Crítica de Inexorable
Fabrice Du Welz no es un cineasta perfecto. A todas sus películas parece que les falte algo para ser redondas. Pero, habida cuenta de que su filmografía es aún escueta y se sigue moviendo por terrenos underground, quizá sólo sea cuestión de tiempo para que entone su do de pecho y, por tanto, quizá títulos como Calvario, Vinyan o Alleluia sean un muestrario de su potencial.
Así, mientras no llegue Su Momento, el director y guionista se sigue allanando el terreno, indagando en diversos formatos y géneros, puliendo formas y estilos. Inexorable, de hecho, llega justo después de Adoration, y lo único que sendos títulos tienen en común, es la presencia de Benoît Poelvoorde (actor, por otra parte, omnipresente). Por lo demás, Du Welz cambia radicalmente de tercio y de aquella escapada por la naturaleza más frondosa, nos lleva ahora al interior de un casoplón añejo y a las afueras, al que se muda una familia: ella es quien parece poner toda la carne en el asador a nivel financiero, pero él es quien acapara los focos por haber publicado una novela exitosísima, y estar ahora ante la obsesiva búsqueda de inspiración para su siguiente obra. A la hija de ambos le dan un perro, y que se divierta con él por el jardín de casa, que para algo está. Claro que el perro necesita de cierta educación, de la misma manera que la niña necesita quien le eche un ojo, y hete aquí que aparece una adolescente que hace buenas migas de inmediato con uno y lq otra, por lo que tarda poco en meterse en casa. Y luego hace mejores migas con la mujer… Y luego, con el hombre…
Así arranca una propuesta cuya baza, salta a la vista, no es la originalidad. Leer la sinopsis de Inexorable (y, por qué no negarlo, asistir a su desarrollo) incita a pensar de inmediato en un batiburrillo de referencias que van de El resplandor a La mano que mece la cuna, con el propio Du Welz reconociendo inspiraciones en Chabrol o el giallo italiano. Y es que lo interesante del film no está en lo que cuenta. Justamente tomando a Chabrol y a Argento como puntos de partida, pero también a Clouzot, a Hitchcock o a Polanski, es como va tomando forma un thriller cada vez más oscuro y perverso. El aire pesa más a cada minuto que pasa; las paredes de ese escenario opulento al principio, claustrofóbico al final, que es la gran mansión citada al principio, se oscurecen paulatinamente. Y la guinda a todo ello es el tempo con el que el director dosifica la información, va preparando todo el tinglado para rematar con unos compases finales en que todo se enfermiza definitamente.
Y ojo, se acaba la película y sigue sin haber nada especialmente innovador, ningún giro muy impredecible ni nada que no hayamos visto antes. Ya digo, ni es perfecta, ni demasiado original. Pero tiene lo que siempre tiene la filmografía de Du Welz: la capacidad de sumir al espectador en un estado de ánimo muy específico, muy distinto al que tenía antes de que empezara la sesión. Mientras no pierda su facultad por generar(nos) pesadillas, que siga indagando, que ya llegará su obra definitiva. Bendita suerte la nuestra, mientras tanto.
Trailer de Inexorable
Inexorable: en busca de inspiración
Por qué ver Inexorable
Fabrice Du Welz vuelve a la carga con una nueva exhibición de su personalidad camaleónica, ahora en forma de thriller de corte y argumento clásicos, tan falto de originalidad como sobrado en mal rollo. Otro pesadillesco entretenimiento más que satisfactorio.