Crítica de Mi nombre es Harvey Milk
El interesante autor (que en palabras pobres viene a ser aburrido) Gus Van Sant, quien aún tiene pendiente de estreno por aquí «Paranoid Park», adapta la historia de Harvey Milk (Sean Penn), que es recordado como el primer político abiertamente homosexual. El guión, de Dustin Lance Black (habitual escritor de la serie «Big Love»), se centra en su vida inmediatamente anterior a la elección como supervisor de San Francisco, que tuvo lugar en 1977, y por tanto en la agitación social que el hombre y sus colegas lograron y que fue fundamental para dar comienzo a esa gran empresa que la sociedad intenta conseguir poco a poco, la aceptación de los gays como individuos tan normales y corrientes como los heterosexuales.
Van Sant ha pretendido siempre desmarcarse del resto de colegas, y por ello su mayoría de películas se caracterizan por una personalísima dirección a base de secuencias extensas, planos imponentes, y montajes en ocasiones cercanos al documental o incluso al dogma. Todo ello incluye además un desarrollo temporal diferente, que tanto gusta cuando sale bien como desagrada a la que mete la pata.
Sin embargo, el director también tiene que comer, y por ello en ocasiones se estrenan cintas mucho más comerciales con su firma, como «Todo por un Sueño», «El Indomable Will Hunting», «Psycho» o «Descubriendo a Forrester».
«Milk» se situaría justo en medio de los dos grupos, pues aunque siguen habiendo numerosos destellos de su personalidad (la de la nieve de votos, primeros planos de rostros y miradas, el colorismo de algunas escenas), el director parece haber querido dar un paso atrás, dejando el primer plano para la historia que se trae entre manos, de aquellas que tanto gusta tildar de necesarias.
Recurriendo (eso sí) a un estilo apartado y prácticamente de documental, que entremezcla escenas del metraje con numerosas imágenes de archivo reales, la película cuenta la antes citada parte de la vida de Harvey Milk, incluyendo tanto su vertiente pública, comprometida con la sociedad y preocupada por el correcto funcionamiento de la misma, como la privada, mostrando sus diversas y difíciles relaciones y constatando lo vinculada que la segunda está a la primera y viceversa.
En todo momento se busca una combinación perfecta de las dos, que ayuda a ir desglosando la personalidad de un Milk soberbiamente interpretado por un Sean Penn de Oscar. Es de agradecer con particular fogosidad que para los primeros y previsibles compases de la relación entre Penn y un también brillante James Franco, la película no pierda el tiempo y vaya directamente al grano con una sucesión de acontecimientos frenética dentro de la tranquilidad constante, que obvia embellecimientos románticos y muestra (casi) sin tapujo alguno los momentos más íntimos de la pareja. Son gays, pero no por ello su relación debe ser tratada de manera distinta a cualquier otra.
Así, en realmente muy pocos minutos el espectador ya está de lleno en materia, asistiendo a la bola de nieve que se gesta a velocidad de vértigo gracias a la activa actuación del grupo de Penn, un grupo de homosexuales en lucha por igualdad de derechos y desaparición de persecuciones.
Sin embargo, la velocidad con que todo ocurre es precisamente el principal defecto de «Milk». Incapaz de mantener el ritmo (sobretodo a nivel emocional) durante tantos minutos, la cinta comienza a decaer paulatinamente, y aunque sin llegar a ser aburrida en ningún momento, aleja al espectador hasta colocarlo en una línea emocional recta y constante que apenas varía en sus momentos más dramáticos, como si, justamente, estuviera viendo un documental.
Documental que, además, ya ha visto, pues no son pocas las ocasiones en que «Malcolm X» aparece en la memoria…
La única ocasión en que sí se altera la calma es en sus últimos minutos, cuyo final (que no desvelaremos aquí aunque el propio Harvey Milk se encarga de desvelar al poco tiempo de comenzar) se olvida por completo de la (supuesta) objetividad y seriedad del film y opta por una vía fácil y sensacionalista, pero a fin de cuentas más que bienvenida para relanzarlo y despertar en el público opiniones mucho más positivas.
En resumidas cuentas, «Mi Nombre es Harvey Milk» supone un film interesante e instructivo, que pese a estar ambientado en la época de los 70 no deja de ser un discurso completamente válido para los tiempos que corren. Cuenta con un reparto de actores excelente, un director extrañamente escondido, y mención especial merece la banda sonora a cargo de un Danny Elfman serio y sorprendente. La única pega radica en su absoluta falta de originalidad, tanto argumental como formal, que desemboca en cierta indolencia a fin de cuentas inevitable tratándose de un biopic real y por tanto (relativamente) inalterable.
Con todo, muy recomendable.
7/10
me gusto esta buena, a pesar q la vi predispuesto a q era mala jejejje.. penn siempre s ela come en sus papeles…..
ya te digo, bien en general, pero no es tan buena como podía haber sido, de haberse basado más en el estudio del personaje o así, no crees? es que ya te digo, me pareció muy igual a todos los biopics de la historia!
Tienes toda la razon era ese el motivo en que estaba predispuesto a que iba a ser mala, pero me entretuve un poco me meti en el drama y si le falto mucho peroen lineas muy generales esta buena, claro no merece ganara como mejor peli….
a ver, que le he puesto un 7, es decir, que tampoco me disgustó, ni mucho menos!
sólo que es eso, me esperaba mucho más de ella y de un director que tanto gusta a todo el mundo…