Crítica de La maldición de Hill House (eps. 1 a 6)
Siempre ocurre lo mismo: el terror, en forma de producto comercial, ha muerto, te dices. Y luego anda, un nuevo producto de terror comercial, a verlo. Si es que no aprendemos, y claro, luego pasa lo que pasa. La maldición de Hill House arranca con un prólogo de lo más estimulante: unos minutos de miedo de ese que cala, en el que aprecia tanto gusto, como (relativo) riesgo a nivel formal. Se alargan los silencios, no se tiene prisa para tirar de sobresalto, no hay grandes aspavientos musicales y, en definitiva, se nos permite inducirnos en el susto, haciéndonos trabajar en él (sí, sí, a nosotros) antes de que ocurra. Eso, y contemplar a la vez un marco que acude directamente al gótico, a Poe, a las casas de los expedientes Warren. Vale, el terror ha muerto, pero esto apunta a serie de fantasmas con mucho potencial. Traducción: hype por las nubes. Insisto: no aprendemos.
No, porque luego llega inevitablemente la bajona. El ritmo se detiene, y arranca la presentación de personajes y del trasfondo dramático que, como de costumbre, se convertirá en el motor principal de la función. Rara es la vez en que una historia de fantasmas va, efectivamente, de fantasmas, y La maldición de Hill House no es la excepción. Siendo una serie que sin el elemento paranormal, bien podría haber pasado como remake de Cinco hermanos, la que nos ocupa se centra en los lazos que unen a la familia protagonista, afectados por una situación traumática por un lado, y una serie de decisiones discutibles por el otro. (Muy) poco a poco, vamos conociendo a todo el mundo (Michiel Huisman, ex Daario Naharis, y Elizabeth Reaser a la cabeza), compartimos sus intimidades y vicisitudes… Y vale sí, de refilón nos vamos haciendo con sus respectivas (y nada sencillas) relaciones con el mundo de los muertos. Pero se trata de coqueteos con el género que no acaban de funcionar, ya que el interés no está ahí por parte de Mika Flanagan (showrunner de esta adaptación de la obra escrita de Shirley Jackson), ni de nadie. Más que de nosotros, que no aprendemos. Los sustos dignos de mención empiezan a tener lugar en el episodio 4, ¡nada menos! Pero claro, hay truco: si los pasajes de terror de golpe funcionan, es porque para esas alturas ya estamos (o deberíamos, vaya) alineados los personajes. Y nosotros creyendo que estábamos viendo un coñazo de primer nivel…
Cierto es, ojo, que aun considerándola como drama, La maldición de Hill House tiene sus problemas. El ritmo es de indudable letargo, afectado por su nada disimulada necesidad de alargar el cotarro para justificar el formato de capítulos de una hora (más, a veces). Y no, al menos en sus seis primeros episodios nada hay de demasiado revolucionario como para justificar semejante sosiego. Vamos, exigente, por aburrida, por relativamente previsible, es en todo caso. Y requiere de un extra de paciencia: hay que darle no uno, ni dos, sino tres capítulos de margen.
Pero la recompensa existe, es real. El despliegue lento de su entramado no impide que queramos saber más; las pistas para resolver la parte paranormal están colocadas con inteligencia a largo de todo el metraje, y si bien muchas de ellas son intuibles, alguna que otra sorprende. Un servidor, sin ir más lejos, se ha quedado en ascuas al concluir los episodios que se me han permitido ver (los primeros seis). Y hasta resulta que he acabado en un episodio, el sexto, que recurre a una virguería técnica tan excesiva e innecesaria como para mantener la atención más que en un whodunit cualquiera.
Vamos, que La maldición de Hill House no será perfecta. Pero tiene lo suficiente para enganchar a más de un espectador. Eso, viniendo de la aún timorata Netflix que sigue dando una de cal y una de arena (véase The Innocents), supone toda una alegría. Y un alivio.
Trailer de La maldición de Hill House
https://www.youtube.com/watch?v=G9OzG53VwIk
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una serie que va de más, a menos, a más otra vez. Cuando está a punto de perder las buenas sensaciones iniciales retoma el vuelo salvando su potencial para convertirse en el mejor ejemplo de serie de terror del momento.