Crítica de Inseparables (serie completa, Prime Video)
Obra capital de la filmografía de David Cronenberg, Inseparables es quizá la película que mejor explora el oscuro universo del canadiense, al camuflarlo tras una pátina de exquisitez formal que imposibilita una etiquetación como mero cine de terror. Por primera (y mejor) vez en su carrera como director, esta tragedia sobre dos gemelos siameses incapaces de vivir el uno sin el otro, es un drama cuyo horror permanece en un plano soterrado, latente y apenas visible, pero tan evidente a la vez, como para convertirse en una pesadilla demoledora. Tan seductora en lo formal, como perturbadora en su fondo. Y de tremebundo impacto al menor conato marca de la casa, flechazos puntuales y muy contenidos, pero tan viscerales como de costumbre.
Alice Birch (a quien le debemos varios guiones de Succession, así como los de Lady MacBeth o The Wonder, ahí es nada) parece haber tenido claras las claves del éxito de aquella; así como que era imposible limitarse a emular a Cronenberg sin más, si pretendía llevar a buen puerto su propia aproximación a Inseparables. Y tal vez por ello y por mucho que chirríe, reconforta más que otra cosa que suenen el Sweet Dreams de Eurythmics a las primeras de cambio, o el Malamente de Rosalía entre muchos otros hits a lo largo de los ochos episodios que conforman la serie. Y es que si lo primero que había que hacer era adaptar la fórmula de lo audiovisualmente sexy, pero conceptualmente turbio, bingo: la propuesta seduce de inmediato porque recurre a las lenguas cinematográficas y culturales actuales, generando una escisión sin paliativos con cualquier idea que el conocedor de la obra original pudiera haberse hecho. Y es que además de la desfachatez de la banda sonora, su puesta en escena es elevada, elitista, aséptica… pija, pero hasta llevarse a sí misma a lo kitsch. A su manera, pues, prueba superada en lo que a adaptación (que no copia) se refiere; y de paso con éxito parejo en lo que a los pasajes más explícitos se refiere: igualmente puntuales, calculados exabruptos ahora sin la esencia neo-cárnica, pero igualmente perturbadores.
En definitiva, esta nueva Inseparables se labra una personalidad propia, orquestada por Birch tanto como el resto de creadores involucrados en la serie: desde Sean Durkin (director de Martha Marcia May Marlene) a Karyn Kusama (The Invitation) o Susan Soon He Stanton (guionista de varios episodios de, sí, Succession). Y en el epicentro de todo ello, una entregadísima Rachel Weisz en la piel de Elliott/Beverly. Dos gemelas de personalidades opuestas, claramente deudoras del magnífico trabajo de Jeremy Irons en unos personajes, de entrada, similares: extrovertido uno, introvertido el otro; más dada a los excesos una mitad que la otra; especialistas de la medicina y con ideas disruptivas y moralmente ambiguas. Acaso un punto extra de histrionismo en las gemelas de Weisz en comparación a los de Irons, aunque igualmente excelentes interpretaciones. Por encima de todo, es un producto para el lucimiento de su actriz protagonista, y no defrauda lo más mínimo.
Y sí, a nadie se le escapa un cambio radical en relación a la película original (e, imagino, el libro en que se basa, Twins): ahora son mujeres, y se dedican a la ginecología pero, en concreto, a la obstetricia. Suficientes elementos para otorgarle a esta nueva visión campo abierto que explorar a sus anchas.
Y es que, aun pasando por la mayoría de los puntos de inflexión originales, la serie se permite profundizar en nuevas cuestiones, cambiar los sentidos de algunas direcciones, reflexionar más holgadamente sobre los brutales debates morales que propone y, de paso, acercarse a los tiempos que corren con una personalidad arrebatadora y necesariamente feminista, y una pátina extra de crítica social. Y el resultado es una serie que atrapa. Que justifica una trama que podría sonar a ridícula, imposible o desfasada: no, de alguna (terrible) forma, no parece tan alejada de la realidad. Es una serie extraña, incómoda, tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta: viciada y viciosa, a veces retorcida, otras veces incluso humorística. Plenamente consciente de su condición de producto pop y rara avis fantacientífica. Una apuesta, en definitiva, que sale bien parada pese a lo ambicioso de sus miras, por ser consciente en todo momento de los derroteros por los que se mueve. Ojo, sin ir más lejos, a como juega con la intensidad de su primer episodio (muy… visual, por así decirlo) en contraposición a la contención de los siguientes. O al capítulo dirigido por Kusama, que parece más una continuación de su antes citada The Invitation que una adaptación de Cronenberg. O a las transformaciones de la Weisz cuando hace de hermana pasada de rosca, en contraposición a la introvertida. Sólo algunos ejemplos (tampoco se no se nos permite, ni es nuestra intención, relevar más de lo estrictamente necesario) para confirmar el carácter de la serie, su personalidad. Confirmar que, en definitiva, triunfa en lo que se propone.
También es verdad que el triunfo no es total: el ritmo del bloque central de Inseparables es algo irregular, con puntuales reiteraciones alargadas en demasía. Del mismo modo, si a los títulos de Prime Video aún parece faltarles ese punto de excelencia formal del que sí disponen los buques insignias de otras plataformas, la serie que nos ocupa no es la excepción y sigue pareciendo un producto válido exclusivamente para el consumo televisivo, allá donde Succession, pero también Barry o El apagón de Movistar+, aportan algo más. Síntomas de una cadena todavía joven y en vías de desarrollo quizá (como atestigua ese horrible, vulgar product placement a media temporada). Lo que a su vez le posibilita la apuesta por series tan arriesgadas, suicidas casi. Así que bien valdrá seguirle la corriente y darle una oportunidad a un proyecto que parecía tan imposible, como es este Inseparables que, aunque deba dársele algo de paciencia aquí y allá, da la cara y de qué manera, convirtiéndose en una experiencia única… y bastante malrollera.
Trailer de Inseparables
Inseparables: Nada que envidiar a la original
Por qué ver Inseparables
Una Rachel Weisz delirante y genial capitanea el remake de la mítica película de Cronenberg, Inseparables, en forma de serie que, aun salvando las distancias, convence por su apuesta extraña y retadora. Recoge el relevo y no le tiembla el pulso, convirtiéndose en una sólida declaración de intenciones tanto de sus responsables, como de Prime Video. Así, sí.