Crítica de Hope
Cáncer. C-Á-N-C-E-R. Es una putada, de las más gordas. Pero ello no significa que tenga que ser el tabú que actualmente es. Será por el miedo que le tenemos, el caso es que nos cuesta hablar de él. Pero ¿cuánta parte de dicho miedo se debe, justamente, al desconocimiento por no tratarlo abiertamente? Es por eso que tan necesarias son las voces del malogrado Pau Donés. De la diputada Aina Vidal. O de la directora Maria Sødahl, quien tras debutar en el cine con Limbo en 2010, tuvo que alejarse de las cámaras cuando le fue diagnosticado un tumor incurable y se le rebajó la esperanza de vida a escasos meses. Bien, nueve años después, vive para contarlo y es justamente lo que hace en Hope. Su historia, tal y como la recuerda (eso reza el prólogo al menos) y sin embellecimiento que valga.
Porque si se tiene que hablar más de la enfermedad, lo que no tengo yo muy claro es que deba hacerse con excesos de violines, guirnaldas y ralentíes, como suele hacer Hollywood. En la película-biopic de Sødahl, tan sólo hay una escena con añadido sonoro. El resto intenta mantenerse lo más cerca de la realidad posible, y es por ello que Hope tampoco hace demasiados esfuerzos por buscar la empatía del espectador con sus personajes, tratando de ubicarlos cerca a su realidad. Nada más lejos: se nos presenta a una familia de muy elevado poder adquisitivo, artistas pijines y con casoplón, y un montón de hijos a cual más perfectito. El cáncer no entiende de clases. Sea a la persona más estirada del mundo o a la más humilde, cuando golpea, golpea. Y este es el primer gran acierto de una película, la verdad, sobrada en ellos. Con qué lucidez consigue transmitir este mensaje.
Por su parte, hablaba antes de su falta de embellecimientos, inteligente estrategia de la directora y guionista para que una trama vista hasta la saciedad en el cine, suene a nueva. Una enfermedad grave hace que tanto quien la sufre como quienes la acompañan se replanteen sus valores y prioridades, en cierto modo incluso redesubran (y refuercen) los lazos que los unen. Suena, y sin embargo rara es la ocasión en que se narra con la frialdad que ello conlleva (en especial cuando la enfermedad es el cáncer, insisto). No confundir falta de embellecimientos con pobreza cinematográfica: por supuesto que Hope está cuidadísima a nivel formal, pero es su fotografía, su montaje y el cuidado de sus planos. Todo está planteado para que trabaje las emociones del espectador desde la subconsciencia, sin ningún exceso ni de azúcar, ni de morbo. Asistimos a una noticia que cae como jarro de agua fría, y fría es la puesta en escena. El calor surge de forma natural, cuando la protagonista se plantea, por ejemplo, cómo decírselo a sus hijos. O cuando el marido de esta se aleja un momento para dejar escapar alguna lágrima en silencio, recuperando la compostura obligada. Pequeños gestos de la vida misma, sea quien sea quien los protagonice.
Y el otro gran acierto de la película, claro, su reparto. Lo que hace Andrea Bræin Hovig en el rol de la protagonista, a quien diagnostican el maldito tumor, es simplemente una burrada. Un torbellino de estados de ánimo absolutamente creíble y perfectamente encajado en la contención que, en cambio, destila todo el conjunto. Nos hace sentir cada una sus emociones en nuestras carnes. Y a su lado, el mejor Stellan Skarsgård de los últimos años, en un papel (¡al fin!) a su altura. Precioso contrapeso de la protagonista, tratando de ocultar sus miedos y de mostrarse siempre positivo pese a que su semblante hable por sí solo. Esas lágrimas en medio de la calle, de espaldas al coche…
En fin, con todas estas cartas sobre la mesa, Maria Sødahl habla abiertamente de su experiencia con el cáncer a través de una película que echa mucha luz sobre la enfermedad. Porque se muestra accesible, lo trata de manera directa e inteligente, y se aleja de los melodramas, mayormente idiotas, que el cine acostumbra a mostrarnos al respecto. Hope es muy, muy importante, en definitiva. Pero además, es una muy buena película, con potencial de sobras para calar en todo el mundo. De las grandes de la temporada, vaya.
La directora de Hope y sus protagonistas, entrevistados
Reseña de Hope (2019)
Por qué hay que ver Hope
Una película preciosa e inteligente, que huye de melodramas de medio pelo, para tratar abiertamente el cáncer por el que pasó la directora y guionista. Intérpretes perfectos, autobiográfico guion brillante, y trama que aunque nos sepamos de memoria, suena a fresca. Visionado necesario.