Crítica de Infiltrado en el KKKlan (BlacKkKlansman)
Dado lo inflamable de su discurso, la carrera de Spike Lee lleva varias décadas bordeando la combustión, especialmente desde que a finales de los 90 su propuesta empezara a ver cómo su propia relevancia peligraba. En ocasiones ha sabido evitar el desastre simplemente añadiendo más gasolina, en otras lo ha hecho domesticando el mensaje para pasar desapercibido entre planteamientos y ejecuciones más convencionales. Y a veces ha estado a punto de terminar hundido en la absoluta intrascendencia con productos perfectamente olvidables. Pero de algún modo el hombre sigue ahí, sus obras maestras pasadas siguen siendo muchas y muy importantes y su material reciente conserva, en ocasiones, aliento y músculo.
Fue el caso de su muy reivindicable Chi-Raq y lo es de esta Infiltrado en el KKKlan, algo más convencional y mucho menos chiflada, pero igualmente interesante. Especialmente teniendo en cuenta que se trata de una historia real, la de un agente de policía afroamericano que se infiltraba en los años 70 en el mismísimo Ku Klux Klan contactando por teléfono mientras un compañero blanco se hacía pasar por él en las distancias cortas. Una historia disparatada y apasionante que sirve de apoyo ético y estético a un Lee que no se amilana ante la presencia de esas nuevas voces afroamericanas que están sacudiendo el panorama desde distintos frentes artísticos (Ta-Nehisi Coates, Justin Simien, Boots Riley, Yaa Gyasi, Issa Rae, Paul Beatty, todos ellos necesarios y brillantes) porque articula un discurso tan propio que trasciende el tiempo.
Pero es importante no olvidar quién firma la película y cuál ha sido siempre su metodología expositiva. Como de costumbre, aquí el mensaje está subrayadísimo, y tiende tanto a la caricatura que pierde su fuerza y renuncia al auténtico veneno. Aquí Lee personifica el racismo en cuatro rednecks sureños, en el fondo bigots marginales, más que en las instituciones, las familias de clase media o los medios de comunicación. Una especie de reduccionismo de brocha gorda que resta eficacia y capacidad revulsiva. Sin embargo el realizador no pretende, a pesar de alguna puya directa a la administración Trump y de un final que conecta con hechos recientes, radiografiar el presente sino ofrecer un relato inflamado de mala leche y sorna. Y como tal, funciona maravillosamente, porque sigue siendo un tipo con muchísimas herramientas narrativas y escénicas.
En este caso apela a la blaxploitation y asume algunas formas del thriller setentero, pero no articula un homenaje hueco, ni insiste en los rasgos populares más superficiales de ese cine más o menos idealizado desde la postmodernidad. No, simplemente se mueve con pulso y profesionalidad por entre la comedia negra (no pun intended) y el thriller de raigambre social. Usando para ello un puñado de elementos perfectamente afinados: una fotografía seca y parduzca, un montaje con ritmo y un ramillete de interpretaciones entregadas, entre las que destacan las de los protagonistas John David Washington y Adam Driver.
El resultado es excitante y divertido, irrenunciable en su capacidad para entretener y remover, aunque sea de manera superficial, algunas conciencias. Y pongamos los reproches que le pongamos, siempre resulta en un buen ejemplo de cine electrizante. Lejos de los afro-boogaloos urbanos de los inicios de Lee y de sus brutales manifiestos sociales de los 90, pero cercanos a una especie de madurez (aquí bien entendida) de un director esencial en el cine americano contemporáneo.
Trailer de Infiltrado en el KKKlan
https://www.youtube.com/watch?v=n94xXomj1Oc
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Spike Lee arma un nuevo joint racialmente encendido que se encuentra entre lo más convencional de su carrera, pero también entre lo más acertado de su producción reciente.