Crítica de La hora más oscura
Bien, al grano. Jóvenes americanos visitan Moscú por distintos y poco relevantes motivos. Vale. En medio de una fiesta en un sitio cool de la muerte se va la luz. Perfecto. En ésas, los parranderos salen a la calle y comprueban atónitos que a) toda la ciudad está a oscuras y b) hay unas cosas luminosas que caen del cielo. Bueno. El grado de “atonitez” (chúpate ésa, Real Academia) de nuestros intrépidos héroes se ve ligeramente incrementado cuando los haces de luz empiezan a desintegrar al personal. Nomedigas. Ante semejante eventualidad, el colectivo de sufridos protagonistas opta por solventar la situación del modo que marcan los cánones del buen hacer: Gritos, carreras, salgamos de aquí, esto qué es, cuidado, escondámonos bajo la mesa, y no-vayas-por-aquí-que-te-van-a-pillar-imbécil.
Lo siento, pero me ronda un chascarrillo idiota y si no lo suelto reviento: La hora más oscura es el título del flim que nos ocupa, y pocos hay que sean tan apropiados. Una hora y media justa de metraje de un relato de tintes apocalípticos caracterizado por la oscuridad, porque la película es en 3D, las gafas reducen el nivel de luz de la pantalla, y ver lo que se dice ver, pues se ve menos.
Afortunadamente el relato es bien simple y se sigue sin problemas, construido alrededor de un ligero puñado de personajes de trazo grueso con poco espacio para el matiz. Ellos corren, llegan a conclusiones peregrinas, se enamoran, y todos felices. ¿Qué importa que algunas de sus decisiones puedan ser cuestionables? ¿Que a más de un espectador le dé por preguntarse cómo sobreviven estos majaderos en un panorama desolador en el que han pringado otros más capacitados? ¿O que su capacidad de empatía y su credibilidad no alcance ni a los actores, que parecen tan desorientados que uno sospecha que en los momentos más dramáticos repasan mentalmente la clasificación de la liga de fútbol? Alegría, que somos jóvenes y estamos en Moscú.
La hora más oscura se constituye en la enésima entrega del subgénero de alienígenas del saturado cine de catástrofes. En un momento de inestabilidad social y económica crecen los viejos relatos de fin del mundo originado por los más terroríficos elementos, lo que da rienda suelta a la fabulación colectiva y al resurgimiento de toda clase de miedos y blablabla… El caso es que en los últimos años hemos visto cine de alienígenas a mansalva, desde remakes en la onda de Ultimátum a la Tierra hasta revisitaciones más o menos logradas como Monsters. El terreno es amplio, y triscan toda clase de especimenes, pero hasta el día de hoy no habíamos encontrado ningún ejemplar que pudiéramos calificar de cumbre del género. Y mira tú por donde, resulta que hoy, en este día precisamente, tampoco.
Ni el guiño cómplice de la ciencia ficción barata salva el partido. El desarrollo de la narración se mueve entre lo previsible y lo bizarro, alternando situaciones poco logradas con momentos de auténtico delirio incoherente. Sin embargo, ni la falta de acierto de sus intérpretes, ni un planteamiento que roza lo risible, ni un presupuesto mal administrado son garantías de que el film pueda unir el respetabilísimo club de la serie B. Ni siquiera el supuesto candor que destila puede esconder su condición. Chris Gorak, director del asunto, no es Jack Arnold, ni Jess Franco, ni Ed Wood, maldita sea. Su trabajo no se puede abrigar bajo la coartada de una Cannon, una Troma ni, por supuestísimo, una Hammer. No hablemos del César si no está presente.
La diferencia fundamental la marca la desidia que lo inunda todo. La torpeza del conjunto va más allá de la falta de talento, medios o suerte, y me llevan (quizá injustamente) a pensar en un film administrado por unos productores sin ninguna inquietud y por un equipo con el piloto automático puesto, perezoso, poco inclinado a ir más allá de lo que el relato exige. Y salta a la vista que exige muy poco. Quizá esta consciencia colectiva de la condición del producto sea su único punto positivo. Porque a falta de éxito, calidad, o simplemente las más elementales ganas, al menos el conjunto es honesto en su nulo interés en permanecer en la memoria o en aportar nada más que un 3D inane y la enésima vuelta al cine de alienígenas con muy mala leche. Todo se puede valorar en mayor o menor medida en el cine, siendo como es un trabajo de equipo, y este criterio se vuelve sangrante cuando todos los elementos que conforman el relato padecen el mismo mal, la misma pereza. Eso sí, una falta de ganas coherente con todo el producto.
Viva la coherencia.
2,5/10
Por Manel Carrasco
Que alegria ver que el cine no deja de sorprendernos…yo solo queria verla por Olivia Thirlby y Joel Kinnaman.
juas, y yo que me la perdí…
Que mala es la jodida…pero a rabiar eeh…con las maneras que apuntaba Emile Hirsch hace unos años. Lo único interesante son los paisajes Rusos y que las desintegraciones (vista una, vistas todas) tienen su gracieta. Da grimilla que todos los personajes sean tan buenos y bondadosos…hasta los malotes rusos parece que se van a poner a hacer pulseras con margaritas.
MerecidÍsimo 2,5.
P.D. Olivia mi amor por ti no se ve afectado. Joel Kinnaman ya puedes sacar musculo para Robocop que aquí pareces un tirillas.