cómo van a acusarle a él de nada, con todo lo que ha hecho él tanto por el cine como por un buen número de personas dedicadas a ello?
En este cortísimo texto, Cline nos describe a un hombre normal, con sus expectativas laborales, sus rutinas diarias y sus caprichitos. Afectado por ciertos problemas de salud, y por el paso de los años, que no es en balde. Un tipo normal y corriente, pero de las altas esferas, así que queriendo, incluso envidiable por su poder. Y alguien que ha hecho algo que no está del todo bien, pero ni se nos describe qué, ni se nos da una valoración real del peso de lo acontecido. Claro, ni falta que hace: toda la contención, toda la calma chicha, la falsa seguridad de que se trata de una minucia que en ningún caso cambiará la vida ni los planes de nadie, es inversamente proporcional a lo que el lector ya sabe. Y por eso, Harvey hiela la sangre. Porque nos mete en la cabeza de un ser inenarrable que parece enajenado. Nos pone de su lado e incluso nos arranca sonrisas cuando, como cualquiera de nosotros, sólo desea enchufarse a Netflix y ver una serie atiborrándose a caprichos antes de irse a la cama. Y a su vez, nos coloca en un lugar incomodísimo cuando se relaciona con su hija o su nieta, por ejemplo.
Son cien paginitas de nada, escritas con suma ligereza y que se consumen a velocidad de crucero. Juega a su contra, acaso, tanta fugacidad, pues mucho del trabajo que nos propone Cline en Harvey, queda meramente apuntado y nos toca a nosotros hacer la mayoría del mismo, cuando ya se ha devorado el libro en un santiamén. Pero claro, es que no es un libro (y como «no-libro», gana enteros; quizá quedaba mejor en medio de un compendio de relatos…). Sea como sea, la lucidez de la autora sigue quedando sobradamente demostrada con un relato, artículo, novela, lo que sea, que no remueve del todo sólo porque no quiere: las pinceladas de mal rollo que consigue esbozar son suficientes para dejarnos sin aliento en más de una ocasión, forzándonos a buscar dimensiones humanas a quien, y nadie lo pone en duda, es el diablo con todas las letras. Fugaz, pero satisfactoria lectura.
Harvey: el hundimiento
Por qué leer Harvey
Emma Cline se imagina la última noche de Harvey Weinstein antes de ser procesado, buscando una falsa humanidad en clara oposición a lo que el lector ya sabe de entrada. El resultado es puntualmente sobrecogedor pero, claro, sabe a poco.