Crítica de Ingrid
Para no complicar las cosas, pongamos que tan peculiar cinéfilo se presenta a un festival como el que ha invadido la catalana localización de Sitges a lo largo de la primera quincena de octubre del 2009, con su objetivo siempre fijo entre ceja y ceja y por tanto asistiendo a las proyecciones de las dos películas que, en dicho año, han tenido como marco geográfico sendos bloques de apartamentos de la Ciutat Comtal: «[Rec]2» e «Ingrid». Bien, en la primera se nos ve zurrándonos de lo lindo contra nuestros vecinos (infectados, eso sí); en la segunda, copulando como animales de fiesta en fiesta, drogándonos y fantaseando con el dolor al que tratamos como forma de arte. ¡Para que luego le reprochemos a Woody Allen su visión de Barcelona!
Semejante reflexión viene a cuento de que más bien poco puede decirse de la dichosa «Ingrid»: un trailer sumamente engañoso (y van) que daba pistas sobre un ejercicio cinematográfico experimental acerca del el BDSM (Bondage, Disciplina, Sumisión y Masoquismo… cuánto nos ha enseñado la trilogía de Stieg Larsson) esconde en realidad una película de argumento prácticamente nulo, presentada de manera más bien formal y académica y, sobre todo, sorprendentemente timorata con la temática tratada.
A fin de cuentas, la película del catalán Eduard Cortés tan sólo va de una chica rara, que cuenta con una casa sin puertas (en la que realiza fiestas pasadas de vuelta), unos gustos realmente extraños y parece ser que le va lo duro. Pero de todo ello apenas se atisba evolución a lo largo de todo el metraje: salvo en sus últimos diez minutos, nada progresa, empeora o se torna más enfermizo. En vez de ello, conocemos a un hombre recién separado que se muda al mismo bloque de pisos en que habita Ingrid, y que muestra cierto interés hacia ella hasta el punto de investigar sus supuestos secretos. De nuevo, todo cae en saco roto. La relación entre ambos queda estancada en su primer saludo (con la consiguiente pérdida de interés por parte del espectador), y la obsesión que el nuevo llegado demuestra súbitamente hacia la chica apenas se entiende más allá del clásico vecinita cachonda de toda la vida.
Descartado por completo, por tanto, el aliciente de un argumento que ni siquiera menciona la anunciada temática de las redes sociales (según parece, la cinta iba a llamarse algo así como «Myspace/Ingrid»), al espectador le quedaría enfrentarse al amenazador empaque artístico que prometían tanto el trailer como la temática a tratar y, sobre todo, la verdadera Ingrid a quien el director conoció mediante su artístico site personal.
Afortunadamente, la película se muestra de lo más normal, abogando por un montaje inusitadamente comedido al que dar gracias. Y es que los escasos momentos en que Cortés opta por anabolizar su trabajo, éste se torna muy molesto, especialmente debido a una banda sonora en muchas ocasiones terrible (valga como ejemplo de todo ello el concierto cyber-punk de una de las fiestas en Can Ingrid).
Dicho apartado sonoro merece, por otro lado, un aparte, pues pese a su más bien desafortunado resultado, la cinta opta por incluir en escena diversos artistas autóctonos, que en falso directo ofrecen su irregular carta de presentación en una atrevida apuesta (la única) digna de elogio.
Por lo demás, lamentablemente, el visionado de «Ingrid» sirve para poco más que disfrutar de uno de los actores catalanes actuales más interesantes (Eduard Farelo) y para descubrir a una muy atractiva y convincente Elena Serrano (la Ingrid de «Ingrid»).
Ni sus antes citados diez minutos finales (en los que sí parece asomar la cabeza cierto estudio del dolor/arte) logran alzar mínimamente el vuelo, con una conclusión tan previsible como mal introducida hasta el punto de poder despertar alguna que otra carcajada en la sala.
Por supuesto, huelga decir que discursos sobre el dolor o el narcisismo como forma artística, críticas sociales o demás apartados de interés, brillan por su total ausencia en una película que, a lo sumo, provocará cierta aprensión en sus escasísimas muestras de violencia visual.
Al final, cuando Ingrid se dirige al espectador en un primer plano para anunciar que «se acabó» (y no especificaremos más para no entrar en spoilers), lo único que éste puede hacer es suspirar aliviado.
2/10 (Por cierto, el primer pase de «Ingrid» en Sitges ’09 llegó a ser abucheado pese a ser una producción catalana.)
¡¡¡ Capiiiiii!!!
¿Es cierto que Jason Momoa interpretará a Drogo en Juego de Tronos?
¿Sabes algo al respecto????
Parecía interesante pero tal como la pones le quita a uno las ganas.
Akeru, efectivamente. No sé quién es el tipo este, pero vamos, contará con su debida actualización como fans número 1 que somos del libro! (he empezado el tercero, por cierto!)
Pons, es bastante decepcionante, la verdad…
Capitan, si siguieras Stargate Atlantis, sabrias quien es… Una delicia de cuerpo, jajajajaja, y el personaje de Drogo le va que ni pintado.
jejeje, seguí Stargat SG1 hasta la 7, 8? ni idea, pero es que es imposible seguir el paso a todo ese aluvión de spinoffs, continuaciones y demás… lo mismo me pasó con CSI en su día!
Yo seguí SG1 hasta que el personaje de Jack O'Neill desapareció y empezaron con los Onis como enemigos. Y Atlantis hace poco que empecé a verla. No es que sea demasiado buena (poco, en realidad) pero para ver mientras uno se duerme, está bien. Claro que el personaje de Ronan, que es el que interpreta Jason Momoa, me mantiene despierta y pegada al ordenador, ja jaja ja, así que…
jajaja
jejeje, a mí me pasaba algo así con la capitana rubia (ya no recuerdo su nombre)..