Crítica de El hombre de al lado
Victor se hace una ventana y manda todo el groove artístico de Leonardo, habitante de la casa de enfrente, fachada con fachada, a tomar por saco. Simple y directo. Grano en nuestro culo snob, en forma de vecino rústico que desde luego será incapaz de apreciar el valor incalculable de nuestra casa, única obra del reputadísimo arquitecto Le Corbusier en toda Sudamérica.
Es la situación planteada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, directores kamikazes, y Andrés Duprat, guionista tocapelotas, empeñados en hacer chocar dos mundos irreconciliables (supongo), pero especialmente dedicados a hacer caer todas las piezas morales de uno de los dos. «El hombre de al lado» es una especie de comedia negra con aires de thriller psicológico (Polanski circa 1970 asoma hocico), pero especialmente es una sátira a lo herida sangrante sobre el elitismo de las clases pudientes y la exclusividad de la «alta cultura» (puaj). En última instancia, «El hombre» es una fábula abrasiva sobre las obsesiones y, si se me apura, el totalitarismo. Eso también.
Porque, sí, dos mundos chocan, pero sólo uno de ellos recibe tratamiento biliar. El punto de vista no es equitativo, no es simétrico. Partamos del enfoque que se da a las dos vidas en cuestión: de Víctor sólo conocemos la ventana de la discordia, pero nunca el interior de su casa. A Leonardo lo acompañamos por las estancias de su casa y con sus relaciones íntimas. Pero, eso sí, nunca vemos la imponente pared que su vecino presuntamente está arruinando: irónicamente, es Leonardo quien vive en un micromundo único e inviolable (y también hermético: su hija se ha autoaislado del mismo, recluida en el aún menor microcosmos de su ipod).
Es metáfora de la lucha de clases pura y dura y es sorna sobre la vida vida de diseño y perfectamente acabada; concebida sin mácula, esterilizada. Del absurdo chill out, las cenas con los amigos guays y el snobismo como deporte, todo salido de un laboratorio de trends y de la mejor universidad de arquitectura de Argentina. Consecuentemente, «El hombre de al lado» trabaja una ambientación impoluta oxigenada por fotografía blanca, pura y diáfana. Con una realización hiperestilizada basada en las insinuaciones arquitectónicas de un decorado privilegiado y que sabe combinar el plano estático y académico con el malrollismo tenso de los encuadres incómodos y la cámara al hombro.
Todo un orden y perfección violados por Victor, el vecino bruto que personifica el guisante en el colchón de Leonardo. Un tipo de la calle, con la sensibilidad artística anatómicamente situada en un lugar incómodo. Un hombre visceral, salvaje e imprevisible, de aspecto tosco y trato rugoso. Todo lo contrario a las sofisticadas maneras y compleja educación de Leonardo.
Poco a poco, lo que empieza como un conflicto entre vecinos va sumiéndose en una espiral obsesiva en el que los argumentos se reiteran, los aparentes progresos se convierten en lastres, la tensión aumenta. Y al final, no hay redención posible, el cuento resulta coherente y el mensaje natural perfectamente delimitado. Sin hostias moralistas ni concesiones. Todo termina de la única manera posible. Que es la mala, la que demuestra la bajuna ética de las personas, concretamente de las que viven acomplejadas y frustradas. (Que no somos nosotros, claro que no)
«El hombre de al lado» trabaja en una dirección lógica sin necesidad de pornografiar sentimientos hasta el merengue narrativo ni complicarle la vida al respetable con hermetismos autorales de difícil deglución. Es un ejemplo de que aún se puede disfrutar sin complicaciones (pero sin renuncias mayores) de buen cine argentino: Cohn y Duprat(s) demuestran con facilidad, estilo y mala idea que hay una vía posible en el punto intermedio entre los Lucrecia Martel o Lisandro Alonso y los Juan José Campanella o Daniel Burman.
Espléndida.
8/10
La vi ayer y la verdad que me gustó mucho, aparte los actores (los dos) están magníficos… la escena de los dos "culturetas" escuchando música imposible es brutal!
jur, la verdad es que se me olvidó verla en su día, pese a que ya me entraron ganas cuando leí a mi "compi" y lo comentamos en la radio… ahora con tu comentario se reaviva la llama… gracias! ;)
Sí, cualquier película que no deje títere con cabeza es bienvenida… especialmente si los títeres son de la alta sociedad…
Carlos, avante toda con ella
Saludos!