Crítica de Hosts
En cada edición del festival de Sitges se dan casualidades. Coinciden en poco más de una semana, varias películas de temática similar, y el año 2020 ha sido el de los allanamientos de morada. Y el de los anfitriones. Así pues, Hosts (no confundir con la terrorífica Host, en singular) es otra vuelta de tuerca más a la gente feliz que es atacada en su propia casa. Es la noche de Nochebuena, y una familia compuesta por padre, madre y tres hijos de edades variadas, invita a una pareja de vecinos que no tienen dónde caer muertos. Pero algo se tuerce, y a la rica tortura. Me cuidaré de desvelar qué ocurre en concreto, pero vaya, lo hemos visto en mil y una ocasiones. Pocas sorpresas esconde Hosts, la verdad: es rutinaria, parece hecha a desgana, y eso se traduce en un ritmo que no consigue despegar en ningún momento. Y eso que, en una escena en concreto, una y una sola, lo tenía a huevo. Y me explico.
Todo arranca meh: presentaciones de personajes sin chicha ni limonada, acontecimiento que cambia las cosas pero que en realidad tampoco vuela la cabeza, y a la cena de Navidad que llegamos. Y llegamos mal, con un guion que hace aguas por todas partes, echando por tierra ya no sólo rigor y credibilidad (plausibilidad, más bien), sino el interés del espectador, que se desconecta por completo ante semejante desfachatez de libreto (¿en serio nadie nota nada raro en los personajes afectados por el cambio? Gente que no habla, ni sonríe, y que tiene la mirada perdida… ¿no? Bah). Pero claro, entonces llega El Momento. La escena que justifica la existencia de Hosts, y que deja la pelota botando en el área pequeña y sin portero. Es la ocasión que tienen Adam Leader y Richard Oakes (directores y guionistas) por vencer y convencer. Una escena loquísima, negrísima, gorísima. De ahí en adelante a Hosts sólo le puede esperar la gloria, la ovación ya está en marcha.
Y fallan.
Después de la escena de terror del año, del momento cumbre de todo el certamen, la película vuelve a rebajar emociones y tensiones hasta el punto inicial. Las constantes vitales vuelven a brillar por su ausencia, y apenas se activan tibia y fugazmente con algún que otro pasaje que apunta maneras, en concreto uno en el que un momento límite pone a dos hermanos a echarse mierda el uno al otro. Pero que también queda en agua de borrajas. Simple y llanamente, todo lo bueno de Hosts está en una (gloriosa) escena. Todo lo demás es la nada más absoluta. Una serie B aburrida, repetitiva y previsible, alarmantemente falta de ideas, y que sólo sirve para hurgar en la herida del género de terror, que a este paso jamás conseguirá brillar como otros de mayor pedigrí. En fin, mi recomendación es que busquéis la mencionada escena de la cena, y que luego hagáis como si Hosts no hubiera existido jamás.
Trailer de Hosts
Reseña de Hosts
En pocas palabras
80 y tantos minutos para tirar directamente a la basura. Una película predecible, aburrida y desganada, que jamás debería haber visto la gloria de ser proyectada en una pantalla grande, ni en festivales de género. Pero a su vez, cuenta con la mejor escena de terror del año.