Crítica de High-Rise
1975. J.G. Ballard publica su novela High-Rise.
1979. Margaret Thatcher es elegida como Primera Ministra del Reino Unido.
1980. Ronald Reagan es elegido Presidente de los Estados Unidos.
2015. Ben Wheatley estrena la adaptación fílmica de High-Rise en el festival de Sitges, tras su paso por Toronto.
La relación de Ben Wheatley con el certamen barcelonés no es nueva. En 2011 estrenó Kill List, en 2012 ganó el premio a mejor guion con Turistas, y hace un par de años volvió con A Field in England. Pese a todo, se trata de un rara avis en el festival, puesto que en sus películas no hay demasiados elementos del género de terror ni del fantástico.
Wheatley es uno de los cineastas contemporáneos que mejor retrata la fina línea que separa la cordura de la locura, la civilización de la barbarie y la presión social en las mentes humanas. En Kill List, un asesino a sueldo con secuelas psicológicas es reclutado para un encargo que acabará por destruir su mente por completo. En Sightseers, una pareja de common people de la campiña inglesa se dedica a asesinar a todo aquel que les molesta en sus vacaciones. En A Field in England asistimos a un cóctel de Guerra Civil inglesa, siglo XVII, alucinógenos, violencia y tesoros escondidos.
Junto a su habitual guionista, Amy Jump, Wheatley se sumerge en el complicado texto de Ballard y lo hace suyo. Protagonizada por Tom Hiddleston (The Deep Blue Sea, Sólo los amantes sobreviven), Luke Evans y Sienna Miller, aunque con un reparto más bien coral, la película nos habla de la llegada del doctor Robert Laing a la Torre Elysium, un rascacielos construido para ser una sociedad utópica, llena de gente civilizada y profesionales liberales. Cuando los servicios del rascacielos empiezan a fallar y las rencillas personales florecen, el edificio se convierte en un todos contra todos, en un homo homini lupus, en un libre mercado de sangre.
No esperen encontrar en High-Rise la típica narración lineal. Si acaso, uno puede seguir la historia sin dificultad en los primeros y últimos cinco minutos. Los elementos alegóricos campan a sus anchas por un film que, como es habitual en el director inglés, nos presenta el descenso a las tinieblas de un hombre o una comunidad. Lo que pasa en el edificio Elysium es la competitividad capitalista aplicada a un bloque de pisos. Los de clase media quieren ser clase alta, los de clase alta no quieren perder su posición.
En el piso de arriba, el arquitecto, la civilización, el superego. En los pisos de abajo, el instinto, la violencia, el id. En el medio, el ego, el humano atrapado entre ambas tendencias, descendiendo a la locura en una sociedad enferma.
Wheatley hace un estupendo trabajo trasladando las palabras de Ballard a imágenes. El poderío visual del film es enorme, su capacidad de impacto también. El guion contiene unas buenas dosis de humor negro y escenas surrealistas, representación de un mundo donde es más difícil elegir el color de una pared que matar a un hombre. Por contra, a pesar del estupendo trabajo del elenco actoral, los personajes están lastrados por cierta falta de profundidad.
Aunque la narración no gira alrededor de sus personajes (al menos no enteramente) nos quedamos con ganas de saber algo más de ellos, de compartir algo más con ellos. Ante la incapacidad de seguir la narración de una manera lineal, el film se beneficiaría de unos personajes mejor dibujados. No es el caso, lo que provoca que en algunos momentos el espectador pueda perder el interés por una película que necesita ser analizada con atención.
Seguramente el mundo de ideas utópicas de los 70 haya acabado, pero las ideas que surgieron de ese fracaso todavía están en boga. Cuando el hijo del personaje de Sienna Miller se sienta, observando las ruinas del edificio, escuchando a Thatcher en la radio, está observando un nuevo mundo, nuestro mundo. Todos estamos ya instalados en un High-Rise.
Tom Hiddleston lee High-Rise, el libro original, entero.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Notable adaptación de la obra de Ballard a cargo de un Wheatley que se olvida de narraciones lineales y películas al uso, que vuelve a la excelencia formal habitual… pero que pasa un poco de sus personajes.