Crítica de El hombre sin pasado
Ni es el primero, ni será el último, pero seguramente pueda fijarse en la figura de Park Chan-Wook un punto de inflexión para la industria cinematográfica surcoreana y su internacionalidad. La eclosión de su trilogía de la venganza (iniciada con Sympathy for Mr. Vengeance y continuada con la fundamental Oldboy) no sólo sirvió para acabar de desatar una locura fervorosa e inesperada por todo lo que llegara del continente asiático (hasta entonces fruta de la pasión del gusto, principalmente, de sibaritas y amantes del terror-gore), sino que consintió el descubrimiento de otros directores igualmente interesantes. Ahí está Na Hong-Jin, el Michael Mann coreano (ojo a su The Yellow Sea). Y aquí Lee Jeong-beom, que llega a nuestros cines con este segundo trabajo suyo que demuestra el filón del thriller policíaco del país… Y el oportunismo de las distribuidoras que casualmente deciden recuperar esta producción estrenada en su país de origen en 2010. Cosas del comercio. Aglutinando absolutamente todos los temas tratados por los autores recién citados, El hombre sin pasado se centra en un hombre silencioso y solitario que se ve inmiscuido en un entramado de asesinatos y tráfico de drogas, niños y órganos (cuando decía «todos» me refería a Todos) con tal de salvar la vida de una madre y su hija. Él, por cierto, es Won Bin, a quien vimos en Mother.
Es curiosa la facilidad que tienen algunos por hacer de cualquier cosa un gran ejercicio de arte, estilo, autor o savoir faire. De producción cinematográfica, vamos. Y es que lo primero que llama la atención de la cinta que nos ocupa, entra por los ojos, es la sensación de gran cine, de película cuidada y mimada, como gritando a los cuatro vientos que, ante todo, estamos ante un trabajo serio y concebido para su estreno en gran pantalla. Suena a perogrullada, pero valores así, tan olvidados hoy en día, conviene rescatarlos. Máxime si la ocasión tampoco lo requeriría si nos atuviéramos a puntos de vista más occidentales (la pela es la pela). Durante el visionado de El hombre sin pasado, no son pocas las ocasiones en que uno se pregunta si no estamos ante una parodia, ante la presentación de un personaje más esperpéntico que el otro, una situación burlesca, o directamente, un gag puro y duro. Y quién sabe si no son esas las intenciones reales del film, tan cambiante y excesivo como alguno de los mejores ejemplos recientes de la industria (no hay más que pensar en los chistes de pedos de The Host). Pero aun así, lo dicho: la factura con que se presenta raya a un nivel impecable en todo momento.
Ahora bien, puestos a ser tiquis miquis, es impecable, pero tampoco destaca especialmente salvo en puntuales momentos de lucidez. Los pasajes de acción son menos espectaculares de lo deseado, y pese a la más que correcta labor detrás de las cámaras de Lee Jeong-beom, su personalidad brilla, casi siempre, por su ausencia. Y lo mismo es aplicable a otros niveles: con tantos personajes a los que presentar con pretensión de dejar huella y tantos frentes abiertos en su haber, a lo largo de sus dos horas (cargaditas) el ritmo se ve afectado aquí y allá.
Tal vez, esos bajones se deban a que el estar ante un thriller tan desquiciado (tanto por su argumento como por el disparate de sus personajes) implica dosis de divertimento y sorpresa en más de una ocasión, aunque a su vez impide el poder empatizar totalmente con sus pasajes más dramáticos, que no son pocos, y alguno de ellos especialmente desgarrador. Como si todo se acabase tomando como una broma, bien realizada, pero una broma a fin de cuentas. Cosa que se confirma con el esperable enfrentamiento final, puro delirio videojueguista no apto para alérgicos a los cuchillos.
Ahí es donde finalmente, El hombre sin pasado desata toda la espectacularidad que hasta entonces asomaba la cabeza pero volvía a esconder al rato.
En definitiva, puede que a la cinta le falte la garra de The Chaser, la superioridad de The Yellow Sea o la profundidad de Oldboy; que tarde en explotar y que sufra algún que otro parón. Pero no por ello se le deben restar méritos a otra muestra del excelente momento que está viviendo el cine surcoreano. Por lo menos, el que llega a nuestros cines. Sin ser la gran panacea, El hombre sin pasado pasa con nota y se convierte en un muy digno entretenimiento con puntuales pasajes francamente encomiables.
7/10