Crítica de El hombre de los puños de hierro (The Man with the Iron Fists)

El hombre de los puños de hierro (The Man with the Iron Fists)

La influencia de RZA va bastante más allá del mundo de la música. Pero incluso manteniéndonos en el terreno auditivo, el artista ha rebasado los límites del LP en numerosas ocasiones, yendo a parar a las bandas sonoras de varias películas, y llegando a participar como actor en otras muchas. Uno de los que necesitaron de sus aptitudes musicales fue Quentin Tarantino para la BSO de Kill Bill vol. 2, y es Quentin Tarantino quien le ha abierto las puertas de la dirección (y la guionización) produciéndole su ópera prima, esta El hombre de los puños de hierro que, sobre el papel al menos, se gasta una pintaza como pocas. Atención: revisión del cine de artes marciales en clave posmoderna, con un Russell Crowe en plan investigador putero y borrachuzo metido en medio de un enfrentamiento de familias chinas. Y con RZA (sí: escribe, dirige, y también protagoniza) como héroe tapado de la función. Y Dave Bautista convertido en una suerte de Coloso mutante indestructible. Bueno, y además de todo ello, con armas de todo tipo (incluyendo mortíferos abanicos), peleas con el centro de gravedad alterado, explosiones hemoglobínicas, CGI, y Lucy Liu haciendo de madame de una casa de tolerancia. Pintaba de vicio.

Sólo que la realidad es sensiblemente distinta. Lamentablemente, RZA demuestra estar aún muy verde en tres de sus cuatro facetas cinematográficas. Como guionista, se descubre en seguida más como un poseedor de grandes ideas (puntazos, más bien) que como contador de historias. El hombre de los puños de hierro tiene una premisa de lo más estimulante, y a lo largo de todo el metraje se va sacando de la manga mil y un trucos efectivos, cosas que molan, hablando en plata. Pero están pobremente hilvanas entre sí, quedando el flm en una sucesión inconexa de secuencias de acción intercaladas con una pretendida mitología que hace de base para un entramado sencillísimo, casi inexistente; pero disfrazado de un galimatías que sólo consigue que antes odespués, todo espectador que le dé una oportunidad acabe desistiendo de intentar seguirla en su totalidad (y repito, en esencia, es francamente sencillo todo ello).

La misma dicotomía vale para el RZA director. Por un lado, su película destila evidentes intenciones reverenciales y dirigidas a un tipo muy concreto de público. Su occidentalización (parcial: a fin de cuentas, todo transcurre en latitudes asiáticas, y la mayoría de quienes pululan por pantalla tienen los ojos rasgados) se traduce en una cinta colorista y recargada, plagada de zooms, ralentís y demás peripecias tipo videoclip. Además, si bien sus dosis de violencia sean mucho más inofensivas de lo que cabía esperar, cada enfrentamiento se acaba saldando con chorretones de sangre exagerados, festivos. Imitando, claro está, el homenaje al cine oriental de Tarantino y su díptico sobre la muerte de Bill. Pero por ahí aflora el principal error de RZA, error que comete la mayoría de quienes tratan de imitar al director de Pulp Fiction sin tener las bases suficientes para ello: El hombre de los puños de hierro huele a quiero y no puedo, a mero ejercicio de imitación, vulgar e impersonal. Y por lo tanto sin la gracia ni el punch que necesita. Si ya de por sí es incapaz de dinamizar su película (ninguna de sus escenas de acción se hace trepidante, ninguno de sus pasajes épicos es emocionante…), no digamos ya embellecerla (algunos planos son directamente feos), su desafortunado peloteo a quien le financia acaba de hundir el barco.

Pero decíamos que fallaba en tres de sus cuatro valores cinematográficos y llevamos dos. El tercero, si cabe, es el más imperdonable. Uno puede entender desaciertos propios de una opera prima, pero ya pasa de castaño oscuro que, además, el director y guionista se haya reservado el papel protagonista, autobombo descarado y herida mortal para la cinta, habida cuenta de su irremediable inexpresividad. Si ya es difícil entrar en la cinta, el dichoso hombre de los puños de hierro le echa a uno para atrás de un mamporro. Y es una pena, porque el Russell Crowe que pulua por ahí sin saber muy bien dónde se ha metido, es el más irreverente y pasado de rosca que se recuerda. Y Lucy Liu repitiendo prácticamente su papel de O-Ren Ishii (Kill Bill) también se antoja jugosa. Salen menos de lo deseado, y en cambio, conforme va progresando la cinta es RZA quien va acumulando cada vez más y más minutos delante de la cámara (ojo al flashback). Último desatino de un cineasta que, a fin de cuentas, vale para poco más que para seleccionar las canciones de su banda sonora.

En la otra cara de la moneda están los mencionados puntazos molones, el espíritu abiertamente B de la cinta, y su escueta duración, apenas por encima de los 90 minutos. Esto es, un pasarratos vulgar, fallido y moderadamente desastroso pero que como tal, en función de las exigencias de cada uno, puede valer. A quien esto escribe se le hizo demasiado aburrida, no.
4/10

 

Y en el Blu-Ray…
Universal mima su sección doméstica, y muy especialmente el apartado alta definición de la misma. En este caso, nos propone un disco brillante en su apartado técnico, con una imagen perfecta explotando los 1080p, y permitiendo que todos los detalles que aparecen en pantalla (que no son pocos, habida cuenta del horror vacui que parece padecer su director) puedan distinguirse perfectamente. En lo referente al sonido, la versión inglesa se presenta en un master DTS-HD algo superior a los demás doblajes (DTS Digital Sorround), pero en todo caso (al menos la castellana) permite un disfrute total de la cinta.

Los extras que se incluyen en la edición doméstica incluyen un buen puñado de escenas eliminadas, y una serie de documentales entre cómo se hizo y curiosidades de la cinta, donde RZA demuestra todo el entusiasmo que después parece desaparecerle delante de las cámaras. En definitiva, una edición cumplidora que, por encima de todo, garantiza el visionado de la película en las mejores condiciones posibles a día de hoy. Así da gusto.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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