Crítica de Hogar (Netflix, 2020)
Los hermanos Pastor demostraron, allá por su debut en materia de largometrajes, un excelente pulso cinematográfico cuando de contención se trataba. Lo mejor de Infectados era la tensión que se palpaba en ese mundo postapocalíptico donde el peligro acechaba sin hacerse necesariamente evidente. Quizá si Los últimos días funcionaba menos bien, era justamente por sus concesiones al exceso. Así que la primera alegría que depara su tercera película, Hogar, viene en forma de acotación de dimensiones: este thriller se centra básicamente en dos figuras principales (Javier Gutiérrez y Mario Casas) y una casa, nada de Barcelonas pobladas por zombies ni de grandes aspavientos. Y dicha contención se traslada al alma, al tempo de la película, pues por muy descabellado que vaya tornándose el entramado de la misma, no la hace mover un ápice de su (aparente, al menos) sobriedad. Y bien que hace.
Esta pesadilla a medio camino de La cara oculta y Sin identidad, requiere de unos primeros minutos de paciencia: el guion (también de los Pastor) se toma su tiempo en colocar todas las fichas sobre el terreno de juego. Fichas que adquieren formas de Hitchcock y del Costa-Gavras de Mad City, el Joel Schumacher de Un día de furia o el Álex de la Iglesia alejado de brujas y naves espaciales. Así, vemos que un hombre (Gutiérrez) empieza a desesperarse ante la imposibilidad de encontrar trabajo. Hasta el punto de tener que abandonar su piso en la parte noble de Barcelona, y verse obligado a mudarse, con mujer e hijo, a la zona del Carmel, innoble bajo su punto de vista. Como innoble es que ella deba trabajar para sustentarlos a todos, o que el hijo deba cambiar de colegio y acudir a la pública. Y mientras tanto, el nuevo inquilino (Casas) viviendo la vida que él tenía hasta hace nada. Demasiado pa’l body. Sólo ahora, presentados situación y personajes, pero sobre todo expuesto el tono de la película, las fichas empiezan a moverse.
Y aquí entra en juego la contención, fundamental para el éxito de Hogar. Conforme el entramado se va embolicando, la máquina se va forzando y plausibilidad poniendo en tela de juicio. Ojo: nunca se dijo que la película quisiera jugar la carta de la verosimilitud: desde sus compases iniciales se aprecia cierta voluntad esperpéntica que otorga, a la postre, carta blanca para las virguerías argumentales que se quieran. Pero de ahí al exceso granguiñolesco (¿alexdelaiglesiano?) al que parece que se autocondena la película, hay un paso que los hermanos Pastor no están dispuestos a dar, y menos mal, pues habría sido en falso. La contraposición entre el más difícil todavía argumental, y la sólida sobriedad formal, sitúa al espectador en un lugar más incómodo de lo esperado. Y eso posibilita situaciones desasosegantes cuando nadie las ve venir. La relajación, en definitiva, queda fuera de la cuestión en una película juguetona y malvada, cuya siguiente jugada vencedora acecha a la vuelta de cada esquina. Ni que decir tiene que Javier Gutiérrez (en un papel que ya se sabe de memoria) es el motor principal para que todo esto acabe de funcionar.
Ya digo, al final, lo único necesario para poder disfrutar de Hogar es tener un poco de paciencia al principio, y la total conciencia de que se trata de un thriller de ficción consecuente únicamente con sus propias reglas y lógicas. Lo cual es totalmente lícito si se avisa de buenas a primeras, como hace un guion que tiene pensado hasta el último detalle, al que no le importa forzar los límites de la credibilidad… con tal de tener al espectador en un constante estado de alerta y preguntándose hasta dónde es capaz de llegar esta película. La otra cara de la moneda es una factura impersonal, un protagonismo femenino que brilla por su ausencia (más allá de su condición de florero) y ciertas desigualdades rítmicas en un bloque central al que no le hubiera venido mal algún tijeretazo que otro. Pero aquí se viene por el entretenimiento, que es cojonudo. Quien quiera buscar tres pies al gato, que seleccione otra película en Netflix.
Trailer de Hogar
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Thriller sólido que apuesta por la contención en lugar del exabrupto, pese a lo descabellado de su premisa. Tarda en arrancar pero va ganando interés hasta lograr agarrar al espectador por el cuello.